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Reportaje:

Amor que dulcifica la muerte

El director alemán Sven Taddicken lleva a la gran pantalla la novela 'La suerte de Emma', de Claudia Schreiber

El amor, la amistad y la muerte. El director alemán Sven Taddicken (Hamburgo, 1974) quiere convertir los temas esenciales de la existencia en el pilar de toda su filmografía. Habló de ellos en Mi hermano el vampiro (2001) y los ha retomado ahora en La suerte de Emma, su segundo largometraje, estrenado el pasado verano en Alemania. El filme, adaptación de una exitosa novela de su compatriota Claudia Schreiber, llega hoy a las pantallas españolas avalado por una estela de galardones, entre ellos el premio del público en el Festival de Sevilla, por su manera de mostrar cómo el amor puede dulcificar la muerte.

Con una mezcla de poesía, comedia, drama y una pizca muy mesurada de absurdo, La suerte de Emma cuenta una historia de amor tan intensa como efímera. Emma es una granjera de modales rudos que canaliza toda su ternura en la ejecución de los cerdos de su piara. Los colma de besos para relajarlos antes de degollarlos con su afilado cuchillo para que no sufran. Sus peculiares artes de matarife sirven como metáfora del derecho a una muerte digna en esta cinta, donde se muestra la vida en el campo a resguardo de los tópicos que derivan de su contemplación con ojos de urbanita.

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El día a día de la solitaria protagonista dará un vuelco con la inesperada llegada de un hombre que empotra su coche contra la granja. El encuentro espoleará los deseos de vivir de ambos, aunque todo vaya en su contra. "Me impresionó la historia de una pareja que intenta ponerle una zancadilla a la muerte a través del amor", explica el director en relación a su interés por la novela.

Taddicken tenía claro el actor principal de la película, Jürgen Vogel, que se dio a conocer en 1991 con Little Sharks / Acting it out, de Kleine Haie, y ha forjado desde entonces una larga carrera en el cine y la televisión. Pero para la protagonista quería a una actriz desconocida, alguien que pudiera interpretar de manera creíble a esta mujer poco domesticada. Jördis Triebel fue la escogida de entre más de 100 candidatas. La debutante en el cine (aunque no en el teatro y la televisión alemanes) pasó una temporada en la granja de unos amigos para familiarizarse con sus usos y costumbres, y en el filme se maneja con soltura no sólo entre los animales, sino también entre sus vísceras y despojos.

Aunque la película ofrece una mirada llena de comprensión hacia la eutanasia, el director no es capaz de formular una opinión taxativa al respecto. "Depende de las circunstancias. Pero creo que cada uno debe poder tener la responsabilidad sobre su propia muerte", reflexiona.

El próximo largometraje que Taddicken prepara será también una tragicomedia, en esta ocasión a partir de la ficción de hechos reales relacionados con los enfrentamientos violentos que se producen en Berlín entre la policía y jóvenes de izquierda cada 1 de mayo. "La tragicomedia es un género que me gusta porque la vida misma es así", señala. "Y además me siento bien haciendo películas que me recuerden mis miedos y mis deseos".

El realizador finalizó sus estudios de dirección en el año 2002, pero para entonces ya había filmado cinco documentales, por los que atesora un buen número de premios. Taddicken constata que, en la actualidad, el cine alemán atraviesa un buen momento. Y tiene su teoría al respecto. "Hace seis o siete años, cuando los de mi generación estábamos en la escuela, sólo tenían salida las comedias o las películas históricas", reflexiona. "Y nosotros queríamos contar historias de verdad, sobre la vida. A este deseo responden películas como La suerte de Emma o Los educadores, de Hans Weingartner". Y la fórmula, dice, funciona.

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