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El conflicto de Oriente Próximo

Al Qaeda lanza a su legión extranjera contra Líbano

Islamistas de varios países luchan en la batalla de Trípoli, que ha causado decenas de muertos

Líbano rememora la tragedia de la guerra civil (1975-1990). Idénticas imágenes de edificios bombardeados y soldados y milicianos a tiro limpio. Fatah al Islam, que desde el domingo lucha contra soldados libaneses en el campo de refugiados palestino de Naher el Bared, en Trípoli, niega pertenecer a Al Qaeda, pero admite que su ideología y objetivos son un calco. Fuentes próximas al Gobierno, que culpan al régimen sirio de instigar la operación, en la que ya han perecido 67 personas, aseguran que entre los militantes detenidos hay ciudadanos de Yemen, Sudán, Jordania y Siria. La bandera de Al Qaeda golpea por vez primera en Líbano y amplía su radio de acción. La batalla continuaba ayer por segunda jornada, en la que fallecieron nueve civiles.

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El sábado, según portavoces policiales, los guerrilleros asaltaron un banco en Trípoli, en el norte de Líbano. El domingo, el Ejército decidió montar puestos de control en los alrededores de la ciudad, que fueron atacados por los fundamentalistas de Fatah al Islam. El contraataque de los militares fue inmediato y causó 57 muertos: 27 soldados, 15 milicianos y 15 civiles.

El Ejército empleó proyectiles de mortero mientras los milicianos islamistas resistían y trataban de quebrar el cerco con todos los medios a su alcance. El mufti de la región de Akar, Osama al Rifai, acusó a los fundamentalistas de emplear a menores como escudos humanos. "Acabo de recibir información de mis clérigos en el interior del campo de que se están protegiendo con niños para defender sus posiciones de los bombardeos", comentó Al Rifai a la cadena de televisión Al Yazira. Las organizaciones de derechos humanos, entre ellas la Cruz Roja, se muestran convencidas de que la cifra de muertes se elevará considerablemente.

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El recuento de víctimas no puede ser preciso, porque los tanques rodean el campo sin poder romper el espinazo de los guerrilleros, que resistían ya por la noche en las callejuelas de Naher el Bared. Un portavoz de la organización, Abu Slaim Taha, amenazó: "Si el Ejército no detiene sus ataques, responderemos fuera de Trípoli. Es un asunto de vida o muerte". Es precisamente la propagación de la guerra a otros enclaves de refugiados uno de los temores del Ejecutivo de Fuad Siniora, que recibió el apoyo de los países occidentales al ataque contra la milicia. De modo que el Ejército también tomó posiciones en las inmediaciones de otros campos, como el Ain el Helue, en Sidón, al sur de Beirut, donde milicianos armados también patrullaban las calles.

Son 400.000 los palestinos que malviven en Líbano. Parte de ellos son gente expulsada en 1948, en los meses previos y posteriores a la fundación de Israel, y que arrastra la carga de que la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) fuera un factor esencial en el estallido de la guerra civil en 1975.

El jefe del movimiento palestino Al Fatah en Líbano, Sultan Abu al Ainain, se apresuró a rechazar categóricamente la vinculación entre la población palestina y Fatah al Islam. "Esta banda criminal pretende alcanzar un objetivo político con el momento en que ha atacado al Ejército libanés. No es más que un instrumento de las órdenes dictadas desde el extranjero". No precisó a qué países u organizaciones aludía, pero la referencia apunta directamente a la intromisión de Siria en la política libanesa. Al Fatah de Palestina también se desvinculó de toda relación con la banda islamista que pelea en Trípoli.

Fuentes muy cercanas al Gobierno aseguran que entre los detenidos y los caídos hay ciudadanos de Yemen, Sudán, Jordania y Siria, un indicio de que la inspiración islamista más radical se halla detrás de Fatah al Islam. Pero añaden que el régimen de Bachar el Asad no es ajeno al estallido de violencia. Y es que el Gobierno de Beirut ha aumentado recientemente la presión sobre Naciones Unidas para que establezca el tribunal que debe juzgar los asesinatos políticos acaecidos desde febrero de 2005, empezando por el del ex primer ministro Rafik Hariri, crímenes de los que responsabiliza al Gobierno de Damasco, pese a que no se han presentado todavía pruebas concluyentes. El ministro de Asuntos Exteriores sirio, Salid Mualem, negó toda implicación en este nuevo episodio de violencia.

Por su parte, Hezbolá, no sin dejar de criticar al Gobierno de Siniora, condenó "cualquier ataque contra el Ejército libanés". Tampoco es de extrañar, dada la adscripción religiosa chií del partido-guerrilla, muy alejado de los postulados de Al Qaeda. En un comunicado, Hezbolá alabó el papel desempeñado por las Fuerzas Armadas y advirtió del riesgo de "una escalada de las hostilidades que conducirían a la expansión de los combates por Líbano".

Desde hace casi tres años -tras la aprobación de la resolución 1.559 de Naciones Unidas que forzó la retirada militar siria de Líbano- la violencia interna, guerra entre Israel y Hezbolá aparte, ha ido creciendo paulatinamente. Entre otros motivos porque uno de los mandamientos de la ONU, el desarme de las milicias, ha sido incumplido flagrantemente. No sólo Hezbolá, tampoco las falanges cristianas ni otros grupos adscritos a otras confesiones, se han quedado de brazos cruzados. El pesimismo cunde en Líbano. El Gobierno teme también que los atentados, como el de la noche del domingo en Beirut, que mató a una mujer de 63 años en un barrio cristiano, se extiendan por el país. Anoche mismo, otra bomba, esta vez en el céntrico barrio suní de Verdun, también en la capital, causó al menos siete heridos.

Soldados libaneses vigilan la entrada principal del campo de refugiados de Naher el Bared ayer en Trípoli.
Soldados libaneses vigilan la entrada principal del campo de refugiados de Naher el Bared ayer en Trípoli.REUTERS

La guarida de Fatah al Islam

Fatah al Islam nació en noviembre como una escisión de Fatah-Intifada, a su vez desmembrada de la matriz original. Son unos escasos centenares de guerrilleros, pero no es sencillo derrotarles sin un coste en vidas muy elevado. Este movimiento, fiel a las señas de identidad de Al Qaeda, ha hallado una buena guarida en los campos de refugiados palestinos. Son 12 en todo Líbano y acogen a 400.000 personas. Pero más relevante es que son zonas vedadas al débil Ejército libanés.

Son barrios urbanos depauperados, insalubres, sin infraestructuras, plagados de charcos negros cuando llueve y polvorientos e irrespirables casi siempre. La población de varios de ellos soporta unas condiciones de vida peores que las que se observan en Gaza. Es el caldo de cultivo para que una milicia se haga fuerte.

Aunque las fuerzas de seguridad dicen que palestinos de otros campos se han trasladado al de Nahar el Bared, todo indica que la cuestión palestina no está en juego, aunque estos refugiados pagan el precio de los muertos civiles. El jefe del movimiento palestino Al Fatah en Líbano, Sultan Abu al Ainain, afirma que sólo el 3% de los militantes de Fatah al Islam son palestinos. Tal vez sean más, pero los cuerpos de seguridad libaneses creen que se han infiltrado en los campos hombres de otras nacionalidades y que son manipulados por Siria.

El palestino Shaker al Absi, líder del grupo, fue condenado en Jordania por su presunta implicación en el asesinato de un diplomático estadounidense. Al Absi explicó dos meses atrás a Reuters que su ideario se resume en "el combate a los infieles".

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