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Francfort: la lista es el mensaje

La versión digital de un periódico pregunta en una encuesta: "¿Aprueba que envíen autores castellanos a la feria de Francfort?" y, honestamente, no sé qué responder. Si digo que sí, que lo apruebo, estaré avalando una idea que no comparto: que las realidades culturales deben entenderse, definirse y presentarse sometidas a las realidades administrativas y políticas, que lo que define a una literatura es un territorio y no una lengua. Pero si respondo que no, puede parecer que avalo un procedimiento que me disgusta, en el que la lista es el mensaje y en el que la lista se construye a base de exclusiones, a menudo sectarias, cultural, estética e ideológicamente. Si la discusión sobre Francfort es una polémica de agencia de viajes, a quién enviamos y a quién no enviamos, es que alguna cosa hemos hecho mal. Probablemente todos. Pero unos con más responsabilidad que otros.

Ir a Francfort con un criterio geográfico y llevar la literatura que hacen los catalanes en cualquier lengua sería absurdo

Vayamos por partes. Si Francfort invita a la literatura o a la cultura catalanas -no es lo mismo, pero no entraremos en metafísicas- yo creo que la ocasión debe aprovecharse para hacer visible lo invisible. ¿Qué vamos a contar a Francfort? Tiene poco sentido adoptar un criterio territorial y administrativo y llevar a Francfort la literatura que hacen los ciudadanos de Cataluña. Estoy convencido de que Francfort no invitará nunca a la literatura suiza, porque no existe desde una perspectiva cultural. Existe la literatura que hacen los suizos, pero un suizo alemán hace literatura alemana y un suizo italiano hace literatura italiana. El hecho administrativo y político suizo es innegable, pero es culturalmente poco interesante. Ir a Francfort con un criterio geográfico o administrativo y llevar la literatura que hacen los catalanes en cualquier lengua -y dejar de llevar, por tanto, la que hacen en lengua catalana los que no son administrativamente catalanes- sería absurdo. El criterio natural es de lengua, no de territorio.

Pero éste es un criterio para el tema, no para la lista. Es un criterio para el discurso, no para la agencia de viajes. El problema, aquí, es que la lista es el discurso. La agencia de viajes es la que construye el relato. Decir que nuestro objetivo en Francfort es hacer visible una literatura importante, en lengua catalana, que ha sido invisible por dificultades de traducción, sirve para fijar un discurso, no para hacer una lista. Y aquí, como nos ha dado pereza política fijar el discurso, hablamos a través de la lista, y por tanto excluyendo, y por tanto diciendo tú sí y tú no. Inhábiles para construir un relato razonable y comprensible, lo hemos ido aplazando indefinidamente y al final lo hemos sustituido por una lista blanca y una lista negra, disfrazadas de programa de actividades. El mensaje, la polémica, lo que está quedando de Francfort -en Barcelona, en Madrid y tal vez también en Francfort- es una polémica sólo sobre nombres. En primer lugar, la exclusión de los que escriben principalmente en castellano. Porque entre los que van hay quien escribe parcialmente en castellano y, entre los que no van, gente que escribe parcialmente en catalán. En segundo lugar, un conjunto de exclusiones entre los que escriben principalmente en catalán, que nadie sabe ni puede explicar y que parecen transparentar reduccionismo estético, amiguismo, sectarismo o una extraña jerarquización de géneros literarios.

Siempre que se discute sobre una lista existe un debate sobre las exclusiones y sus motivos. Que no estén Valentí Puig, Jordi Coca, Àlex Susana, Sam Abrams, Ferran Torrent, etcétera, etcétera, etcétera, debe ser motivo de una seria discusión. Tanto como que no estén Cercas, Ruiz Zafón, Marsé o Vila-Matas. Pero lo malo no es que exista esta discusión. Lo malo es que sólo existe esta discusión. ¿Quién tenía que ir a Francfort? No es lo más importante, pero lo hemos convertido en lo único importante. Lo realmente trascendente era qué debíamos contar en Francfort, pero a esto no hemos dedicado ni medio minuto. Yo creo que debíamos contar que existe una literatura catalana, emparentada con otras literaturas europeas, entre ellas la de lengua castellana, y emparentada también con otras formas de creación cultural enormemente prestigiosas. Y que esta literatura es interesante, desconocida y que vale la pena conocerla y valorarla, porque puede proporcionar sorpresas agradables. ¿Estamos diciendo esto, en Francfort, a estas alturas? Todavía más urgente: ¿estamos diciendo esto al público lector catalán? ¿Lo estamos diciendo al potencial público lector español? Me temo que no. Me temo que el discurso de la lista, descodificado -o mal codificado, que de todo hay- lo que está dando a entender en Francfort, en Madrid y en Barcelona es que tenemos un lío con eso de la lengua. Lo que menos nos convenía para lucir una literatura.

Vicenç Villatoro es escritor.

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