Crédito al rescate del crédito
La Bolsas han vivido la última semana de manera convulsa. El Banco Central Europeo y la Reserva Federal de Estados Unidos tuvieron que acudir el jueves y ayer en apoyo de los mercados, inyectando dosis de liquidez muy elevadas. Se trataba de una operación de crédito al rescate del crédito.
El detonante de la crisis son los préstamos hipotecarios de baja calidad que se han estado concediendo en Estados Unidos a lo largo de los dos últimos años. Su morosidad ha aumentado fuertemente desde finales del verano pasado y ha provocado la quiebra de numerosas empresas especializadas en su concesión. Por su volumen total (6% de los préstamos vivos en EE UU) parecen poca cosa. La transmisión del terremoto hasta territorios muy alejados se ha producido por vía de la llamada titulización de préstamos. Esto es algo que hacen los bancos que han concedido esos préstamos para quitarlos de su balance, trasladándolos a un fondo separado del banco. El fondo emite posteriormente bonos cuyo cupón cobrarán los inversores, gracias a que ese fondo recibirá los pagos de los intereses de esos préstamos.
Esos préstamos, en muchas ocasiones, son hipotecarios (aunque puedan serlo de otro tipo). De hecho, los préstamos hipotecarios de baja calidad en Estados Unidos se concedían con niveles de exigencia muy bajos porque estaban destinados a ese tipo de fondos de titulización.
Esos títulos cuyo respaldo con préstamos hipotecarios de calidad más que dudosa se convertían a su vez en el tipo de inversión preferida por los gestores de instrumentos financieros estructurados que, gracias a técnicas, digámoslo así, de tipo probabilístico, terminaban por ser calificados a su vez como de máxima calidad.
Pues bien, todo tipo de inversores institucionales (bancos, fondos de inversión, fondos de pensiones, hedge funds y compañías de seguros) han estado comprando durante los últimos años ese tipo de instrumentos financieros llamados, en la jerga del sector, CDOs (o Collateralized Debt Obligations). Es decir, comprando riesgo hipotecario de baja calidad que ahora está resultando impagado. Además, en muchas ocasiones, o los CDOs o los propios inversores han tomado dinero a préstamo para poder multiplicar su capacidad de invertir, algo con lo que se pueden multiplicar tanto los beneficios como las pérdidas.
Los CDOs no tienen una cotización oficial, por lo que sus gestores han estado valorándolos con cálculos financieros hechos por ellos mismos. De ahí que, por ahora, no haya salido a la superficie la magnitud del problema. Éste emerge cuando los clientes asustados quieren recuperar su dinero, y para ello hay que vender los CDOs. O cuando los bancos que prestan dinero al inversor le exigen más garantías. Cuando nadie quiere comprarlos, como le ocurrió a los fondos de Bear Sterns, hay que liquidar el fondo y reconocer enormes pérdidas. A veces de la totalidad del fondo. O negarse a que los clientes retiren el dinero, como en el caso de tres fondos de BNP Paribas esta misma semana.
A las bolsas, además de por contagio psicológico y por el encarecimiento del crédito, le llegan las pérdidas porque, si se necesita liquidez y no se puede vender un CDO, se vende acciones que cotizan en ellas.
De ahí que el problema vivido por las bolsas durante esta semana no les sea propio, sino inducido por lo que está sucediendo en los mercados de crédito. Unos mercados que han estado inundados por la liquidez durante los dos últimos años y de los que la liquidez se ha retirado de repente. Y cuyas dificultades no están limitadas, como en otras épocas, al sistema bancario, sino que pueden hacer erupción en cualquier rincón del sistema financiero. Las autoridades monetarias saben que el problema es grave y también que están muy lejos de conocer cuál es su verdadera dimensión. Con unas normas financieras rigurosas podría ser de primer orden. Aunque probablemente esas normas no van a aplicarse: al fin y al cabo todo el mundo sabía hace dos años que el sistema bancario chino estaba prácticamente quebrado y ahí sigue. Lo mismo le pasó a la banca japonesa durante los años noventa. ¿Habrá tanta suerte esta vez?
Juan Ignacio Crespo pertenece al Cuerpo Superior de Estadísticos del Estado.
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