La batalla que quiso decidir
En marzo de 1937, el ejército expedicionario italiano, enviado a España por Mussolini para ayudar a Franco, emprendió una ofensiva que tenía el carácter de decisiva. Desde el noreste de Madrid, las divisiones de voluntarios fascistas rompieron las primeras líneas de defensa republicanas y amenazaron la capital con la intención de entrar por la calle de Alcalá y finiquitar la resistencia del ejército popular. Había entonces en ambos bandos una conciencia similar sobre el significado de la posible toma de la capital por los rebeldes. Para Franco, entrar en Madrid significaba terminar la guerra, por el impacto moral que provocaría en sus enemigos. Lo había intentado ya dos veces: en noviembre, cuando sus mercenarios moros y legionarios llegaron a pisar la Moncloa, y en febrero, cuando un ejército mucho más musculoso pretendió romper las comunicaciones con Valencia en el valle del Jarama. La resistencia popular, apoyada en las Brigadas Internacionales, quebró sus propósitos por dos veces.
GUADALAJARA 1937
Pedro Aguilar, Raúl Conde,
José García de la Torre, Joaquín Hernández
Diputación de Guadalajara
Guadalajara, 2007
429 páginas. 12 euros
Los contingentes italianos mandados por el general Roatta estaban en marzo pletóricos de moral, después de haber hecho la guerra por su cuenta en Málaga y haber tomado la ciudad sin grandes esfuerzos, haciendo gala de su concepto de "guerra célere", con gran exhibición de material de transporte, artillería, blindados y aviación. Para Mussolini, una nueva victoria de sus tropas, esta vez en Madrid, significaría un golpe propagandístico gigantesco, y una lección a Franco sobre quién podía mandar en la guerra.
La batalla se desarrolló en sus primeros días como había previsto el mando italiano. Después, la climatología y la inesperada reacción de las fuerzas republicanas colaboraron en darle la vuelta a las tornas, y lo que era una operación de gran estilo se convirtió en una derrota escandalosa. Una derrota que fue contemplada por Franco con poco disgusto, según testigos.
El libro de los cuatro investigadores alcarreños habla de esa batalla en su día a día, con una descripción precisa de los movimientos tácticos. Pero se detiene de forma especial en un aspecto al que suelen atender poco los libros sobre acontecimientos bélicos: en el paisaje físico y, sobre todo, humano, en que tuvo lugar el encontronazo. Hay otros libros que han contado con precisión los hechos militares en Guadalajara. Pero este volumen colma un vacío, el de la narración de los españoles, combatientes y civiles, que fueron protagonistas pasivos o activos de los combates. Un esfuerzo de memoria oral que vale la pena conservar, porque contribuye a entender un poco más aquella guerra tan sangrienta como poco romántica. Cuando uno lee sobre los sufrimientos de la gente, queda poco romanticismo en la visión de las cosas.
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