Victoria y ocupación
Hace 40 años, en la madrugada del 5 de junio de 1967, comenzaba una guerra que los árabes pensaban ganar, en la que Israel entró con aprensión y de la que salió, seis días después, convertida en una superpotencia regional. Pero también en una potencia ocupante, condición de la que no ha sabido deshacerse. Ése es el drama que han vivido israelíes y palestinos y que ha contaminado al resto del mundo: 40 años plagados de enormes errores por ambas partes. Fue una guerra de supervivencia. El presidente iraní, Ahmadineyad, ha considerado que "la cuenta atrás para la desaparición" de Israel ha comenzado. Un lamentable vaticinio que seguramente no se cumplirá, pero que recuerda el rechazo que Israel provoca en el marco geográfico en que se implantó y en el que ha sabido ganar guerras pero no la paz.
Israel ganó aquella guerra contra Egipto, Jordania y Siria en las primeras horas al conseguir destruir la aviación enemiga en el suelo, hacerse con el control del espacio aéreo y avanzar por tierra rápidamente al Sinaí, Altos del Golán y Cisjordania, en lo que pensó sería una ocupación corta que luego se ha eternizado. En el camino alimentó en el mundo árabe un sentimiento de humillación que agravó después con la guerra de 1973 y del que no se ha recuperado.
Pese a la derrota, el movimiento palestino cobró una nueva identidad y un vigor político no sólo regional sino global. Arafat se hizo con sus riendas, y a punto estuvo en 2000 de llegar a una paz basada no en el regreso a las fronteras anteriores a la guerra de 1967, pero casi. Sin embargo, el rais desperdició esa oportunidad histórica, y realmente no dejó un claro sucesor ni un plan alternativo. Hoy los palestinos se encuentran divididos, islamizados y con el riesgo, por lo que está ocurriendo en los campos de refugiados en el norte de Líbano, de alqaedizarse. En parte, se debe a que Israel no sólo no supo devolver la mayor franja de los territorios que había ocupado, sino que colonizó una parte de ellos. La excepción de la retirada de Gaza ha demostrado ser un fracaso.
Aquella guerra cambió la región y el mundo en los tiempos duros de la guerra fría en unas tierras que eran y siguen siendo uno de los centros de gravedad política del mundo. Hoy, probablemente, un conflicto como aquél no sería posible. El del verano pasado contra Hezbolá en Líbano demostró que Israel no era todopoderoso, y puso de relieve que por el bien de todos es necesario rectificar los errores cometidos hace 40 años.
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