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Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

África, la novia más deseada

África se ha convertido en la novia bonita. La UE, celosa del romance chino-africano, presentó la semana pasada una nueva estrategia con la que pretende acabar con la relación donante-receptor y establecer otra en la que los dos bloques se traten como iguales. "China es un gran jugador en el tablero africano. Desgraciadamente, ha sucedido sin que prestáramos atención a este fenómeno", explica una fuente diplomática europea.

Exportador de materias primas, campo de batalla de la lucha antiterrorista, cantera de la inmigración y prometedoras relaciones comerciales perfilan a ojos de Bruselas el creciente interés geoestratégico de África.

China "nos desafía en los puntos más dolorosos y criticados", dicen desde la Comisión Europea: actitud paternalista, criterios de ayuda uniformes, derroche en la contratación de consultores y una retórica bienintencionada junto con demasiados donantes descoordinados. Mientras, China avanza a paso de gigante. Su presencia en África crece a un ritmo febril, marcado por el hambre de recursos energéticos y de un mercado en el que colocar sus productos baratos. Su secreto, más allá del pragmatismo con el que funciona, tiene que ver con la explotación de la empatía con la que China ha seducido a África.

Liu Guijin, el representante especial del Gobierno chino para Asuntos Africanos, dejó claro el discurso con el que se aproximan al continente africano hace unos días en Bruselas durante una conferencia que reunió a políticos y expertos de China, África y Europa: "Compartimos el pasado colonial. Hemos sufrido conflictos similares y empatizamos. Son nuestros socios y por eso no les trataremos de forma desigual. No vincularemos nuestra ayuda a cuestiones políticas", dijo en alusión a los condicionantes de buen gobierno de la UE. Los chinos menosprecian la ayuda europea al desarrollo que, según dicen, no ha sido capaz de sacar a África de la pobreza.

Expertos y políticos africanos dan la bienvenida al dinero y a las infraestructuras chinas, aunque también les piden que respeten el medio ambiente y las condiciones laborales. Ven en China -cuya previsión de crecimiento económico para este año es del 10,8%, la mayor cifra de la década- el modelo de país en desarrollo que pueden emular.

"China es el futuro. Es un país grande, con mucho dinero y mucho apetito de energía de otros recursos naturales. Nosotros los tenemos", dice Nuhu Ribadu, presidente de la gubernamental comisión de crímenes financieros de Nigeria. Ribadu explica que los chinos triunfan porque hacen negocio "donde nadie más quiere hacerlo. Nosotros les damos la bienvenida". Prueba de ello es el caso de Sudán, país que importaba petróleo antes de que llegaran los chinos y abrieran el mercado.

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Son las armas de seducción centradas en el "trato de igual a igual" que tan bien le han funcionado a China las que ahora verbalizan los políticos de Bruselas, mientras asisten impasibles al avance chino.

Pero más allá de las cifras, Europa teme que la influencia económica se traslade a la política. Un caso claro es la crisis de Darfur, donde Pekín se resiste a sancionar a Sudán, de cuyo grifo chupa buena parte del petróleo que importa. Hasta un 32% de las importaciones de crudo chinas proceden hoy de África. Es sólo un ejemplo de cómo las nuevas relaciones de China con las capitales africanas darán nueva forma a la agenda internacional.

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