_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Iraquización

Los conflictos militares en los que está empeñado Estados Unidos sufren una iraquización galopante. ¿O habría que decir afganistanización?; ¿o, mejor, pakistanización? Pero lo cierto es que hay una convergencia entre la evolución político-militar de tres países que Washington considera clave en la guerra contra el terrorismo. Irak, escenario sobrevenido de la guerra contra Al Qaeda a causa de la invasión de Estados Unidos en 2003, carece de Gobierno. Hay un Ejecutivo, presidido por un chií, que no logra ni siquiera unificar a la mayoría de su persuasión islámica; y su líder, servicial con Washington pero despojado de instrumentos para la acción de Gobierno -Policía, Ejército-, navega entre la irrelevancia y el estorbo; EE UU tendría, por ello, que ganar la guerra a pesar de su propio aliado, lo que no puede porque su opinión no está dispuesta a asumir el sacrificio colosal que le daría alguna posibilidad de victoria.

La política exterior de EE UU está en su peor situación desde el fin de la II Guerra Mundial

Afganistán tiene un Gobierno presidido por un miembro de los durrani, la tribu unificadora de la nación, que gobierna sobre algunos barrios de Kabul y para el resto del país hace como que obra a través de los señores de la guerra, potentados locales con milicias propias que no tienen mayor interés en dilapidar fuerzas persiguiendo terroristas; así, el país se retalibaniza, a medida que crecen los ataques contra las fuerzas occidentales, que apenas dominan el suelo que pisan.

El ultra-islamismo talibán, en lugar de presentar batalla cuando Estados Unidos bombardeó Afganistán hasta la sumisión en 2002, prefirió confundirse con el paisaje y hoy se convierte a la emboscada para hacer insostenible la presencia militar extranjera. Pakistán es, sin embargo, el mejor discípulo de Irak. En el noroeste del país, los Waziristán, Norte y Sur, que se dividen en siete territorios o agencias - y donde un soldado de Kipling quiso reinar- hallaron refugio varios millares de seguidores de Al Qaeda, quizá entre ellos el propio Osama Bin Laden, y allí han reconstruido un estadete islámico en alianza con elementos talibanes, a la caída del mulá Omar. Presionado por Washington tras el 11-S, el presidente general Pervez Musharraf llegó a desplegar 80.000 hombres en la zona para negar santuario a los terroristas. Pero cuatro años más tarde y después de haber sufrido casi un millar de muertos, Islamabad acordó una tregua en Waziristán del Sur en 2005, y en Waziristán del Norte, en septiembre del año pasado. Pero como la negociación se hizo a través de autoridades islámicas locales, el líder paquistaní aseguraba (EL PAÍS, 26 de abril, 2007) que sólo había sido un pacto de pacificación con jefes tribales, no terroristas. Los acuerdos ratificaban, en todo caso, la alianza de militares y mulás (jefes religiosos), que ha sido la base del poder en Pakistán desde el golpe de Estado del general Zia ul Haq en 1979. Esa alianza había sido puesta en tela de juicio cuando, tras el atentado de las Torres Gemelas, Musharraf se alineó con Washington contra Al Qaeda y los talibanes, a los que había tenido hasta entonces como clientes y aliados. Pero con los pactos de Waziristán parecía que la entente se mantenía, hasta que hace unas semanas el Ejército asaltaba la Mezquita Roja, sede del talibanismo en Islamabad, con más de un centenar de muertos y la rendición de 1.300 defensores. ¿Supone el enfrentamiento la definitiva ruptura del pacto?

No parece que ni siquiera con eso quiera conformarse Washington, puesto que, despreciando la soberanía paquistaní, fuentes de la Casa Blanca han anunciado que no vacilarían en bombardear Waziristán, si llegaba a saber que los terroristas estaban en la zona. Parece evidente que la utilidad de Musharraf para EE UU es cada día menor, porque ni el Estado paquistaní domina en las áreas tribales, ni se sostiene ante las masas urbanas, que no cesan de agitar contra el poder.

Son, por tanto, tres alianzas de EE UU sin interlocutor eficaz; tres guerras que se pierden porque no se ganan; tres objetivos de democratización que se ríen de sí mismos; y una sola gran convergencia de calamidades, que hacen de Irak y de sus dos émulos un tríptico que encarna la peor situación en que se halla la política exterior estadounidense desde el fin de la II Guerra Mundial.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_