_
_
_
_
_
El 'blog' del novato | Elecciones 27M
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ojos gigantescos

Cuando era pequeño y la profesora nos preguntaba en la ikastola qué queríamos ser de mayores, yo no respondía ni astronauta, ni bombero ni delantero del Athletic. Yo quería ser madrileño. Puede que con el paso de los años mi memoria haya alterado este recuerdo y que no fuera exactamente así, o que simplemente pretenda quedar bien ante ustedes, estimados lectores. Pero la cuestión es que por una sucesión de azares la vida acabó convirtiéndome en ciudadano de Madrid.

Vasco de nacimiento, madrileño de adopción. Esto no debería importar demasiado porque al fin y al cabo soy un blogger que trabaja en Internet y pasa gran parte de sus horas de ocio conectado. Lo mismo podría estar en Montevideo que en Calcuta, pero es Madrid la ciudad que veo cuando despego los ojos del monitor y me asomo a la ventana.

No voy a insistir en el tan manido tópico del Madrid que acoge al visitante, de la ciudad que hace propio al forastero, de la mezcla de acentos, colores y sabores. Seguramente ustedes que me leen habrán bailado una bachata en un centro asturiano o pedido un bocadillo de calamares en un restaurante chino y saben mejor que yo que todo lo anterior es cierto.

Si bien llevo casi un lustro residiendo en esta ciudad no fue hasta hace un par de años que decidí dar el gran paso. Me empadroné en Madrid. No fui consciente de lo que había hecho hasta que me encontré en una estación de metro un cartel de Gallardón junto a otro de Sebastián.

Los dos gigantescos pares de ojos me miraban fijamente, los dos candidatos me mostraban una sonrisa diseñada al milímetro por algún prestigioso experto en marketing, los dos partidos políticos veían en mí lo mismo: el voto de un nuevo madrileño de 26 años que pronto entrará por vez primera en un colegio electoral de la ciudad.

¿Le hago caso al cartel de la derecha, le obedezco al cartel de la izquierda o salgo a la calle a buscar otros carteles?

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_