"Necesitaba ser testigo y trasladarlo al mundo"
Desirée Martín, fotógrafa canaria de 32 años, veía cada día desde su casa, en la playa, cómo llegan al puerto los cayucos cargados de inmigrantes subsaharianos, sedientos y hambrientos, después de unas trágicas travesías. Dejó su cómodo trabajo fijo en una agencia para poder dar a conocer al mundo un drama que Europa parecía ignorar. "No podía estar haciendo ruedas de prensa en el Cabildo y reportajes de vendimia cuando a la playa estaban llegando miles de personas que huían de la miseria. Yo necesitaba ser testigo de aquello y trasladarlo al mundo".
Para conseguirlo, Martín vivió durante seis meses en su coche (un Peugeot 206). Se aseaba en las instalaciones del puerto y las camareras se convirtieron en sus madres. "Sabían lo que quería desayunar y todos los días me lo tenían preparado". Pero no considera que estas guardias periodísticas tengan ningún mérito especial. "Si delante de la clínica Ruber hay fotógrafos y periodistas día y noche por el nacimiento de una infanta, cómo no voy a estar yo para dar testimonio de un drama como éste".
El 21 de marzo de 2006, a las ocho de la mañana, había movimiento en el puerto. La Cruz Roja y las patrullas de salvamento se habían movilizado. Algo pasaba. Pero hasta las 12.03 Martín no consiguió, desde el puerto, la foto de unos desesperados brazos negros alzados al cielo en busca de una botella de agua. Competía con grandes medios (CNN, Reuters, Associated Press) que alquilaban, por 200 euros la hora por persona, barcos para "pescar" esas imágenes. Ella no lo hizo por dinero. Por la instantánea, difundida por la agencia Efe, la fotógrafa cobró 12 euros. Fue publicada en la portada de Abc y las páginas interiores de otros periódicos nacionales.
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