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Columna
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Especulaciones

Enrique Vila-Matas recordaba en la edición catalana de este periódico una idea del poeta polaco Adam Zagajewski, extraída de su libro de prosas Dos ciudades, según la cual la música habría sido creada para la gente nómada, mientras que la pintura, en cambio, sería concebida para los sedentarios. Son especulaciones literarias, pero la teoría, pese a todo, es plausible. Las cuevas de Altamira están llenas de pinturas rupestres que incluso se emplearon, algún tiempo después de su realización, para adornar las cajetillas de una vetusta marca de tabaco infumable.

Nobles primero y burgueses después contribuyeron a ensanchar (o quizás a estrechar, quién lo sabe) el arte plástico. No hay pintura sin techo y sin guarida (como mucho, hay graffitis). La música, por contra (con el permiso de Teddy Bautista), está en el aire. Nos podemos cruzar por la calle con multitud de hombres y mujeres, jóvenes en su mayoría, conectados a sus pequeños, casi invisibles reproductores musicales. Paseantes enchufados a Mozart o a Bisbal, corriendo por un parque o apeñuscados en un vagón de metro en hora punta, moviendo la cabeza rítmicamente o con gesto de místico arrobo.

No sabemos qué música oía ni que cara ponía al escucharla el asesor urbanístico de Marbella, pero sabemos que tenía en el cuarto de baño de una de sus mansiones un cuadro de Miró. No hay pintura sin cuarto de baño. Se puede ganar tanto especulando con el hormigón que al final no te queda más remedio que gastarte el dinero en algo tan perfectamente inútil como el miró que anima la pared de tu excusado. Hace unos años, la empresaria Esther Koplowitz, principal accionista de FCC (Fomento de Construcciones y Contratas) y vicepresidenta de Cementos Portland fue víctima de un robo. Le sustrajeron diecisiete cuadros, entre ellos un goya, un sorolla y un brueghel. No hay pintura sin techo, es decir, sin cemento que posibilite nuestro sedentarismo.

Todos esos muchachos y muchachas que deambulan por nuestras ciudades escuchando su música (con el permiso de Teddy Bautista) no tienen casa propia ni es fácil que la tengan en los próximos lustros o décadas. De modo que ninguno se tendrá que comprar un miró para ponerlo en la pared de ese cuarto de baño que no tienen. Así es que les queda finalmente (con la anuencia de Teddy Bautista) la música. Nómadas de la música y sedentarios de la pintura. Ya ven que Zagajewski no andaba desnortado. Caminar escuchando a Mozart o a Bisbal, desde luego, puede ser saludable, lo es sin duda, pero uno corre el riesgo de distraerse y perderse en el camino. A lo mejor por eso este fin de semana miles de personas (jóvenes y menos jóvenes) desconectaron por un rato la música y se manifestaron en favor de una vivienda digna y contra la especulación inmobiliaria en Madrid, Barcelona, Zaragoza, Murcia, Almería, Salamanca, La Coruña, Santiago de Compostela, Marbella, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas. Ninguna ciudad vasca se sumó a esta movilización, aunque el problema de la vivienda nos acucia de la misma manera.

En Bilbao, en el barrio de Miribilla (una de las zonas "emergentes" de la ciudad) el precio de las viviendas de venta libre se ha casi triplicado en apenas cuatro años. Un piso de 95 metros cuadrados y tres habitaciones cuesta una media de 550.000 euros, con e de enormidad y estupidez. Una gran parte de los vecinos, sin embargo, habitan una vivienda de protección oficial, con garaje y trastero, como mandan los cánones en este país nuestro. Gracias a ello, los garajes del barrio se llenan de bemeuves y de audis. Todo es disparatado, pero todo es real. A principios del siglo XX la economía especulativa representaba sólo el 2% a nivel mundial; a principios del XXI, lo dicen los expertos, la economía es en un 98% pura especulación. Se especula con un cuadro de Miró que, en el fondo, ni siquiera le gusta a su dueño, y se especula con una vivienda que es también un derecho. Enriquecerse es lícito. Especular, incluso, puede ser arriesgado: es posible morir degollado dentro de un francis bacon o ahogarse en la profundidad de un canaletto, sobre todo si cuelga en la pared del baño. Son los peligros de la especulación y del sedentarismo. Menos mal que la música (con el permiso de Teddy Bautista) suena en el aire.

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