_
_
_
_
_
Tribuna:TRIBUNA SANITARIA
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Récord mundial en consumo de cocaína

En los últimos años hemos visto impactantes campañas dirigidas a la población general para prevenir el consumo de cocaína -quién no recuerda la imagen del gusano colándose por la nariz- pero ésta sigue aumentado y ahora ostentamos el récord mundial en consumo. ¿Que está pasando? Por descontado que hay que actuar ante los graves problemas que las drogas provocan, pero ¿estas campañas generales de prevención, como la del gusano, dirigidas a la población en general, y especialmente a los jóvenes, son efectivas para reducir el consumo?

Está fuera de duda su encomiable propósito, su excelente calidad, su fuerza imaginativa, pero ¿y sus resultados? ¿Cómo se mide su éxito? ¿Son efectivas porque la gente las recuerda años después? ¿Porque a un 63% de la población le parece que son un éxito? ¿Porque la sociedad tiene la sensación de que se está haciendo algo contra la droga? Estas formas indirectas de medir el éxito de una campaña son imprecisas y engañosas: miden el éxito de impacto pero no su capacidad real de prevenir el consumo.

Desde los primeros anuncios sobre los peligros de la cocaína, el consumo se ha multiplicado por diez en los adolescentes

Desde los primeros anuncios sobre los peligros de la cocaína el consumo se multiplicó por diez en los menores de 18 años: del 0,2 se ha pasado al 2% de jóvenes que admiten haberla consumido en el último mes, y al 7% que la ha consumido en el último año. Las campañas, pues, no parecen haber resultado efectivas. En mi opinión cometen algunos errores. En primer lugar suele haber un error de enfoque, la lucha no debe ser "contra la droga", debe ser contra las causas de su consumo, contra los factores de riesgo y para fomentar los factores de protección.

En segundo lugar suele haber un error de acento. Las campañas ponen el énfasis en los peligros extremos. Es cierto que el pasado año hubo más de cuarenta muertes por consumo de cocaína y que fue uno de las principales motivos de asistencia en urgencias las noches de fin de semana. Pero a los jóvenes, especialmente a los de mayor riesgo, que han probado en alguna ocasión la cocaína y no han tenido una terrible experiencia, las campañas de muerte y ambulancia les suenan falsas y ajenas.

En tercer lugar, suelen cometerse errores en los mensajes que se trasmiten. Agazapados entre la bondad de propósitos encomiables se cuelan los disparates. Por ejemplo, la campaña con el eslogan "A que sabes divertirte sin drogas" estaba bien enfocada, pretendía luchar contra las causas dando un montón de opciones para divertirse, además de no ser tremendista o exagerar aspectos negativos. Pero el mensaje subyacente era en realidad "las drogas son divertidas". Esa es la idea que queda. "A que sabes llorar sin lágrimas", "a que sabes reír sin carcajadas", ¿qué están diciendo? ¿qué es lo que queda? Si me desafían a hacer algo sin determinada cosa se presupone que esa cosa sirve o es ideal para hacer ese algo. Por lo que la campaña erraba en el mensaje.

Pero aunque se diseñara una campaña dirigida a la población en general enfocada en las causas, comedida, sin exageraciones, advirtiendo de peligros de forma veraz y razonada, su efectividad seguiría siendo dudosa. Por diversos motivos; el principal, que lo prohibido es atractivo. Entre los jóvenes hacer algo prohibido es un rito de paso para considerarse adulto; hacer lo contrario a lo que dicen los padres es una forma de autoafirmarse, de modo que las campañas insistiendo en que no tomen drogas les están marcando un camino, especialmente a los que tienen falta de autoestima, a los más rebeldes, a los que quieren llamar la atención. Un ejemplo fue cuando un delegado del Gobierno para el Plan Nacional de Drogas dio una rueda de prensa avisando de los peligros del éxtasis vegetal y a los pocos días las ventas de este producto se dispararon.

La prevención del consumo de drogas sería más efectiva (además de evaluable) desde contextos normalizados, realizada por los propios educadores dentro de una programación escolar que aborde problemáticas emergentes como la alimentación, el ejercicio, la higiene dental, las adicciones, las habilidades personales e interpersonales... Temas a estudiar como se estudia el clima o cualquier otro conocimiento básico. Y, por supuesto, tratar estos temas en la familia, que es el principal agente preventivo; tratarlo a su tiempo, sin alarmismos, para lo cual es preciso reforzar el rol de los padres (en general más autoridad y menos sobreprotección), su papel de transmisores de valores y conocimientos, y apostar por medidas de conciliación de la vida familiar y laboral que permitan una mayor y mejor dedicación.

Las campañas, en caso de realizarlas, deben dirigirse a poblaciones delimitadas, aportando o apuntado soluciones concretas a problemas reales. Informar de algún aspecto general a una población variopinta de millones de personas sobre algo tan complejo, contradictorio y asociado a tantas conductas diversas como el uso, abuso y dependencia de la drogas es del todo imprevisible. El complejo fenómeno del consumo de drogas, enraizado en todas las culturas, tiene una diversidad de motivaciones aprendidas, ocultas, contestatarias, de sustitución, de chivo expiatorio, que una campaña general no puede abordar y su efecto principal es de ventilador, de propaganda, de recordar o mostrar una opción.

Tras el récord de consumo en cocaína existe un entresijo de causas: el confuso sistema de valores de nuestra sociedad plural (pero con marcado acento consumista), la disminución de la preocupación sobre drogas en la percepción social, la localización geográfica, el estilo de vida de los jóvenes, la imagen social de la cocaína,... Este récord pone en evidencia que las drogas van a seguir acompañándonos y muestra las dificultades de reducir el consumo, tanto de sustancias ilegales como legales. Pero hay que seguir intentándolo y procurar una convivencia menos perjudicial con ellas. La juventud es especialmente vulnerable. Fomentar su capacidad de crítica y unos valores autógenos, es la mejor arma para frenar las causas que subyacen en todo tipo de comportamientos adictivos. Las adicciones se están convirtiendo en uno de los puntos débiles de las sociedades opulentas, dada la disponibilidad económica de los jóvenes, el tiempo excesivo de determinadas formas de ocio, la desinformación masiva, el consumismo, la despersonalización y la vanalización de valores básicos.

Hace ya décadas que la OMS defiende el concepto de competencias para la vida: el desarrollo de habilidades para conocer (autoconocimiento, resolución de problemas, pensamiento crítico y creativo); habilidades personales (autoestima, valores, manejo de emociones), y habilidades interpersonales (comunicación, empatía, negociación, rechazo). Tal vez ha llegado el momento de impulsar e integrar de forma normalizada todos estos aprendizajes en la programación escolar y otras redes socioeducativas e ir reduciendo la prevención puntual y general. La prevención de drogas necesita una mayor normalización, menos publicidad y más escuela, menos información y más formación, menos delegación y más participación activa, menos síncopes y más constancia.

Maximino Portela Freire es psicólogo clínico y director de la Unidad de Drogodependencias de Cangas, Pontevedra.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_