El tercer clon
La técnica que acaban de poner a punto tres laboratorios de EE UU para generar células madre -por ahora sólo probada en animales de experimentación- tiene todas las ventajas científicas y ningún inconveniente religioso. Su punto de partida son unas células vulgares de la piel. Produce cultivos de células madre genéticamente idénticas al adulto en cuestión, que es el objetivo de la futura clonación terapéutica. Pero lo hace sin crear ni destruir embriones clónicos de dos semanas, invalidando así la censura de la Iglesia católica y el fundamentalismo religioso, que consideran personas a esas entidades biológicas. España es uno de los cuatro países europeos que han legislado para autorizar la investigación en clonación terapéutica.
Las dos estrategias son en realidad parte del mismo proyecto, que no pretende más que reprogramar el genoma de una célula adulta para que dé marcha atrás hasta su estado primigenio. Hasta ahora sólo se podía hacer introduciendo ese genoma en un óvulo vaciado de su propio genoma. Naturalmente, las responsables de ello son ciertas moléculas presentes en el óvulo, y la novedad consiste en haberlas identificado para que actúen fuera de su contexto natural.
Los autores del trabajo han explicado las razones que subsisten para seguir desarrollando la clonación terapéutica. Para empezar, sin ella será muy difícil o imposible extrapolar a las células humanas el conocimiento adquirido ahora en ratones. Obtener células madre de embriones humanos clonados sigue siendo imprescindible, aunque sólo sea para saber a qué tienen que parecerse las células reprogramadas que se consigan por el nuevo método. Como ya ocurría con los dos tipos de células madre existentes hasta ahora, los científicos subrayan que la nueva línea de investigación deberá perseguirse en paralelo con sus competidoras.
El objetivo a largo plazo es la obtención de tejidos útiles para tratar enfermedades ahora incurables; como las células madre serán genéticamente idénticas al paciente, los tejidos derivados de ellas podrán serle implantados sin generar ningún rechazo inmunológico. Pero hay otra aplicación de gran importancia que no tendrá que esperar tanto: usar los cultivos celulares derivados de un enfermo para estudiar a fondo los fundamentos de su enfermedad, y muy en particular para probar baterías de nuevos fármacos potenciales. Son justo los experimentos que no se pueden hacer en las personas. Tanto las autoridades europeas como la Big Pharma (las multinacionales farmacéuticas) tienen gran interés en un procedimiento que puede acortar enormemente los plazos de ensayo y aprobación de cada nuevo medicamento, que ahora rondan los 12 años.
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