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Reportaje:

Explosiva Beyoncé

La ambición de ébano aprendió el valor del esfuerzo en la peluquería de su madre. Hoy es un icono sexual en todo el mundo.

Un cuerpo sólido y desmesuradamente grande hace malabarismos para mantenerse sentado sobre una silla tamaño persona frente a un estudio de grabación en la sede de Sony en Nueva York. Es como uno de esos schwarzenegger de raza negra que te rechazan con rudeza a la entrada de las discotecas neoyorquinas, haciéndote sentir pequeño, vulgar y a años luz de quien está al otro lado.

Al otro lado está Beyoncé a punto de emitir la señal mágica para que su guardaespaldas libere el acceso a su burbuja durante veinte minutos. Ni uno más ni uno menos. Porque hoy es el lanzamiento estadounidense de la edición de lujo de su disco B'Day -con cuatro temas en español y llegada a España el 7 de mayo-, y su vida está cronometrada con puntillosa histeria. Tiene que atender decenas de compromisos mediáticos igualmente breves, con los que su discográfica aspira a ofrecer una alucinación imposible: que su estrella está en todas partes y es una persona tan interesante, sexy y fabulosa como la portada de su disco.

Sasha es el 'álter ego' de Beyoncé: "Mi audacia, mi sexualidad y mi atrevimiento vienen de ella"
"Siempre quise ser cantante. Podía transformarme, hacer tonterías... Ser lo que no soy"
"Con Destiny's Child no había drogas ni chicos. Éramos muy inocentes. Pero era divertido"

En realidad, ésa es Sasha, no Beyoncé, el álter ego creado para sobrevivir a su propia timidez. Algo así como Ziggy Stardust y Bowie, pero sin publicidad ni disco propio. Desde que su adolescencia quedó sepultada bajo la imagen pop y el soul de Destiny's Child, y su entrada en el mundo adulto vino unida a ventas millonarias de discos firmados en solitario por Beyoncé Knowles, Sasha ha ido escalando posiciones en la existencia de Beyoncé. Ella es la que posa en actitud felina para sus ultrasexuales vídeos ?ocho para este disco?, la que devora portadas de revista y la que llena estadios. Todo gracias a una voz de terciopelo rasgado que hechiza sobre fondos musicales superproducidos en los que las baladas a lo Whitney Houston y el R&B más bailable están dejando paso a suaves influencias raperas.

Cuando el estricto cronómetro que regula su día permite la entrada en la pecera-burbuja, Beyoncé ofrece cordialmente desde una silla un apretón de manos. Pero sin esforzarse en apretar. Apenas maquillaje, con aire angelical, sentada con perfección pluscuamperfecta, las piernas cruzadas y las manos sobre las rodillas. Esta cantante de 25 años tiene ya 10 grammys en la estantería: cinco por su primer disco en solitario, Dangerously in love; otro por el segundo, B'Day; tres conseguidos con Destiny's Child y otro por un tema cantado junto a Stevie Wonder?. También ha sido estrella en la gran pantalla con Dreamgirls, ostenta una línea de ropa propia, House of Dereon, y tiene contratos firmados con multinacionales como Pepsi o L'Oréal.

Pero entre todos sus logros quizá el más gratificante sea el poder presentarse ante la prensa en camisa descocada, con medio pecho a la intemperie y con su vida privada envuelta en celofán irrompible. Beyoncé ?¿o Sasha?? protege su intimidad con la misma energía leonina con la que sus padres la protegieron de los vicios de la farándula cuando comenzó a paladear la fama.

Por eso, aunque sea la novia de un chico malo de la industria como Jay-Z, rapero y poderoso presidente de Def Jam Records, los tabloides no han conseguido robarle ninguna de esas instantáneas que han arruinado el currículo público de otras artistas de su edad como Britney Spears. El grupo People for the Ethical Treatment of Animals (PETA) la acorraló el año pasado durante una cena grabada en vídeo y colgada de youtube.com. Allí fue sometida a un interrogatorio sobre el uso de pieles de animales en su línea de moda, pero ella ni se inmutó. Mantuvo el tipo educadamente y se limitó a no contestar.

¿Será verdad que existen vidas sin erratas? ¿Será cierto que ella es una mujer perfecta? La pregunta no le gusta. Y lo primero que hace es suspirar. "Todos tenemos debilidades. La mía es la de ser demasiado perfeccionista. Sé que eso puede ser bueno, pero también puede ser malo. Soy muy crítica, lo analizo todo hasta el extremo. En ese sentido, soy supervirgo". Al menos la diva tiene flaquezas humanas: los horóscopos. "No se puede generalizar, pero hay cosas que sí creo y en eso soy una virgo 100%. Trabajo demasiado. No son debilidades obvias y la gente no se las toma de forma tan negativa como ser alcohólico, pero también es una adicción y yo tengo que esforzarme por ponerme límites y buscar equilibrio en mi vida".

La favorecida por ese vicio es Sasha, el personaje que se inventó cuando se subió por primera vez a un improvisado escenario casero para cantar frente a su familia el Imagine de John Lennon en su Houston natal. "No me gusta ser el centro de atención. Soy una persona reservada. Pero cuando llega el momento, es como si realmente tuviera una segunda personalidad. Siempre ha estado ahí, es alguien que aparece cuando me subo al escenario y que no existe fuera de él. Aunque ha florecido y se ha hecho fuerte sobre todo desde que trabajo sola. Mi audacia, mi sexualidad, mi atrevimiento vienen de ella. Yo antes era más recatada, aunque también es porque antes trabajaba en un grupo. Cuando eres parte de un grupo tienes que pensar en lo que es mejor para todos, no para ti".

Todo empezó en 1990, cuando Beyoncé Giselle Knowles, hija de Matthew Knowles y Tina Beyince Knowles, pronunció las palabras mágicas: "Mamá, quiero ser artista". La niña, bautizada con una variación del apellido materno para no perderlo por falta de descendencia masculina, sólo tenía nueve años. Pero la frase bastó para que las ambiciones de la pequeña inauguraran la Operación Triunfo de los Knowles. Su madre, propietaria de una célebre peluquería en Houston, comenzó a coser vestidos de estrella y a peinar a la niña como si ya lo fuera. Su padre, vivo ejemplo del sueño americano, un hombre hecho a sí mismo que padeció el racismo, pero avanzó con éxito en la escala social, decidió dejar un trabajo de éxito como representante de Xerox y entregarse a la carrera de su hija.

Los primeros pasos los dio en el jardín de casa y en la peluquería de Tina, donde Beyoncé escuchaba esas historias de amor y desamor que después empalagarían sus letras. "Yo siempre quise ser cantante, desde pequeñita. No me preocupaba el éxito, era el lugar en el que me sentía segura, mi única forma de expresarme. Podía transformarme, chillar, hacer tonterías, bailar? ser todo lo que no soy cuando no actúo. Y empecé a mirar hacia el sonido Motown. Pero habiendo crecido en Houston, donde no hay ningún gran grupo de R&B, nunca pensé que aquello fuera una posibilidad real".

Su madre aseguró en una entrevista en la revista Rolling Stone en 2004 que fue en su peluquería donde su hija aprendió lo importante que es trabajar duro: "Mi negocio estaba dirigido a empresarias, abogadas, jueces? y yo creo que de ahí ha sacado el vigor y la ambición".

Por aquel entonces, Beyoncé aún no tenía sueños en solitario. Aunque ya había participado en una treintena de concursos y los había ganado todos, había descubierto que era más divertido el trabajo en equipo con el cuarteto que montó junto a sus amigas Kelly Rowlands, Letoya Luckett y Latavia Roberson. Pasaron varios años tropezando por nombres diversos y sin llegar a despegar. Finalmente, su madre, biblia en mano, encontró la puerta hacia la gloria: Destiny's Child, salido de un pasaje del antiguo testamento que se cayó del libro durante la oración diaria. La familia lo interpretó como una señal divina y las niñas fueron rebautizadas con el nombre que las haría inmortales y millonarias.

Destiny's Child, el disco homónimo producido por Wyclef Jean y Jermain Dupri en 1998, vendió tres millones de copias. La vida soñada por Beyoncé ?y por sus padres, que llegaron incluso a vender su casa y a separarse temporalmente cuando su proyecto hija parecía no prosperar? comenzó a hacerse realidad. Si bien el control férreo de una madre que no le permitía ni siquiera escuchar rap por la suciedad de sus letras, evitó que allí hubiera cualquier atisbo de sexo, drogas o rock and roll. "La verdad es que estábamos muy arropadas, muy protegidas. No había drogas ni chicos. Éramos muy inocentes. Pero era divertido. Estábamos siempre juntas, nos reíamos, viajábamos, veíamos películas?".

Continúa sentada en la misma posición, ajustándose la chaqueta blanca que cubre su camisa negra para taparse el escote. Lleva enormes pendientes de aro con brillantes, tremendos tacones, y sus manos, con las uñas pintadas de rojo chillón, siguen entrelazadas. Un cámara la está filmando mientras prosigue la conversación. "Es sólo para uso personal. Para volver a ver las entrevistas, aprender de ellas y mejorar para la próxima", aseguran desde su discográfica. ¿Es su obsesión perfeccionista o más bien la necesidad de seguir ensayando para que no se escape nada incorrecto en la próxima?

Está claro que Beyoncé ha tenido un entrenamiento soberbio en cuanto a qué decir y qué no decir ante la prensa. Cuando su padre la preparaba para el éxito, no sólo la proveía de clases de baile y canto, sino que también se ocupó de que la niña recibiera cursos de relaciones con los medios. Pero como todo en la vida, la realidad le enseñó a navegar entre palabras. Tras sacar el segundo disco con Destiny's Child, The writing on the wall, en 1999, Letoya y Latavia acusaban a Matthew Knowles (manager del grupo) de embolsarse demasiado dinero y favorecer a su hija en los contratos, en las fotos y en las promociones. Hubo guerra en los tribunales y en los periódicos. A Beyoncé le tocó el papel de bruja y hacerse mayor. "Fue una época de mucha presión. Todo el mundo se inventó cosas, crearon a una persona que no existía y fue realmente muy duro. La gente no sabía lo que en realidad estaba ocurriendo, pero necesitaban vender revistas. Y al mismo tiempo nos hizo aún más famosas. Hasta que entendí que no era personal, que los rumores se crean simplemente porque somos celebridades, les pasa a todos los que lo son y no se puede hacer nada para evitarlo".

Aquello se resolvió con acuerdos extrajudiciales, y Destiny's Child, tras dejar en el camino a otra integrante, Farrah Franklin, pasó a ser un trío ?con Michelle Williams y Kelly Rowland? liderado por Beyoncé. Aunque lo que ocurrió en realidad sigue sin estar claro. Y la cantante no parece muy dispuesta a desvelarlo. "Lo que pasó es que crecimos. Nos hicimos mayores, no eres la misma persona con 12 que con 16 años. Nadie estaba equivocado, simplemente crecimos y cambiamos y ahora somos adultos y lo hemos superado".

Cuánto les costó a los Knowles la superación sigue siendo una incógnita. En 2003, la cantante lanzó su carrera en solitario, sin por eso dejar de sacar discos y organizar giras con el grupo, jubilado en 2005. La paradoja es que años después Beyoncé fuera la elegida para interpretar en Dreamgirls un papel muy similar al de su vida.

El filme, dirigido por Bill Condon, es un musical inspirado en el montaje homónimo de Broadway, que a su vez narraba veladamente la historia de Diana Ross y The Supremes. Aunque fue Florence Ballard quien montó aquel grupo, el sello negro Motown se lanzó a la conquista de audiencias blancas imponiendo como vocalista principal a Ross, más atractiva y con una voz más pop y menos negra. De este modo se promovió una ascensión al estrellato de Ross, quien acabó construyendo una exitosa carrera en solitario.

Cualquier parecido con la vida real es pura coincidencia. ¿O no? "Mi historia personal no me ayudó a preparar el personaje. La razón por la que ella se convierte en la vocalista principal es su aspecto, y ése no fue mi caso. Lo que sí me ayudó fue haber formado parte de un grupo. Entiendo lo que se siente, cómo te conoces y toda la excitación de conseguir los primeros conciertos", dice evitando comparaciones.

Beyoncé ya había participado sin demasiado éxito en otras tres películas (Austin Powers in Goldmember, La pantera rosa y The fighting temptations) y soñaba con demostrar que podía ser actriz. Cuando supo que Condon estaba buscando a la estrella de su filme, persiguió el papel con tanta agresividad que obligó al director a hacerle una audición en exclusiva. Y lo convenció.

Tras el estreno, Dreamgirls comenzó a acumular premios y Beyoncé consiguió una candidatura a los Globos de Oro. Sin embargo, ninguna de las tres canciones de la película que aspiraban al Oscar, entre ellas Listen (escrita por ella), consiguió la estatuilla. Con su habitual esquivez, se niega a reconocer si aquello le decepcionó. "Lo más raro fue que no consiguiéramos la candidatura al Oscar a la mejor película, pero no me puedo quejar porque conseguimos ocho candidaturas [y dos Oscar]. Normalmente, los cantantes no tenemos ninguna oportunidad en las películas, así que yo sólo puedo estar agradecida de que la comunidad del cine me haya aceptado y haya reconocido mi talento. ¡Cuando me designaron candidata a los Globos de Oro, Meryl Streep dijo mi nombre, así que yo soy feliz!", exclama con incontrolada espontaneidad.

En un momento de la película, su personaje es definido como producto. ¿Se sintió ella así alguna vez? "Sin duda. Después de cumplir los 18, con Destiny's Child. Trabajábamos demasiado. Hacíamos cosas que no teníamos que hacer, como pisar cuatro países en un día. Demasiados compromisos, cero misterio? En esa época decidí tomar el control de mis negocios". Eso significó no sólo quitarle poder a su discográfica, sino a su padre, quien manejaba su carrera desde niña. "Fue difícil, pero cuando ya tienes 20 o 21 años eres un adulto. La gente tiene que respetar eso, y él lo hizo. Hace muchos años que ya no hay conflicto entre nosotros".

No obstante, su último disco, B'Day ?por Birthday (cumpleaños)?, lo grabó en secreto. "No quería que me organizaran lanzamientos o conciertos. Mi discográfica me deja ser creativa [escribe, produce y colabora con Jay-Z, con quien comparte casa en Nueva York en un edificio con vistas a Central Park], pero en los últimos álbumes se interrumpió el proceso creativo y te toca correr. No es lo mismo hacer un disco porque te apetece que porque te lo imponen".

Su piel tostada tiene el color perfecto para conquistar todos los mercados: lo suficientemente oscura como para convertirse en reina del R&B entre negros, pero con la claridad justa ?acentuada con un look donde han predominado las melenas rubias? para triunfar entre jóvenes adictos a melodías pop. Lo demuestran los más de 11 millones de discos vendidos de su primer álbum en solitario, Dangerously in love (2003), y el medio millón de copias encajadas durante la primera semana de vida de B'Day, editado el pasado 4 de septiembre, el día de su 25º cumpleaños.

Pero la ambición no tiene límites, y el lanzamiento de B'Day deluxe edition apunta a la conquista del mercado latino, tras añadir al original cuatro temas en español y otros tantos en inglés. Beyoncé no sabe hablar castellano, pero todo vale en este mundo. Se aprendió Amor gitano fonéticamente, como las versiones españolas de Listen, Irreplaceable y Beautiful Liar, cantadas a dúo con Shakira. Antes de expulsarnos de su burbuja, lo admite: "Soy ambiciosa. Y mi familia también. Además se esfuerzan, me apoyan y son adictos al trabajo. Seguramente por eso yo también lo soy".

La próxima semana sale a la venta 'B'Day deluxe edition', el nuevo disco de Beyoncé. La cantante ofrecerá dos conciertos en España: en Madrid el día 26 de mayo, y en Barcelona el 27.

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