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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Turquía amenaza

Una de las pocas cosas que podría hacer aún más catastrófica la situación en Irak sería una invasión del ejército turco en el norte del país, el Kurdistán cuasi independiente desde el que los kurdos separatistas del PKK atacan objetivos en Turquía, causando numerosas muertes entre militares y civiles. Desde hace semanas, 150.000 soldados turcos, con artillería y blindados, acampan en la frontera, presionando al Gobierno de Tayyip Erdogan, islamista moderado, para que dé la orden de atacar.

La invasión de Irak abriría una gravísima brecha entre Estados Unidos y Turquía, que ya ha advertido a Ankara que no mueva un dedo; podría obligar a las fuerzas del miniestado kurdo a ayudar a sus hermanos y hasta a que interviniera el régimen de Bagdad, siquiera fuese formalmente, lo que sumaría otra guerra a la que ya libran Washington y el Gobierno iraquí contra la resistencia nacional y el terrorismo islamista en el país; destruiría las esperanzas que puedan quedarle a Turquía de ingresar en la UE y crearía un nuevo y lacerante antagonismo con todo el mundo árabe, recordándole cómo el Imperio Otomano había señoreado hasta 1918 esas tierras.

Pero eso no significa que Ankara no tenga una queja grave y válida contra la nación kurda, sea turco-separatista o gobernante en su zona de Irak. La Casa Blanca no quiere soldados turcos en el área, pero no hace nada para impedir las incursiones del PKK, ante las que también permanece de brazos cruzados el Gobierno kurdo de Mustafá Barzani. Por añadidura, hay poderosos argumentos internos turcos en favor de una acción militar. No sólo la pide el ejército, en la medida que una victoria jugaría en su favor en el forcejeo con Erdogan para defender lo que llaman la laicidad del Estado, que en la práctica es su preeminencia sobre las autoridades civiles, sino que el propio Erdogan, que ha convocado elecciones el 22 de julio como contraataque político, podría considerar saludable envolverse en el manto de la patria para derrotar al enemigo que amenaza la unidad del Estado turco.

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Ante este complejo laberinto de pretensiones e intereses parece claro el camino. Estados Unidos y, sobre todo, el Gobierno kurdo deben suprimir, por la fuerza si es preciso, las incursiones terroristas contra Turquía. Y Washington, de paso, aclarar cuál es su política en el Kurdistán, siempre garantizando la unidad territorial iraquí. Así, el ejército turco carecería de excusas, a la espera, el mes próximo, de conocerse si los ciudadanos sostienen o no a un Gobierno de raíz islamista, pero de comportamiento democrático hasta la fecha.

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