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Entrevista:JULIO FERNÁNDEZ | Propietario de Filmax

"Mi vida ha sido correr mucho para llegar otra vez a la aldea"

Por la mañana ayuda a su hermano Raúl con la siega. Luego se da un garbeo por la fábrica de botillos y chorizos que posee en A Fonsagrada (Lugo) y antes de comer con la familia, atiende a las vacas. Julio Fernández (Cereixido, 1947) no responde al boato que sacude al mundillo del celuloide. El propietario de Filmax y uno de los capos del audiovisual prefiere la alfombra verde de la tierra.

Camino de su hermosísima aldea al fondo de un valle, recuerda con nostalgia que de pequeño subían 11 kilómetros cargados con cerezas para venderlas en A Fonsagrada. En Cereixido ha restaurado la casa del herrero. "Hablan del pazo de Julio Fernández y es una vivienda de 120 metros cuadrados", comenta entre risas. En este rincón perdido se refugia siempre que puede. "No vemos ni la tele. Sólo, los canales internacionales, pero aquí soy feliz".

En el inmobiliario creé un pequeño imperio con 27 o 28 años. Pasamos dos crisis muy grandes y decidí empezar en el mundo del videojuego
Quería pasármelo bien, disfrutar, la aventura... Ahora que tengo dinero, no tengo tiempo. Ha sido un fracaso total. Y lo que me gusta es estar aquí

Pregunta. Ornella Muti y Elsa Pataky alucinarían por estas corredoiras cuando rodaron aquí Tierra del fuego y Romasanta...

Respuesta. Elsa Pataki se enamoró de Galicia. A Ornella Muti, cuando me reuní con ella en Roma, le hablé del botillo y de los chorizos. No entendía nada. Me dijo que estaba a dieta, pero cuando los probó no pudo resistirse y dejó el régimen.

P. Usted no responde al arquetipo del productor.

R. Hay que aceptar de dónde eres. Una de las maneras de progresar es aceptar que a peor no puedes ir. Y aquí ni geográficamente podemos ir más abajo. Siempre hay que subir.

P. ¿A qué años empezó esa subida?

R. A los 13 me fui a trabajar de camarero a A Coruña. A los 15, con una maleta de madera que me hizo el carpintero de aquí, me marché a L?Hospitalet porque era donde vivían casi todos los que había emigrado de A Fonsagrada. Primero limpié un taller que estaba muy sucio para pagar la pensión, luego un gallego me llevó a una empresa de recambios, después trabajé en una multinacional de bujías. Siempre conseguí los trabajos a través de un gallego. Responden por ti aunque no te conozcan de nada. Vendí libros, seguros y bujías al mismo tiempo. Y fincas los fines de semana. Cuando fui a la mili a los 20 años ya dependían de mí 30 personas. También tenía una discoteca en marcha. Pero era para divertirme, porque a mí el dinero no me interesó nunca. Cuando alguien me dice a dónde he llegado, pienso que lo único que he querido es divertirme.

P. Tiene fama de fiestero.

R. Lo soy mucho. De pequeño, nada más escuchaba un cohete salía para ver dónde había fiesta. Cada año, el 26 de julio, celebro mi cumpleaños con una comida para todos los vecinos. Traigo dos pulpeiras, una orquesta, lanzamos el cohete de media mesa...

P. ¿El qué?

R. Antes del segundo plato. Si no hay cohete de media mesa, es como si no hubiese fiesta.

P. Y dice que no se propuso triunfar.

R. No, sólo pasármelo bien, vivir, disfrutar, la aventura... Para eso hacía falta dinero. Y ahora que tengo dinero, no tengo tiempo. Ha sido un fracaso total. Y lo que me gusta es estar aquí. Ha sido correr mucho para llegar a la aldea otra vez.

P. Se dedicó a la construcción antes que al cine. ¿No habría ganado más dinero con el ladrillo?

R. Es que yo hice teatro y todas las horas que tenía libres las pasaba en el cine. La primera vez que vi una película en A Fonsagrada transformó mi vida. En el mundo inmobiliario creé un pequeño imperio con 27 o 28 años. Pasamos dos crisis muy grandes en 1981 y en 1992, y decidí empezar en el mundo del videojuego. Me hablaron del vídeo, que te permitía ver cine en casa, y me pareció la leche. Me fui a Londres y me fascinó esa tecnología.

P. Luego se planta en Los Ángeles para meterse en el mercado.

R. (Se ríe) Sí, sin hablar inglés. Me planto en un hotel fantástico en Santa Mónica. Cogí un mexicano simpatiquísimo para que me hiciese de traductor. Y ahí empezó mi vida en el mundo del cine. En todos los estudios el mexicanito decía que un magnate español quería comprar el estudio. Compré 700 películas para España. Luego, con las autonómicas y las privadas, me permitió hacer buenas operaciones. Creo que caí simpático porque a todos les explicaba lo que hacía de pequeño en mi aldea. Los de ciudad tienen historias sosas.

P. ¿Continúa soñando o ya ha entregado la cuchara?

R. Mi gran sueño es hacer un estudio europeo, con el modelo americano pero con sensibilidad latina. Yo no he inventado nada.

P. ¿Le queda algo por hacer?

R. Me queda todo. Este recorrido es para hacer el proyecto de mi vida, que es ese gran estudio europeo con sensibilidad latina. Estoy en el principio. Nos hemos formado, solamente. Y ahora estoy viviendo el peor momento por la piratería.

P. ¿Es cierto que llevó a Mick Jagger a dar un paseo en su barco cuando tocó en Barcelona?

R. (Vuelve a reírse) Sí, pero él pensaba que era un gran barco y yo tenía un cayuco. Trajeron un camión con muchísima comida y no cabía.

P. Se codea con todas las estrellas y acaba haciendo chorizos...

R. Yo nunca vi el mundo del cine como un tema de glamour. El que se cree el ombligo del mundo se equivoca. Los que se creen algo, al final se lo arreglan los años porque se convierten en ex de todo: ex guapo, ex rico... Sólo eres viejo.

P. ¿Hay mucho ego en su sector?

R. Sí, pero los peores son los mediocres. Las estrellas, como Harrison Ford o Dustin Hoffman, son profesionales muy serios. La clave de mi vida ha sido siempre la humildad.

DE PRODUCIR PELÍCULAS A FABRICAR CHORIZOS Y BOTILLOS

La vida de Julio Fernández es de película. Se ha pateado el mundo para regresar al punto de partida: Cereixido y A Fonsagrada, en la provincia de Lugo. Su última aventura no es Brent Entertainment, una compañía de animación que ha situado a Galicia con una apuesta decidida por el 3D. Su empresa tiene más de 400 empleados y ha producido 60 películas, pero últimamente su orgullo es Casa Castelao, nombre por el que se conoce a su familia, empresa con la que fabrica chorizos y botillo. A Raúl, el hermano que vive con su madre en la casa familiar, le echa una mano en el campo y hasta la ayuda con las vacas. "Él sí que es un hombre peculiar. Es el cartero, toma la tensión, hace de veterinario...", explica.

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