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Reportaje:

Turquía apunta sus tanques contra los kurdos en Irak

El Ejército, enfrentado con su propio Gobierno, ha concentrado a 200.000 soldados en la frontera iraquí en vísperas de las elecciones legislativas

Juan Carlos Sanz

La última población turca situada antes de alcanzar la frontera con Irak está invadida por la incertidumbre y el desánimo. "Desde hace dos meses no han dejado de atravesar la ciudad convoyes cargados con material militar", asegura el alcalde de Silopi (50.000 habitantes), Muhsin Kunur, mientras asiste a un mitin electoral bajo el ulular sincopado de cientos de nacionalistas kurdos que le jalean.

En un despliegue sin precedentes en más de una década, el Estado Mayor del Ejército ha concentrado hasta 200.000 soldados -apoyados por carros de combate, artillería y helicópteros- en la montañosa frontera por la que se infiltran los guerrilleros del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) desde sus bases en el norte de Irak.

"Desde hace dos meses no han dejado de pasar convoyes militares", dice el alcalde de Silopi

Durante el primer semestre de este año han muerto 205 personas en enfrentamientos armados en el norte de Anatolia: 111 miembros de las fuerzas de seguridad, 109 guerrilleros separatistas y 5 civiles, según un recuento no oficial de la Asociación de Derechos Humanos de Diyarbakir.

El Gobierno del islamista moderado Tayyip Recep Erdogan -que espera revalidar el próximo domingo (los sondeos asignan a su partido un 40% de intención de voto) la victoria electoral que le llevó al poder en 2002- se las ingenia, mientras tanto, para dar largas a los memorandos del jefe del Estado Mayor, el general Yasar Buyükanit, que exigen el envío de tropas contra los más de 3.000 rebeldes del PKK refugiados en la región autónoma del Kurdistán iraquí.

"No creo que haya una operación de castigo al otro lado de la frontera; sólo es un espectáculo político para las elecciones", asegura Kunur, un histórico líder kurdo que apadrina a la candidata al Parlamento de Ankara Sevahir Bayindir, de 38 años, ante los clanes que corean al ritmo de las chirimías tribales: "El honor de los kurdos no se vende".

Los camioneros que pasan hacia Habur, el puesto fronterizo que conduce hacia Mosul y Bagdad por el valle del Tigris, siguen el ritmo con sus bocinas. En el paisaje agostado por la canícula, los vehículos pesados parecen abrirse paso entre la calima sin apenas tocar el asfalto en una carretera jalonada de cuarteles.

Sólo en la provincia de Sirnak, a la que pertenece Silopi, hay unos 50.000 soldados acantonados, más del doble de la guarnición habitual a partir del verano, cuando el fin del deshielo primaveral deja transitables las rutas de la guerrilla kurda -los mismo antiguos senderos de los contrabandistas- hacia el sureste de Anatolia.

El PKK, incluido en la lista de grupos terroristas de la Unión Europea y de Estados Unidos, se alzó en armas contra el poder central de Ankara en 1984 en una guerra abierta que se ha cobrado unas 40.000 vidas y ha forzado el desplazamiento de cientos de miles de campesinos hacia las áreas urbanas. La captura de su líder, Abdulá Ocalan, desembocó en 1999 en un alto el fuego que no deja de resquebrajarse en los últimos años.

"Los choques entre la guerrilla y el Ejército son inevitables, por eso se ha disparado la cifra de bajas. El masivo despliegue militar en la frontera iraquí ha acabado por bloquear todas las vías habituales del PKK", explica Faruk Balikçi, autor de varios libros sobre el conflicto kurdo. "Aunque nadie se atreve a descartarla, no parece que vaya a producirse una incursión militar a gran escala antes de las elecciones. Ahora sólo se trata de hacer ruido. Más previsible parece que, en función de los resultados de los comicios, el Estado Mayor lance alguna pequeña operación transfronteriza, con una penetración de tal vez cinco o diez kilómetros, con un objetivo más propagandístico que estratégico", sostiene este periodista turco curtido en la guerra de Irak.

Desde 1996, Turquía cuenta con más de un millar de soldados respaldados por carros de combate en territorio iraquí en el aeródromo de Harir, a escasos kilómetros de la frontera turca. Fueron enviados, con el visto bueno de Washington, como fuerza de interposición en el enfrentamiento entre las milicias de los partidos iraquíes que marcó la primera etapa del Kurdistán iraquí, surgido en la guerra del Golfo de 1991.

Ankara no ha retirado esas tropas a pesar de la derrota del régimen de Sadam Husein en 2003 ni del reconocimiento del autogobierno kurdo en la Constitución iraquí de 2005. Un modelo en el que se miran los millones de kurdos repartidos por Turquía, Irán y Siria.

"El despliegue militar ha perturbado la campaña. Al menos en dos ocasiones, los soldados han ordenado a la población de una aldea que no salga a la calle por razones de seguridad cuando había programado un acto electoral", asegura la enfermera Sevahir Bayindir en medio del estruendo del mitin electoral en el que la acompaña al alcalde de Silopi, una ciudad donde gigantescas banderas turcas ondean en los cuarteles.

Poco después, la agencia Efe distribuía estas declaraciones del ministro de Asuntos Exteriores de Irak, el kurdo Hoshyar Zebari: "El fin del acantonamiento [militar de Turquía en la frontera] contribuiría a aliviar la tensión entre los dos Estados". Zebari conversó ayer por teléfono con su homólogo turco, Abdulá Gül, el fallido aspirante a la presidencia de Turquía que protagonizó una grave crisis política el pasado mayo. Las presiones militares que precedieron al controvertido fallo en su contra del Tribunal Constitucional, que vetó de hecho su candidatura, están en el fondo del adelanto de las legislativas -legalmente previstas para noviembre- al próximo domingo.

Cadetes del Ejército turco forman delante de un gran mural del fundador de la Turquía moderna, Kemal Ataturk.
Cadetes del Ejército turco forman delante de un gran mural del fundador de la Turquía moderna, Kemal Ataturk.AP

Miseria en la ruta de la seda

Las sucesivas guerras en Irak han arruinado el estratégico corredor que enlaza los puertos mediterráneos del sur de Turquía con Irak, cuyo trazado coincide con la legendaria ruta de la seda. Tras una efímera recuperación en el periodo del acuerdo Petróleo por Alimentos, destinado a mitigar los efectos sobre la población iraquí del embargo impuesto por la invasión de Kuwait, el despliegue militar turco en la frontera parece haber acabado de rematarlo.

Las instalaciones fronterizas de Silopi eran el destino obligado de las mercancías que los iraquíes importaban en masa gracias a los "petrodólares". Hoy son un escenario de desolación. El consignatario de aduanas Suayip Okten contaba con 40 empleados en 1990. "Yo también estoy ahora en el paro; aquí sólo tienen trabajo los funcionarios", se lamenta Okten, presidente del nacionalista Partido Republicano del Pueblo en la provincia de Sirnak. Su formación, la segunda en el Parlamento saliente y que cuenta con una intención de voto del 25% en las encuestas, tampoco parece salir a flote en las circunscripciones del sureste de Anatolia, de mayoría kurda. El alcalde Muhsin Kunur, del Partido de la Sociedad Democrática (nacionalista kurdo), hegemónico en la zona, recuerda cuando las filas de camiones que esperaban a cruzar la frontera hacia Irak se alargaban 30 kilómetros. "La aduana registraba una media de 4.000 vehículos pesados al día, ahora no llega a los 200", se lamenta Kunur. "La economía local se ha desplomado".

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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