Maragall da un respiro al PSC
Pasqual Maragall ha enterrado el hacha de guerra. Al menos por ahora y mientras dure la campaña electoral. El ex presidente de la Generalitat quiere evitar que el Partit dels Socialistes (PSC), que pese a todo sigue presidiendo, sufra más de lo imprescindible en vísperas electorales. Por eso ha moderado algunas de sus recientes y duras críticas al proceso estatutario, ha rectificado otras y ha matizado las más escabrosas. Eso sí, sin retractarse del fondo de sus declaraciones.
Casi 'secuestrado' por sus colaboradores y el PSC, evita declaraciones a la prensa
El ex presidente está agobiado porque cree que se le ha malinterpretado
Su esposa, Diana Garrigosa, también pide el voto para el Partit dels Socialistes
Maragall entierra sus críticas al proceso estatutario en Miravet
Ayer mismo dio una nueva muestra de esa prudencia. En el primer día de campaña se dejó caer ni más ni menos que por Miravet, el pueblo a orillas del Ebro que en noviembre de 2004 acogió la primera reunión de impulso al proceso de reforma estatutaria. El mismo proceso del que no hace muchos días afirmaba que "no ha valido la pena". De poco sirvieron las insistentes preguntas de los periodistas sobre el sentido de estas palabras en un lugar tan emblemático para el Estatuto. El ex presidente, casi secuestrado por sus colaboradores y los del PSC, no respondió a nada.
Escoltado por la vicepresidenta del partido, Manuela de Madre, y por miembros del equipo de comunicación del PSC, Maragall midió ayer sus palabras como lo ha hecho en los últimos días. Se limitó a constatar que en Miravet vivió "uno de los mejores momentos personales y políticos" y sólo hizo temblar a los socialistas que le acompañaban cuando, justo delante del molino que albergó la reunión de los líderes políticos catalanes en 2004, le pidió a su jefa de gabinete por sorpresa que le acercara un papel. Ni más ni menos que la declaración aprobada aquel día. Sólo leyó en voz alta uno de los seis puntos, el que constata la "necesidad y la utilidad de la reunión de Miravet" y compromete a todos ellos a "mantener estos encuentros siempre que sea necesario para la buena marcha del Estatuto".
El detalle no dejó a nadie indiferente. Sobre todo si se tiene en cuenta que la reunión final para aprobar el Estatuto se celebró muy lejos de Miravet, en el madrileño palacio de La Moncloa y con el convergente Artur Mas y José Luis Rodríguez Zapatero como únicos protagonistas.
Pero Maragall parece decidido a aparcar por ahora sus resentimientos y, sobre todo, verbalizarlos en público. Fue así en Miravet y también anteayer en Lleida, donde pronunció el pregón de la fiesta mayor. Es más, en la capital del Segrià, Maragall elogió el Gobierno catalán presidido por José Montilla. Dijo de él que está haciendo "las cosas bien", cuando 10 días antes se descolgó con críticas al conjunto de la clase política catalana por su "falta de ambición". No fue el único ejemplo de contraste y, para algunos, de marcha atrás. En un artículo de opinión publicado esta misma semana en La Vanguardia, Maragall también matizó su lapidaria afirmación de que el proceso de reforma estatutaria no valió la pena. Ello sólo sería cierto, rectificó, en caso de que el Estatuto "acabara sufriendo un serio recorte a partir de una hipotética sentencia del Tribunal Constitucional".
Las serpenteantes maniobras de Maragall ya no sorprenden a una dirección del PSC que deja hacer a su impredecible presidente sin perderlo de vista. Los socialistas tienen el convencimiento de que el temporal empieza a amainar. O como mínimo el primer embate.
"Maragall quiere al partido, de hecho es su padre. No me lo imagino haciéndole daño aposta, y menos ante las municipales", mantiene un destacado dirigente socialista. Otra persona, ésta del entorno del ex presidente, sostenía ayer que Maragall está algo agobiado por el impacto que han provocado sus críticas: "Él cree que sus palabras se han malinterpretado y quiere volver a llevar las cosas a su cauce".
No faltan pruebas de que ésta es su intención. Maragall no se limitó a hablar ayer del Estatuto que no pudo ser: hizo campaña activa por su partido. O mejor dicho, para los candidatos socialistas de Miravet, Amposta y Roquetes. En Amposta se paseó por las calles, repartió besos, sonrisas y hasta propaganda de los socialistas. Y no lo hizo solo. Diana Garrigosa, su esposa, le acompañó en todo momento. Tampoco le dolieron prendas a la hora de pedir el voto para el PSC. A la vista de la escena, casi parecía olvidado el sonoro portazo de Garrigosa cuando se dio de baja como militante después de que su marido fuese apartado de la carrera para la reelección, en beneficio de José Montilla. Ayer, a 15 días para las elecciones municipales, todo fueron sonrisas.
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