Democracia secuestrada
Los episodios ocurridos en los municipios vizcaínos de Ondarroa y Mendexa, donde los radicales abertzales han impedido por dos veces la formación de sus respectivos consistorios, son claros atentados contra la democracia y reflejo del miedo que se vive en muchas partes del País Vasco frente al matonismo de la minoría violenta. Esa anómala realidad convendría tenerla siempre bien presente a la hora del análisis. Merece reseñar que el nacionalismo moderado se ha visto por primera vez contagiado de tal temor hasta el extremo de que ninguno de los electos del PNV, Eusko Alkartasuna (EA) y Ezker Batua (EB) se ha atrevido a retirar su acta de concejal ante el alborozo y chulería de los militantes de Acción Nacionalista Vasca (ANV). En Ondarroa sólo ha osado ocupar su escaño el representante del PP en un gesto, sin duda, valiente. Pese a que la anomalía quede parcialmente subsanada con la formación de gestoras, todo ello augura intolerancia no sólo allí, sino en el resto de la treintena de ayuntamientos donde la izquierda abertzale gobernará gracias a ANV tras las elecciones del 27-M.
Los sucesos en estos dos pueblos apenas han merecido la firme condena de los partidos democráticos, más allá del anuncio del PNV de que no tiene intención de ceder el poder a la lista ilegal de ANV y que reemplazará a sus ediles con otros afiliados en las gestoras. Esa fría actitud resulta bastante decepcionante y contribuye bien poco a rebajar el envalentonamiento de quienes son maestros de los métodos mafiosos e imponen su credo a través del atropello y la amenaza con el falso argumento de que la población les respalda. Igualmente resulta sorprendente la inacción de la Ertzaintza, que no ha levantado ningún atestado por entender que no hubo actos delictivos en la ocupación por los radicales de esos ayuntamientos.
No quedan tampoco en buen lugar los representantes electos. Evidentemente, el miedo es un sentimiento humano, pero no se comprende por qué decidieron concurrir a los comicios. Todos estos hechos constituyen las consecuencias más incómodas que ha supuesto la presencia de ANV en la cita del 27-M (más el rédito que de ello puedan obtener Batasuna y ETA) después de la prohibición de la mitad de sus listas por parte del Supremo y del Constitucional, atendiendo las peticiones del fiscal general del Estado.
Un panorama general que se ha enrarecido aún más con las alianzas suscritas por los radicales en algunos municipios vascos y navarros, en éstos a través de Nafarroa Bai. Bien es cierto que se trata sólo de un puñado, pero en Guipúzcoa, por ejemplo, la decisión de EA de apoyar a ANV en las alcaldías de Azpeitia y Zumaia, gobernadas hasta ahora por el PNV, puede causar una crisis en EA y llegar a afectar al Gobierno tripartito vasco.
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