Para entrar en la nieve
Sabor a legumbres es uno de los poemas de Antonio Gamoneda que prefiero. En él, unas "legumbres hervidas" hermanan al sujeto -y a los suyos "de sangre"- con el resto del mundo, situándole en él y permitiendo "algo maravilloso": que "cinco seres humanos" comprendan "la vida a través del mismo sabor". Unos versos que giran en torno a la "pasta de la tierra", convertida por su carácter humilde en el almuerzo de muchos más, justo en ese mismo mediodía y en el momento de reflexión y escritura, pero también durante la lectura de un texto escrito en los años sesenta, y cuya vigencia permanece incluso hoy.
Estos versos reflejan el fortísimo nexo entre (su) poesía -un género que "no es literatura" para Gamoneda- y (su) vida, entre (su) literatura y (su) conciencia, merced a una descripción que al mismo tiempo se erige en reivindicación. Se trata de uno de los aspectos de la obra de Antonio Gamoneda que más me interesan: la capacidad del poeta para abordar con otra mirada una temática incómoda. ¿Ejemplos? El propio Sabor a legumbres, o el discurso pronunciado ayer en Alcalá de Henares, tan fiel a su poética, pues Gamoneda concibe la escritura del compromiso como rebelión mediante el lenguaje, como ruptura de la expresión. Poesía al borde del abismo, y en los márgenes; desarrollada desde la "cultura de la pobreza", por un autor que creció aprendiendo a leer con un único libro, escrito por su padre, y se empeñó -pese a las circunstancias adversas- en la literatura.
"Dame la mano para entrar en la nieve", leemos en Libro del frío. Para quienes quieran descubrir la poesía de Gamoneda, Blues castellano -el libro en que se incluye Sabor a legumbres- es la mejor opción: aquí la poesía comienza a radicalizarse, a aproximarse a la raíz, a lo importante. La poesía de Antonio Gamoneda es elevada y rigurosa, exigente, sí, pero accesible, y profundamente emocionante: una poesía construida desde el trabajo lúcido, desde la honestidad, desde la sencillez.
Elena Medel es poeta.