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Cumbre del G 8
Columna
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Verde Bush

Lluís Bassets

El desastre más visible es la guerra de Irak, una catástrofe de proporciones colosales que afecta al conjunto de las relaciones internacionales y que costará muchos años enderezar. Pero hay otro desastre de efectos más profundos y prolongados, y es la política medioambiental, o mejor contra el medio ambiente, aplicada por esta presidencia de la oligarquía petrolera tejana, cuyos efectos sólo ha amortiguado su incapacidad política y la pérdida de la mayoría en las dos Cámaras. Bush quería sacar petróleo de Alaska y desproteger los parques nacionales, cosas que no ha conseguido, pero hasta ahora ha venido considerando una fantasía progresista la teoría del calentamiento global y se ha negado a ratificar el protocolo de Kioto de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.

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Las consecuencias de tal política son muy graves. No sólo porque Estados Unidos con un 5% de la población emita entre una cuarta y una quinta parte de estos gases. El rechazo norteamericano conduce sobre todo a que otros dos grandes emisores como China e India se nieguen a adherirse a un convenio internacional que introduce fuertes cortapisas a su desenfrenado desarrollo industrial. EE UU es ahora mismo la clave de bóveda de la política medioambiental planetaria, y mientras no se comprometan a alguna limitación, por modesta que sea, todo quedará en papel mojado.

De ahí que los principales firmantes de Kioto se hayan concertado para obligar a Bush a cambiar, en una conspiración que no es precisamente de gobiernos buenistas y de izquierdas. Tony Blair, Shinzo Abe y Angela Merkel están trenzando desde hace meses la firma de un acuerdo que obligue a EE UU a acercarse al compromiso de Kioto. La llegada de Nicolas Sarkozy al Elíseo no va a facilitar las cosas a Bush, a pesar de que el nuevo presidente sea considerado como el más proamericano de toda la historia de la V República. Es bueno recordar lo que dijo mirando hacia la otra orilla del Atlántico la noche de su victoria: "Quiero lanzar un llamamiento a nuestros amigos americanos para decirles que pueden contar con nuestra amistad, forjada en las tragedias de la historia que hemos enfrentado juntos. Quiero decirles que Francia estará siempre a su lado cuando lo necesiten. Pero quiero decirles también que la amistad es aceptar que los amigos puedan pensar distinto, y que una gran nación como EE UU tiene el deber de no obstaculizar la lucha contra el cambio climático e incluso de ponerse en cabeza porque lo que está en juego es el futuro de la entera humanidad".

Empezó Blair en la cumbre del G 8 hace un año en Gleeneagles cuando consiguió que Bush reconociera la existencia de un problema, aunque sólo admitió que se trataba de conseguir un medio ambiente más limpio, no de frenar el cambio climático. Ahora en Heiligendamm, Angela Merkel quiere conseguir el compromiso de reducir las emisiones de gases en un 50% para el año 2050 respecto a lo emitido en 1990 (año de arranque del compromiso de Kioto). Si Bush rechaza todo tipo de cuantificación, como ha hecho hasta ahora, le espera para el año próximo otra presidencia, la japonesa, seriamente comprometida también en la reducción de la emisión de gases.

Entre tanto, Bush llegará Alemania para la cumbre con la guardia algo más baja que hace un año. En su discurso del Estado de la Unión del pasado enero, tras la inapelable derrota republicana en las elecciones de mitad de mandato, apareció como un converso a un neoecologismo conservador, súbitamente preocupado por el calentamiento de la tierra, aunque centrado en buscar alternativas al petróleo que proporcionen mayor independencia energética a EE UU y a sus aliados. La principal inquietud deriva de la fracasada estrategia de cambio geopolítico en Oriente Próximo: ya que no podemos democratizar y convertir en zona aliada a la mayor región petrolífera del mundo, preparémonos para no depender de ella en el futuro en cuanto a suministro energético.

El secreto para este neoecologismo no está en la reducción de las actuales emisiones, sino en las nuevas tecnologías. Se trata de buscar una mayor eficiencia energética que haga disminuir las emisiones y de utilizar energías alternativas como el etanol, biocombustible fabricado con productos vegetales como el maíz o la caña de azúcar, pero también de incrementar la producción de energía nuclear. La clave política de este Bush verde no está muy lejos de sus ideas sobre la guerra preventiva. Quiere que EE UU aborde el calentamiento global de forma unilateral y a partir de la misma confianza en la tecnología, americana por supuesto, que desplegara respecto a la eficacia de sus ejércitos. De ahí que la batalla que va a librar con sus aliados europeos sea en el fondo muy similar a la que ya ha perdido en relación con la democratización de Oriente Próximo a cañonazos.

http://blogs.elpais.com/lluis_bassets/

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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