Estimulante teatro musical
El Festival de Holanda celebra su 60º aniversario
Bajo el lema Opresión / Compasión, el Festival de Holanda, que dirige artísticamente el libanés Pierre Audi, celebra estos días su 60º aniversario renovando su compromiso de modernidad y ofreciendo muestras excitantes de las últimas creaciones del teatro musical. Ya el comienzo fue fulgurante, con el montaje procedente de Viena de Patrice Chéreau para Desde la casa de los muertos, de Janácek, con la dirección musical de Pierre Boulez. El pasado domingo se representó por primera vez en Europa Dr. Atomic, de John Adams, estrenada en octubre de 2005 en San Francisco (en coproducción con la Ópera Lírica de Chicago), y en la que, como suele ser habitual en el compositor estadounidense, se recogen en clave operística personajes y temas de actualidad, en la línea iniciada con Nixon en China y La muerte de Klinghoffer.
La obra 'Dr. Atomic', de John Adams, concentró a varios de los grandes popes de la organización teatral
Esta vez se reflejan los momentos previos al lanzamiento de la primera bomba atómica por Estados Unidos, con las dudas y crisis morales de algunos de los personajes científicos protagonistas en este proceso -como Robert Oppenheimer-, según una recopilación de Peter Sellars, a partir de unos materiales documentales considerados confidenciales hasta hace poco. Sellars se encarga también de la parte escénica, con un equipo en el que participa Lucinda Childs como responsable coreográfica. La estética que se desprende de todo ello es americana hasta las cejas, con un minimalismo a la vuelta de sí mismo y con un sentido de la comunicación directo y efectivo, que enlaza, en cierta medida, con los postulados del teatro de variedades.
La obra, de más de tres horas de duración, concentró en Amsterdam a varios de los grandes popes de la organización teatral, desde Gérard Mortier hasta Nicholas Payne. La facilidad melódica y el sentido rítmico casi obsesivo determinan una fluidez musical de corte ligero, que desemboca en éxito inmediato. Queda la duda de si son temas demasiado profundos para un tratamiento musical tan reiterativo. Pero eso es otra historia. En cualquier caso, fue revelador que a Adams le ofreciese el Festival de Holanda la posibilidad de un concierto-retrato de su trayectoria anterior y eligiera solamente una parte del mismo para dar a conocer algunas de sus obras emblemáticas, con el grupo Alarm Will Sound -definido como "el futuro de la música clásica" por The New York Times- en su primera gira europea.
En la segunda parte, Adams lució sus habilidades como director de orquesta al frente de una banda de swing jazz, con temas de Miller, Goodman, Ellington y otros, en homenaje a una tradición familiar que se remonta a varias generaciones, desde la sala de baile que poseía su abuelo en New Hampshire.
Los espectáculos más intensos han tenido lugar en la Westergasfafriek, antigua zona industrial de las afueras de Amsterdam, reconvertida en espacio cultural. Wagner dream, de Jonathan Harvey, se estrenó hace un mes en Luxemburgo y visita París-Nanterre la semana próxima. Su música es colosal, con una tensión dramática excepcional y una utilización de la electrónica en vivo de una depuración asombrosa. El libretista, Jean Paul Carrière, está curtido en adaptaciones teatrales -Mahabharata- y operísticas -La tragedia de Carmen- para Peter Brook, así como en varios guiones cinematográficos para Luis Buñuel.
Hay dos acciones paralelas, una que corresponde a las últimas horas de la vida de Wagner, con actores de teatro, en la parte anterior del escenario, y otra, cantada, en la parte posterior y a mayor altura, con el sueño del compositor de realizar una ópera de tema budista, con los amores de Prakriti y Ananda. Entre ambos espacios se sitúa la orquesta (Ictus de Bruselas, impecable a las órdenes de Martyn Brabbins). Lo que se pone en juego son dos formas de acceso al conocimiento, de aspiración a la felicidad. Una "occidental", con las emociones y la pasión en primer plano; y otra "oriental", de carácter más contemplativo, con la superación de la alegría o el dolor. La wagneriana "redención por el amor" encuentra en este tipo de conflictos una atmósfera ideal.Harvey integra musicalmente estos juegos de sugerencias y Pierre Audi cuenta la historia teatralmente con claridad y poesía.
De tono más experimental es Fama, de Beat Furrer, con puesta en escena de Christoph Marthaler, a partir del libro XII, de las Metamorfosis, de Ovidio. Se desarrolla en un gasómetro, pero a los espectadores se les encierra previamente en una caja azul, formada por placas rectangulares que, en sus giros parciales, dejan ver la arquitectura del gasómetro. Los músicos del Klangforum de Viena y el coro Neue Vocalsolisten de Stuttgart se desplazan por el perímetro exterior de los espectadores. El clima de misterio sonoro que se consigue es sobrecogedor. Una actriz, Isabelle Menke, que evoca un personaje de Schnitzler, añade elementos sugerentes desde la palabra. En la integración de música, espacio, iluminación, teatro y búsqueda de nuevos lenguajes, Fama es una propuesta deslumbrante.
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