Prometer es gratis
Jurar es pecado. Prometer es gratis. De ahí que los candidatos, prácticamente todos, se hayan lanzado a una desenfrenada carrera de promesas. Alberto Fernández tiene poderes. ¡Mágicos! Desde la alcaldía se compromete a rebajar la aportación a la seguridad social. Pero de todos, quien más domina es Jordi Portabella. El pasado lunes desempolvó un viejo proyecto de Salvador Rueda y anunció su intención de revolucionar el sistema de transporte público de Barcelona con un sistema "ortogonal". En su versión divulgadora, Portabella defiende que pase un autobús por cada calle. Eso sí, con distancias máximas de 100 metros entre cada línea. En el Eixample, sin ir más lejos, tendrán que pasar por las porterías, porque las manzanas miden 125 metros. Es igual: nada de cinco líneas por la Gran Via y siete por la Diagonal. Una en cada calle y basta. Y si la gente tiene que doblar la esquina, que cambie de autobús.
La propuesta ha sido asumida por ecologistas de salón y por Portabella. A Transportes de Barcelona, que ha tenido varias sugerencias similares, le pone los pelos de punta porque lo que más molesta al usuario del autobús es la espera y el cambio de línea. Las dos cosas combinadas pueden conseguir que la gente acabe quemando los vehículos.
En Barcelona hay 3.856 calles y hoy por hoy dispone de 1.066 autobuses. Además, de las 109 líneas, 30 superan el ámbito de Barcelona. Pues se cortan. Luego, se puede pulir la propuesta y dejar algunas calles sin autobús. Sobre todo, si hay poca demanda. El paso siguiente es volver al sistema actual. O sea, un viaje para el que sobran alforjas.
Un ejemplo práctico: la línea 56. Parte de Riera Blanca y luego gira en Sants. Mal hecho. Que empiece en Sants y listo. Recorre toda la carretera de Sants (a saber si Portabella la corta donde cambia de nombre y pasa a llamarse Creu Coberta) y gira en la plaza de Espanya hacia la Gran Via. Nada, se acaba en la plaza de Espanya y la gente que haga transbordo, que camine, que es bueno contra el colesterol. Supongamos que la persona que viaje no va, en realidad, a la Gran Via sino a Consell de Cent. Entonces debería bajar en la confluencia de esa calle con Creu Coberta y tomar la línea que fuera por esa calle hacia el centro de la ciudad. Pero resulta que en ese punto Consell de Cent es dirección contraria. Pasa en algunas calles. La propia carretera de Sants no es de doble dirección en su confluencia con Collblanc, justo donde arranca la línea 56.
La propuesta no es innovadora. Ha habido otras. La última se denomina Transantiago porque se aplicó en Santiago de Chile y fue mano de santo: hizo que dimitiera el ministro de Transportes y estuvo a punto de acabar con el Gobierno entero. Fue, salvando las distancias, el equivalente a la huelga de tranvías de Barcelona.
Cabe que Portabella de todo esto no sepa nada. No sería la primera vez que habla de algo que ignora de forma esférica (es decir, se mire por donde se mire).
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