Leonardo Hernández entra en el bosque
"Nos sumerge en la búsqueda del bosque que dicen que añoramos", escribe Rodrigo Domínguez, hablando de la primavera. Ayer, mientras veíamos las evoluciones del toro, hipnotizado en la cola del caballo -y los aplausos, gritando -; mientras la perfecta doma aplicada a los hermosísimos equinos les llevaba lejos del trote por campos y caminos, con pasitos medidos, los cascos en baile engatusador, los flancos orillados, casi obscenos, junto a los toros -y la gente aplaudía-, entendíamos el "dicen" del poeta. Igual sucede con los caballeros, que a menudo sustituyen con efectos y volatines la naturalidad del toreo y la buena ejecución de las suertes, y confunden el bosque que dicen que añoramos.
Tassara / Fernandes, Montes, Hernández
Toros de Flores Tassara. Sosos y parados. Rui Fernandes: pinchazo y medio, que descorda al toro (silencio); pinchazo y rejón trasero (silencio). Álvaro Montes: medio rejón y seis descabellos -aviso- (silencio); medio, rejón delantero, pinchazo y descabello -aviso- (silencio). Leonardo Hernández: rejón perfecto en lo alto (oreja); rejón desprendido (oreja). Salió por la puerta grande. Plaza de Las Ventas, 9 de junio. 3ª corrida de la Feria de Aniversario. Casi lleno.
Los toros estuvieron parados y difíciles. Fernandes erró en las suertes, dejó colgando rejones a sus toros y sustituyó por quiebros alegres los fallos en las ejecuciones. Montes le dio a su primero un sabor a campo muy de agradecer. Falló en rejones y templó en banderillas, muy cerca, como exigía su cansina condición. En el violín llegó el paroxismo, pero al medio rejón siguió un torpe verduguillo. Parecida faena se llevó su segundo, que no arrancaba, y hubo de torearlo entre quiebros, arrimones y saltos provocadores. Falló con el rejón de muerte. El tercero, aplomado, llevó una lidia torera, cercana y sin agobios, con corrección en las suertes, pero con un borrón -un topetazo- en banderillas. Los violines y el rejón, en lo alto. Oreja. También llevó lidia torera y correcta el último, parado como todos. Bien rejones, bien banderillas y rematadas las suertes. Un rejón desprendido le valió a Hernández otra oreja. Y la puerta grande.
Babelia
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