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Celebración del cuerpo

Beyoncé convoca a un alto número de famosos en su concierto de Madrid y entusiasma a los asistentes con su poderoso despliegue

Eugenia de la Torriente

La primera ovación en el concierto de Beyoncé -el primero en solitario en España- no fue para ella. Se la llevó Boris Izaguirre. Y no extrañó a nadie en medio de la coreografía que presidió la actuación. Convertido el Palacio de los Deportes en plató televisivo, pasarela de moda y valla publicitaria a partes iguales, el público elevaba los móviles tratando de inmortalizar a alguno de los múltiples famosos que aparecían en el atestado palco VIP. Había razones sobradas para tanto famoseo. Por un lado el gancho de la artista estadounidense. Por otro, el reclamo comercial asociado al concierto. Anoche Beyoncé no sólo presentaba su segundo disco en solitario, BDay. También anunciaba al mundo su alianza con el diseñador Giorgio Armani, a quien prestará su imagen para promocionar una nueva fragancia, Emporio Armani Diamonds, que se pondrá a la venta en septiembre.

Pero toda cuestión publicitaria quedó aparcada poco después cuando Beyoncé emergió de las profundidades del escenario. Nadie podrá acusar a la cantante estadounidense de no sudar la camiseta. Bueno, la lentejuela. Desde el momento en que se arrancó la larga falda de su vestido de noche para convertirlo en un escueto corpiño metálico, saltó, brincó y exhibió poderío, a golpe de cadera y de melena. Empezó con Crazy in love, el que fuera su primer éxito en solitario tras aparcar a Destiny's Child, uno de los grupos femeninos más vendedores de la historia, y la combinó con otro Crazy famoso, pero ajeno, el de Gnals Barkley.

Acompañada por una banda íntegramente femenina formada por más de 15 miembros, Beyoncé presentó un espectáculo de una simplicidad sorprendente, donde la principal atracción era su propio cuerpo. Ni naves espaciales, ni cohetes: la mayor pirotecnia que se vio fueron sus espectaculares bailes. Enmarcadas en una sucesión de conjuntos brillantes y reveladores, sus tensas curvas se retorcieron, tambalearon y ondularon hasta el mareo. También hubo alarde de potencia y virtuosismo vocal en temas como Dangerously in love, pero la cuestión primordial anoche era la carne. La de Beyoncé, claro, aunque no solamente. Hubo también bailarines que se arrancaban la camiseta, barras de stripper y coristas que se revolcaban por el suelo.

Entre el multicultural público, más de 12.000 personas, pocas adolescentes, bastantes hombres y mucha entrega. Especialmente cuando Beyoncé rindió tributo al grupo que su padre le montó en 1990 y con el que ha conseguido vender buena parte de los 60 millones de discos queha colocado en el mundo. Vestida con un body que despertaría la envidia de una vedette de Tropicana, repasó algunos los temas más célebres de los cuatro álbumes de Destiny's Child. Desde No, no, no, que las catapultó a la fama en 1998, hasta Independent Woman, que se incluyó en la banda sonora de la película Los Ángeles de Charlie.

No fue el único guiño cinematográfico. Sonaron acordes de la sintonía de la Pantera Rosa, en cuyo reciente remake participó. Beyoncé no sólo hace música y anuncios. También sale en películas (la última, Dreamgirls) y quiso dejar clara su vocación de actriz con un amplio repertorio de muecas en Flaws at all. Cerró con Dejà vu, el tema más conocido de su último álbum, del que lleva vendidos más de 4 millones de copias en todo el mundo y que acaba de completar con una nueva versión con DVD y varios temas en castellano. Antes de terminar, eso sí, hubo tiempo para un recordatorio. Escultural y exhausta, con la melena azotada por el omnipresente ventilador, preguntó: "¿Sabéis cómo se llama mi último perfume?".

Beyoncé, durante su actuación en Madrid.
Beyoncé, durante su actuación en Madrid.EFE
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