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Rusia castiga a Estonia con cortes en el suministro de petróleo

Tallin califica de ataque a la UE la represalia rusa por la retirada de un símbolo soviético

Pilar Bonet

Rusia ha comenzado a castigar a Estonia tras la crisis de los símbolos de la II Guerra Mundial. Los ferrocarriles rusos anunciaron ayer que los suministros de petróleo a aquel país se resentirán debido a las reparaciones que se efectúan desde el 1 de mayo en las vías férreas, según informó Interfax. Mijaíl Gonchárov, portavoz de los ferrocarriles, manifestó que los estonios habían sido "advertidos previamente" de las alteraciones en los suministros.

La agencia gubernamental Ria Novosti, citando "fuentes de los ferrocarriles", aseguró que las alteraciones en el suministro petrolero eran de carácter temporal y que no tenían connotaciones políticas.

El origen del conflicto fue el desmantelamiento y traslado del monumento a los soldados del Ejército Rojo caídos en la II Guerra Mundial en Tallin en su lucha contra el nazismo. Le siguieron las protestas frente a la Embajada de Estonia en Moscú. Las autoridades rusas contemplan de forma pasiva (si no cómplice) cómo la sede diplomática de Estonia permanece bloqueada desde el 27 de abril por grupos juveniles que gozan del favor del Kremlin.

El embajador de Suecia en Rusia presentó ayer una protesta en el Ministerio de Exteriores ruso después de que el banderín y el espejo retrovisor de su coche oficial fueran dañados por los manifestantes en un intento de evitar que la embajadora estonia, Marina Kaljurand, saliera de su residencia en el vehículo de su homólogo.

Con insultos y gritos, una quincena de activistas de Nashi (Los Nuestros), uno de los grupos responsables de los piquetes frente a la legación, trataron de impedir una conferencia de prensa de Kaljurand, pero fueron repelidos con gases lacrimógenos.

En Tallin, el primer ministro de Estonia, Andrus Ansip, acusó a los representantes rusos de "ataques psicológicos, cibernéticos [contra las páginas de Internet] y físicos" de "carácter coordinado". El ministro de Exteriores, Urmas Paet, no dudó en calificar los hechos de ataque a la UE, de la que Estonia es miembro desde 2004.

Tanto Tallin como Moscú desean la intervención de la UE, pero con diferentes objetivos. Estonia espera que Bruselas dé una "valoración exacta y sin ambigüedades" de los "ataques" de Rusia tras el desmantelamiento del monumento y un "máximo de firmeza" ante las presiones rusas. Rusia pide una "valoración imparcial" del desmonte y traslado del monumento y la carga policial que siguió así como de los "intentos de la parte estonia de reescribir la historia".

Las autoridades rusas que persiguen con rigor a los grupos de oposición -incluso antes de que puedan llegar a celebrar actos no permitidos- cierran los ojos ante las actividades de Nashi. Los activistas de esta organización se han reunido en tres ocasiones, que se sepa, con Vladímir Putin, la última este verano y gozan de la protección del vicejefe de la Administración presidencial, Vladislav Surkov, quien les prometió que en el futuro serán la élite política de Rusia.

No a todos les gusta esta idea. El portavoz de la Cámara Alta, Seguéi Mirónov, advirtió en 2005 contra la creación de "lobos ideológicos que pueden resultar ingobernables". La legislación rusa sobre mítines y piquetes solo permite que éstos se celebren desde las siete de la mañana a las 23.00. Sentados en las tiendas de campaña donde duermen, los jóvenes que montan guardia frente a la embajada confeccionaban ayer una base de datos con los nombres y teléfonos de todos los firmantes de un llamamiento a "demoler" la sede diplomática. "Si los estonios han encontrado un pretexto legal para demoler la estatua del soldado soviético, nosotros encontraremos base legal para demoler esta Embajada que no se integra en el centro histórico de Moscú", decía Olga, una estudiante de 18 años.

Un afectado por los gases lacrimógenos lanzados por guardaespaldas de la embajadora estonia en un acto en Moscú.
Un afectado por los gases lacrimógenos lanzados por guardaespaldas de la embajadora estonia en un acto en Moscú.AP

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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