Cine de papel
Un festival de cine genera mucho papel. Además de los catálogos, folletos y press-books, Cannes justifica libros. Los suyos, los de autocelebración, y los de los demás. Y ahí hay de todo. Por ejemplo, la evocación literaria que hace J. M. G. Le Clézio en Ballaciner de las películas o las personalidades del cine que le han marcado, de Harold Lloyd a Almodóvar. Es un libro de alguien que sigue alimentando de cine su imaginación y que no ha entrado en fase nostálgica. No puede decirse lo mismo de Fréderic Mitterrand en Le Festival de Cannes, que mitifica la juventud -del cine y de sus amores- y cierra el recorrido o el respeto por ese mundo el día en que, en pleno festival, llega la noticia de la muerte de Rita Hayworth y ni por un momento se apagaron las risas de la recepción. Alain Tanner es de otra madera. En Ciné-mélanges admite que su tiempo ha pasado -"los problemas de financiación o de difusión del filme se han convertido en tal pesadilla..."- y celebra haber vivido cuando la utopía de un cine libre parecía una realidad. Nos deja unos cuantos aforismos: "El découpage es de derechas y el montaje de izquierdas", "mi velocidad preferida es la lentitud", "en el cine, cuanto más real, más falso" o "la dirección de actores no existe".
Entre las publicaciones impulsadas por el propio Cannes -la mayoría concebidas como libro-regalo o libro-fetiche, con centenares de excelentes fotos-, la más interesante es la que reúne las lecciones de cine que desde 1991 dicta cada año un cineasta distinto. Así vamos a descubrir lo que el cine o hacer cine es para cada uno de ellos. Milos Forman filma porque es su manera de escribir, mientras que Wong Kar-wai piensa las imágenes en función de la música. Para Sydney Pollack, lo interesante es dirigir a los actores, mientras que Agnès Varda se siente pintora y fotógrafa. El más materialista y preciso es Volver Schlöndorff, que hace un elogio de la función artística del dinero.
Babelia
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