111 billones de veces
El pelotón de estudiantes de un colegio que ha venido a presenciar el juicio dormita y se aburre. No son los únicos: un asistente, tal vez una víctima, tal vez un curioso, culmina un sudoku. Uno de los adolescentes del colegio, con una camiseta diabólica y pelo a lo Bob Marley, se sienta al lado de los encarcelados. Pero la disertación de los especialistas en teléfonos y cruces de llamadas es tan monótona ahí como en cualquier otro lado. Hay dos chicas que aprovechan para leer novelas de terror.
Los profesores asienten y acceden cada vez que algún alumno suyo se acerca para pedir permiso para ir al baño.
En esto entran dos especialistas en genética y la sala se convierte en una imprevista clase de probabilidad y estadística, como las de COU:
-Ustedes tuvieron que viajar hasta Argel para hacer la prueba de ADN a los padres de Allekema Lamari ¿no es cierto?, pregunta el fiscal.
Allekema Lamari es uno de los terroristas que se suicidaron en un piso de Leganés al verse cercados por la policía detonando un cinturón de cartuchos de dinamita que se habían abrochado al cuerpo. Algunos de los restos de los cadáveres acabaron en el fondo de la piscina del edificio. Al oír esta parte, las estudiantes de la novela de terror levantan los ojos y miran hacia delante.
-Sí, para ratificar que el cadáver número 6 encontrado en Leganés pertenecía a Lamari era necesario determinar su perfil genético. Para ello, se consultó el perfil genético de sus padres, Mohamed y Telya. Se les tomaron muestras de saliva.
-¿Y cuál fue el resultado?, pregunta el fiscal.
-Pues que el índice de paternidades es de 111.481.400.000.000. Esto es, hay más de 111 billones de probabilidades de que el cadáver sea el de un hijo suyo.
El perito añadió:
-Dicho de otra manera: la probabilidad de que el hijo sea suyo es de cero, coma, nueve, nueve, nueve, nueve, nueve...
-Vamos, periódico puro, le interrumpe el juez Javier Gómez Bermúdez, que por una vez, y sin que sirva de precedente, se pasa de listo.
-Bueno, no. Al final hay un uno. Son doce nueves y un uno al final. Esto quiere decir que el tanto por ciento de que sea su hijo es de 99 coma doce nueves y un uno al final.
-Ah, exclama Gómez Bermúdez.
La explicación ha sacudido algo la modorra de la sala. Pero pronto los adolescentes se vuelven a impacientar y a pedir permiso para salir de ahí al baño o a donde sea. En esto, a los chicos les pasa lo mismo que a los encarcelados a los que observan en silencio: todos deben pedir permiso para ir al baño y abandonar, aunque sea por unos minutos, esta sala donde las novelas de terror sobran.
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