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Tribuna:Feria de San Isidro
Tribuna
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Plazas imposibles

Xavier Monteys

La instantánea, una curiosidad, nos permite caer en la cuenta de los valores de estos edificios, las plazas de toros, a caballo entre la arquitectura y el urbanismo, entre el edificio y la ciudad. La foto puede ser dividida en cuatro (prácticamente por sus mitades). La parte inferior de la foto nos ofrece una imagen que sólo permite hablar del arte al que se dedican estos edificios. Nada que decir a no ser de la oportunidad del momento, plásticamente hablando, tan centrado, tan bien recogido el instante por el trazo curvilíneo de la barrera. Una faena perfectamente simétrica entre los dos burladeros, ocupa el centro de la atención y del encuadre. Esta parte de la foto sólo tiene un insignificante detalle, que sin embargo cuenta mucho de su excepcionalidad: la sombra. Ésta corta como un cuchillo el ruedo en línea recta, desde el borde inferior izquierdo hasta el centro de la imagen, y delata que las dos partes inferior y superior de la foto no encajan del todo. En las plazas de toros lo común es que la sombra proyecte una forma de media luna sobre el ruedo, que se mueve en el sentido contrario a las agujas del reloj a lo largo de la tarde.

La parte superior, sobre todo si la observamos tapando la parte de abajo, aparece como una especie de perspectiva de una de esas fantasías futuristas tan propias de otros tiempos. Ya sé que no tenía nada de fantasía futurista para los reclusos y sobre todo para los numerosos presos políticos que allí se pudrieron durante años. Pero observada ahora con cierta distancia llama la atención la diferencia entre sus dos mitades: la izquierda y la derecha. Lo que parece un bloque residencial y una fábrica de turbinas. Ambas forman una perspectiva forzada por su coincidencia que conduce a un centro que sólo se intuye a través de su cúpula inquietante y siniestra. Esta especie de perspectiva brutal es como una ciudad de pesadilla.

El conjunto nos brinda una imagen ciertamente diacrónica. Arriba una ciudad despiadada, cuyo centro está ocupado por un edificio cerrado y en la que la repetición de las ventanas y el emparejamiento de la residencia con la fábrica son sus cartas de presentación. Y, abajo, otra ciudad muy distinta en fiestas que en este contexto imaginado parece una reivindicación del espacio público, de la plaza. Esta improvisada plaza y su público, de espaldas a la cruda realidad, son aquí una reafirmación de lo urbano. Por unas horas el patio de la cárcel se convirtió en plaza y las fachadas de las galerías en andanadas.

Observar esta plaza imposible tal vez sirva para darnos cuenta de lo simple, lo eficaz y lo hermoso de las de verdad. A veces hemos de notar la ausencia de algo para apreciarlo. En este país, en el que las plazas de toros tanto se repiten, nos conviene darnos cuenta de lo que valen. Desde el más modesto y elemental, hasta el coso más culto, trazado a compás de una sola línea, ponen sus esfuerzos por hacer que la arquitectura que ciñe y corona estos espacios los acompañe. Lo debe hacer sin estridencias en interés del espectáculo que allí se da y por respeto a lo que ocurre en el ruedo y a los que se juegan la vida. Hay en las plazas de toros una coordinación impecable entre el ruedo y los elementos arquitectónicos que se repiten y que lo acompañan, barreras, gradas y galerías, parecen una réplica de piedra de las geometrías que se dibujan en el ruedo. Basta con que no estén, como aquí, para que nos demos cuenta del valor de los que pasamos por alto.

También hay otra ausencia en la foto y es otra imposibilidad. Las plazas tal y como las conocemos, se han construido lentamente a lo largo del tiempo, porque su forma y lo que allí ocurre se han hecho al unísono. Como edificios autónomos, tal y como los conocemos hoy, tienen su origen en la ciudad, fueron un día plazas y se convirtieron en edificios. Esto sirve para darnos cuenta de que las plazas son arquitectura, son también algo tangible y no sólo un vacío. Son edificios al revés. Por eso su arquitectura y el espacio que definen van a la par. Exactamente como no ocurre aquí. Esta foto, extrañamente hermosa, es la evidencia de que las plazas de toros y las plazas de nuestras ciudades aún tienen qué decir.

Los que allí torearon, dos internos (los novilleros colombianos Curro y Manolo Valencia, presos por entonces) y dos alumnos de la Escuela de tauromaquia de Madrid, no dieron aquel día una lección de toreo, dieron una lección de urbanismo.

Xavier Monteys es arquitecto, catedrático de la Universidad Politécnica de Cataluña.

Novillada celebrada el 5 de mayo de 1993 en el patio de la sexta galería de la cárcel de Carabanchel.
Novillada celebrada el 5 de mayo de 1993 en el patio de la sexta galería de la cárcel de Carabanchel.BERNARDO PÉREZ

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