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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Navarros sin sorpresas

Si no hay sorpresas, el candidato de UPN, Miguel Sanz, será elegido hoy, en segunda votación, presidente del Gobierno de Navarra; y aunque las haya, pues incluso si hubiera algún electo socialista que rompiera la consigna de abstención del PSN (ayer hubo un voto nulo incontrolado, no se sabe de qué partido), bastaría con que se abstuvieran tres de sus doce parlamentarios para que prosperase la investidura. Ello viene a recordar que el primer motivo por el que va a seguir gobernando UPN, aunque no tenga mayoría absoluta, es que cuenta con casi el doble número de escaños que el partido que encabezó la fallida alternativa. Con una menor distancia, las cosas habrían podido rodar de otra manera.

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La legislatura se inicia bajo una doble espada de Damocles: la oposición podría derribar a Sanz mediante una moción de censura; pero Sanz podría adelantarse a disolver y convocar elecciones anticipadas, lo que según en qué circunstancias podría darle la mayoría absoluta. El equilibrio entre ambas amenazas tal vez facilite una cooperación fructífera entre Gobierno y oposición, o al menos entre UPN y el PSN. De entrada, Sanz asumió en su discurso de investidura elementos del programa del PSN, y el portavoz de este partido ofreció colaboración no incondicional. Sin embargo, ese equilibrio podría romperse por su lado más débil: la latente división interna en el PSN, motivada por la desautorización de Ferraz al intento de PSN de volver a intentar un pacto con los nacionalistas de NaBai.

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Nadie discute ya que la negociación ha sido mal llevada por los socialistas. Sin embargo, algunos de los argumentos esgrimidos contra ellos son muy discutibles. No puede hablarse de imposición centralista del PSOE: es lógico que la política de alianzas de un partido serio sea competencia de sus órganos centrales, si no quiere ver comprometida su estrategia general. Lo que seguramente ha habido es agravio comparativo: en Baleares se aceptó una coalición más heterogénea y con presencia nacionalista. Y también en Cataluña se pactó con independentistas, aunque en este caso hay el argumento de la autonomía orgánica del PSC. El agravio lo ha empeorado la falta de claridad de la dirección, que dijo que la decisión correspondía a los socialistas navarros y luego se echó atrás.

Una crítica con más peso es que el PSOE ha dado un portazo a un sector del nacionalismo que había roto con la violencia, lo que se considera incoherente con la idea de que todo es defendible si se hace pacíficamente. Sin embargo, que sea legítimo defender las ideas del nacionalismo vasco sobre Navarra no obliga a compartirlas. Y menos a formar una coalición con quienes las defienden. Incluso si puede alcanzarse un acuerdo programático que evite las cuestiones más delicadas, resultaba comprometido gobernar con un partido que por ejemplo considera normal pactar con ANV, la formación colonizada por Batasuna.

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