Bajo una doble condición
Los becarios de la UPV reivindican tener una carrera investigadora bien definida y que se les considere trabajadores
El personal investigador en formación (los habitualmente llamados becarios) suma a su condición estudiantil la de realizar una contribución a la ciencia. Ante ese peculiar limbo, la asociación Investigadores Precarios (IP) de la Universidad del País Vasco (UPV) reclama su reconocimiento como tales profesionales desde su incorporación a un grupo de investigación y solicitan que la carrera correspondiente esté mejor definida para tener garantías de futuro al realizar la tesis doctoral.
La mayoría de los que trabajan en la UPV (203) disfruta de una beca de la propia universidad, seguidos por los becados por el Gobierno vasco (161), y el Ministerio de Educación y Ciencia (99), según los datos del Vicerrectorado de Investigación. Reguladas por el Estatuto Profesional del Investigador en Formación (EPIF), estas becas establecen una fórmula 2+2: dos años con esa ayuda y otros dos con contrato laboral. La remuneración suma 13.200 euros en el caso de las de la UPV y el Ejecutivo y a 15.400 las ministeriales.
"No somos simples estudiantes; producimos y realizamos una aportación científica"
Otra opción habitual, no regulada por el EPIF, pasa por que un grupo les contrate a tiempo parcial para realizar un proyecto. El contrato establece un porcentaje de dedicación ajustado al presupuesto disponible (el mínimo es el 50%), pero los becarios terminan dedicando toda su jornada al grupo. "Las condiciones laborales dependen de la buena voluntad del director, cuando son responsabilidad de la universidad", critican. Más alarmante, añaden, resulta el caso de los llamados sin papeles: quienes no han obtenido una beca, la esperan o se les ha terminado, pero siguen mientras tanto su labor científica. La UPV también cuenta con personas becadas por fundaciones o centros tecnológicos que colaboran con proyectos universitarios, así como algunas contratadas como autónomas, indican. Por ello, IP reclama al Vicerrectorado que establezca el censo real del colectivo.
El objetivo de IP es ser considerados trabajadores desde el primer año mediante una figura similar a la de los Médicos Internos Residentes (MIR). "No somos simples estudiantes; producimos y realizamos una aportación científica", argumentan. Como prueba, resaltan que el 48,8% de los artículos científicos españoles publicados en revistas internacionales de prestigio están firmados en primer lugar por un investigador en formación.
Los doctorandos se enfrentan a la incertidumbre de no tener fijadas nuevas etapas para seguir avanzando. "A no ser que formes parte de un grupo muy potente cuyo director te contrate, aquí es difícil continuar, porque desde que acabas la tesis hasta que eres un científico excelente no hay programas institucionales", critican. Por ello, la empresa privada y los centros tecnológicos se presentan como una tentadora alternativa, así como los novedosos centros de investigación cooperativa (CIC).
Ane Miren Castillo, doctoranda en Bioquímica, no dudaría en aceptar un contrato así: "Todos aspiramos a tener estabilidad. La investigación supone un gran sacrificio". La bióloga Vega Asensio, quien prevé realizar en 2008 una estancia postdoctoral en el extranjero, espera continuar investigando aunque reconoce: "Al principio estás ilusionada, pero luego te vas deshinchando". Alerta de que esta situación de precariedad obliga a muchos investigadores vocacionales a abandonar la carrera.
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