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Reportaje:ESCAPADAS | Oñati | Fin de semana

Entre el santuario y la universidad

Entre la primera universidad del País Vasco y su santuario por excelencia apenas distan una decena de kilómetros, los que llevan del núcleo urbano de Oñati hasta el barrio de Arantzazu, en las estribaciones de la sierra de Aitzkorri. Supone un recorrido por la historia de uno de los enclaves más atractivos de Guipúzcoa, que ha conservado, en el valle, su encnato a pesar de la industrialización, y, en las cimas, todo su misterio, aunque el peso del turismo sea muy notorio.

La Universidad de Oñate surge al calor de la implantación general de la imprenta, en la segunda mitad del siglo XVI. Eran tiempos en que el conocimiento comenzaba a ser más accesible a unas clases emergentes deseosas de acceder a saberes hasta entonces en manos de quienes habían realizado la carrera eclesiástica. Así, el obispo Rodrigo Mercado de Zuazola, natural de la villa guipuzcoana e impulsor de ese centro de estudios en su localidad natal, en lo que fue una decisión visionaria tanto como calculada: la imprenta llevaba la difusión del conocimiento, así que mejor mantener en buenas manos las obras impresas: la biblioteca de la universidad se completó con sus donaciones: de Horacio o Quintiliano comentados a las obras mayores de Santo Tomás o San Agustín, sin olvidar las Metamorfosis de Ovidio o la Genealogía de Juan Bocaccio.

El recorrido es uno de los más atractivos que se pueden realizar en Guipúzcoa

El obispo era un hombre abierto. En la selección no todo eran clásicos: en la biblioteca de la universidad se podían encontrar libros de Erasmo, Pico de la Mirándola y hasta una Bulla contra los errores de Martín Lutero. Figuraban también libros de leyes, de moral (todos sobre el sexto mandamiento, como si fuera el único) y de astronomía. Y acompañándoles, un astrolabio, una esfera y un globo de metal y dos mapas, lo que muestra la importancia que tenía esta ciencia en aquel tiempo, derivada de la idea determinista de que el hombre estaba sujeto a los astros.

Una vez que se tuvo el contenido claro, faltaba el continente: las obras comenzaron en 1542 y, aunque hasta diez años después no se consolidaría definitivamente, la universidad ya funcionaba en 1548. Dado el carácter del mecenas, el edificio debía estar a la altura de los mejores de su tiempo. El visitante que llega hoy a Oñati y tiene la suerte de coincidir con un día soleado puede creer que se halla ante alguna de las joyas platerescas salmantinas.

No le faltan razones para justificar tal pequeño espejismo, porque la portada de la universidad la diseñó Gil de Hontañón a partir de la que realizó Fray Martín de Santiago para el salmantino convento de las Dueñas. Y si estas reminiscencias no vienen por completo de la ciudad universitaria castellana por excelencia es porque los cuatro pilastrones de la fachada, del escultor Pierre Picart, están inspirados en los del Colegio de la Santa Cruz de Valladolid. La portada alude a las necesidades que tienen los estudiantes de ejercitarse en los valores y virtudes humanistas. El claustro también es característicamente renacentista.

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El relevo en esplendor cultural le llegó a la zona a mediados del siglo XX, cuando el santuario de Arantzazu se convirtió en uno de los referentes vocacionales de la orden franciscana al tiempo que se levantaba lo que sería la joya arquitectónica y escultórica de la Iglesia vasca: un gran templo diseñado en principio por los arquitectos Luis Laorga y Francisco Javier Sáenz de Oiza, que sufrió una rotunda transformación cuando Laorga dejó el proyecto y entró el escultor Jorge Oteiza.

Levantado al borde de una sima, justo a la entrada de las campas de Urbia, el templo recibe al visitante con la rotunda portada de los 13 apóstoles de Oteiza. El lugar sobrecoge. Si uno hace abstracción de esta iglesia magnífica, comparte con el historiador y director del Artium, Javier González de Durana, sus impresiones sobre este enclave: "Si nunca hubiese existido una basílica en Arantzazu, los vascos hubieran seguido subiendo y seguirían subiendo a aquellas campas y peñascales de igual manera".

Por eso, aunque el entorno es único, merece la pena no olvidarse de entrar en el templo, y disfrutar con las obras de Lucio Muñoz y Eduardo Chillida, quienes también aportaron su grano de arena a este santuario.

La cuna de Lope de Aguirre

Cómo llegar: Para quienes llegan desde Bilbao o San Sebastián, hay que acercarse hasta Eibar por la A-8 o la N-634. A partir de aquí, se toma la GI-627, para desviarse por la GI-2630 hasta Oñati. Desde Vitoria, hay que llegar a Mondragón por la N-240 y la GI-627. En esta carretera, pasada esa última localidad, se toma el desvío a Oñati.

Alojamiento: La cercanía del santuario de Arantzazu hace que la oferta hotelera sea amplia. Entre otros establecimientos se encuentra la hospedería de Arantzazu (943 781313), los hoteles Soraluze (943 716179), Etxe-aundi (943 781956), Goiko benta (943 781305) y Sindika (943 781303). Además, el agroturismo Arregi (943 780824).

Comer: Como ocurre con los hoteles, la oferta de restaurantes es considerable. En el mismo casco de Oñati se puede acudir a Etxeberria (943 780460) o Garoa (943 781355). En Arantzazu, Milikua (943 781304) y Zelai zabal (943 781306). En el cercano barrio de Uribarri, Txopekua (943 780571). Y en Araotz, el merendero Araoz (943 783526).

Actividades: En la subida a Arantzazu, un cartel señala a mitad de camino el desvío el barrio de Araotz, cuna natal de Lope de Aguirre, el terrible, valeroso y cruel conquistador del Amazonas y el Orinoco, famoso por su rebelión contra Felipe II. Las dificultades marcan la entrada a este valle, de apariencia apacible y hasta bucólica. Su especial configuración, al final de una larga y estrecha cañada, limita el acceso, ya que la posible salida de Araotz por el lado opuesto, en dirección hacia Álava, sólo es posible a través de las estribaciones de la sierra de Aitzkorri.

Araotz se conoce ahora, sobre todo, por sus paredes rocosas, ideales para la práctica de la escalada deportiva, y por la imponente iglesia de San Miguel, del siglo XV.

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