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El Ejército de Líbano lanza una nueva ofensiva contra los islamistas en el norte

Seis soldados mueren en los combates en el campo de refugiados de Naher el Bared

En el primer aniversario de la destrucción del sur del Líbano, como resultado de la guerra sin cuartel entre Israel y el grupo chií Hezbolá, el norte del país tomó el protagonismo bélico con la reanudación de los ataques del Ejército libanés en el campo de refugiados palestinos de Naher el Bared. El objetivo fue el mismo de los últimos meses: el grupo armado Fatah al Islam, vinculado al movimiento Al Qaeda, que ayer mató a seis soldados. Tras permitir la salida de algunos centenares de civiles, las tropas libanesas intensificaron el fuego de artillería contra el campo.

La incesante operación tenía todos los visos de ser el intento definitivo de Beirut de doblegar al grupúsculo yihadista. Tan incesante que, según testimonios en Naher el Bared, en las afueras de la ciudad norteña de Trípoli, "cada minuto llovían entre cinco y diez misiles". Fuentes militares libanesas negaban que fuera la ofensiva final y lo explicaban como una respuesta a la muerte de dos soldados, víctimas de los francotiradores de Fatah al Islam.

"El bombardeo de hoy es un primer paso hacia la batalla final contra el grupo terrorista, cuyos miembros rechazan rendirse al Ejército desde el 20 de mayo", afirmó un oficial a la agencia France Presse, para explicar después didácticamente: "Apretamos el cerco en torno a Naher el Bared y limpiamos las posiciones de los islamistas". Unos 140 militantes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), garantes "oficiales" de la seguridad en Naher el Bared, como en los otros campos libaneses, decidieron ayer no tomar más riesgos y salieron del campo de batalla.

El enfrentamiento del Ejército con este nuevo e inquietante actor en la ya de por sí delicada realidad libanesa es seguido de cerca por el grupo chií Hezbolá, que ayer, con motivo del primer año de la guerra con Israel, lanzó mensajes de euforia contenida. El jeque Naim Kassem, número dos de la guerrilla, declaró: "Hace un año doblegamos a un Ejército superior tecnológicamente. Ahora, no pretendemos iniciar una ofensiva contra Israel y creo que ellos tampoco, pero si Líbano vuelve a ser atacado, les tenemos preparadas muchas sorpresas".

Ayer, en Beirut y sobre todo en el sur de Líbano, muchos se preguntaban por qué el líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, tan amante del impacto mediático y de los discursos en fechas simbólicas, no aparecía para ofrecer "su análisis" de la guerra. Mientras Nasralá mantenía silencio en su búnker físico -por temor a ser atacado por Israel- el primer ministro hebreo, Ehud Olmert, seguía en su búnker político defendiéndose de las críticas.

Ayer, en la frontera con Líbano, tras reunirse con los alcaldes de las principales ciudades afectadas por los cohetes Katiusha que la milicia chií lanzó el año pasado, Olmert destacó que el índice de desempleo ha descendido significativamente. Tras escuchar a un ciudadano que le exigió que "haga más para conseguir la liberación de los soldados secuestrados", lanzó su mensaje: "Pese a los numerosos fallos y anomalías que se dieron durante la guerra, hoy, un año después, reitero que fue correcta la decisión de alejar de nuestra frontera la peligrosa amenaza de Hezbolá. Desde hace 12 meses, el norte de Israel vive la época de más calma en los últimos 40 años. Los errores están siendo corregidos y el Ejército está muy bien preparado".

Una investigación publicada ayer revelaba que, durante el ataque y secuestro de dos soldados israelíes que desencadenaron la guerra el año pasado, Hezbolá utilizó armamento que el Ejército hebreo había dejado en el sur de Líbano tras la retirada en mayo del año 2000.

Mensaje de Olmert

El mensaje tranquilizador de Olmert no tiene clientes en la opinión pública. Según la encuesta ofrecida por la emisora pública Kol Israel, el 78% de los israelíes no confía en este experto abogado como primer ministro. Y un dato más para los pocos optimistas que aún quedan en Israel: el 61% de los ciudadanos creen que, en un plazo de año y medio, habrá una nueva guerra contra Hezbolá y / o Siria.

Bajo la sombra de los tambores de guerra que siguen sonando, unos días con más fuerza que otros, entre Siria e Israel, el coordinador especial de Naciones Unidas en Oriente Próximo, Michael Williams, reconoció ayer que ha transmitido mensajes e impresiones de sus últimos viajes a Damasco.

Según Williams, los dirigentes sirios le mostraron su disposición a reanudar el proceso de paz con Israel "basándose en las conversaciones de 2000". Siria insinuó que "si Israel y, sobre todo, Estados Unidos muestran determinación para dialogar, Damasco reconsideraría su actual alianza con Irán". Horas después, la ministra israelí de Exteriores, Tzipi Livni, descartaba negociar con el presidente sirio, Bachar el Asad, ya que "sigue apoyando el terror de Hamás y Hezbolá".

Un blindado del Ejército libanés, ayer en Naher el Bared.
Un blindado del Ejército libanés, ayer en Naher el Bared.EFE

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