_
_
_
_
Crónica:
Crónica
Texto informativo con interpretación

Brecht & Weill, Sociedad Limitada

No podían ser más distintos. Brecht era un canalla desharrapado, belicoso y engreído, consciente de su genio. Kurt Weill venía de una familia judía muy religiosa y había sido un niño prodigio. Era taciturno, pulcro, educadísimo, con trajes impecables. Brecht era marxista y vestía como un obrero, con camisa rusa, gorra de hule y chaqueta de cuero. La música era la única ideología de Weill. Vivía con la cantante Lotte Lenya en un lujoso piso de Berlín, pero ella tenía docenas de amantes. Brecht vivía en cualquier lado, rodeado de actrices: su esposa, Marianne Zoff; su amante, Helene Weigel. Y la doliente Elizabeth Hauptmann, secretaria, confidente, dramaturga. Brecht quería poner patas arriba el orden burgués y, de paso, triunfar en el teatro y ganar mucho dinero. Weill era muy consciente de que la "nueva música" de Schönberg, Webern y Alban Berg sólo funcionaba en los cenáculos cultivados, y aspiraba a conseguir una audiencia popular. En 1926, Weill se consagra como uno de los mejores compositores de su generación. Buscaba libretistas cuando escuchó por la radio Un hombre es un hombre, el primer éxito de Brecht, y cayó de rodillas. Escribió: "Es la obra más poderosa y original de nuestros tiempos". Se conocieron en la primavera del 27. "Nos unió", contaría, "la pasión por América, adorábamos sus escritores, sus películas y, sobre todo, el jazz". Inventaron una ciudad-paraíso, una nueva Sodoma y Gomorra, y la llamaron Mahagonny.

Más información
Teatro a degüello en Matadero

La pequeña Mahagonny se estrenó en julio. La escenografía era un ring de boxeo. Luego se encerraron para escribir su versión operística, que tardaría en ver la luz; se les cruzó la que sería su obra más popular, La ópera de cuatro cuartos, cuyas melodías se silbaron por toda Alemania. Hay quien dice que Weill siempre fue un tanto lelo, y el contrato que firmó con Brecht ratificaría esa teoría: 62,5% para el dramaturgo, 25% para el músico, 12,5% para la señorita Hauptmann. Más tarde, ni eso, y Lotte Lenya hubo de batallar durante décadas para recuperarlos. Lógicamente, la sociedad Brecht & Weill no duró mucho.

El estreno en Leipzig de Ascensión y caída de la ciudad de Mahagonny provocó las iras del partido nazi: peleas, puñetazos, silbidos y abucheos contra "el comunista y el judío". En 1933, Brecht y Weill trabajaron juntos por última vez en París escribiendo y componiendo Los siete pecados capitales. En febrero, tras la subida al poder de Hitler y el incendio del Reichstag, Brecht y familia huyeron; Weill y Lenya, al mes siguiente. En 1943, Brecht y Weill se reencontraron en Estados Unidos. Brecht le propuso una nueva versión de La ópera de cuatro cuartos con actores negros. Weill estuvo a punto de picar, pero Lenya le disuadió: "¿Después de todo lo que te hizo crees que ha cambiado?". No volvieron a verse.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_