Sentido común
Los ecologistas no estamos en contra del golf, sino a favor del sentido común en el uso del agua. Este país no tiene agua para despilfarrar, por eso habrá que adaptar la práctica de este deporte a la orografía y al clima españoles. El agua que se emplea para los campos, supuestamente debería proceder de plantas depuradoras de aguas residuales de alguna ciudad o urbanización adjunta al campo de golf. Para ello es necesaria la autorización de la autoridad de cuenca o de la comunidad autónoma correspondiente en el caso de ser una cuenca intracomunitaria (por ejemplo, la Costa del Sol). Estas aguas deben pasar por un sistema terciario de depuración: retirada de nutrientes (nitratos y fosfatos) y una desinfección (cloración, ozonización...).
Cuando digo 'supuestamente' es por lo siguiente: muchos de los campos de golf, por ejemplo de Murcia, se construyen antes -greens verdes regados día y noche, incluso en verano- que las propias urbanizaciones que los rodean. Por tanto, el agua no puede proceder de las casas o chalets. Además, el flujo de agua depurada no es constante ni suficiente durante todos los meses del año -la ocupación de las viviendas fluctúa mucho, según sea verano o invierno- por lo que no siempre tienen agua disponible en cantidad. Por eso, los gestores de los campos se ven obligados a complementar o realizar los riegos con aguas externas que no proceden de las supuestas aguas recicladas.
Otros campos dicen que no riegan con aguas potables. La trampa ahí está en que usan aguas de pozos, ríos o del trasvase Tajo-Segura... que no se han potabilizado. Tenemos constancia de varias denuncias tanto en Madrid (cuenca del Tajo) como en Murcia y Alicante (cuenca del Segura).
Existe un lobby fortísimo por parte del sector turístico y empresarial, voraz en hacer dinero a cualquier precio, que habla de déficit en la construcción de campos de golf, pero nadie se plantea el déficit en espacios naturales, bosques o ríos protegidos.
Julio Barea es responsable de la campaña de Aguas de Greenpeace.
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