La carrera interminable
La mitad de los universitarios acaba las titulaciones en el tiempo fijado y algunas cuestan el doble
Siempre ha habido malos estudiantes. Eso es una realidad que da por descontada cualquier institución de enseñanza. Lo que no resulta tan normal es que sólo uno de cada tres estudiantes universitarios acabe la carrera en el tiempo marcado oficialmente. Y eso es justamente lo que sucede en la Politécnica de Valencia y en la Miguel Hernández de Elche con las llamadas titulaciones de ciclo corto, carreras técnicas o diplomaturas. Cuando la proporción queda reducida al 18% (y eso es lo que pasa en la Jaume I de Castellón) no hace falta muchas vueltas para concluir que ahí hay un problema serio.
Se advierte desde hace tiempo -y el Anuario Estadístico del Ministerio de Educación y Ciencia (curso 2003-2004) lo pone negro sobre blanco- sobre la paradoja de que muchas de las carreras cortas acaban costando más tiempo que sus equivalentes de ciclo largo. Mientras sólo el 41% de los estudiantes de títulos de primer ciclo consiguen el diploma en los años previstos (3), los de ciclo largo aumentan hasta el 59%. El dato, sin embargo, esconde una pequeña trampa estadística: el primer corte del estudio del ministerio se refiere a quienes emplean de "cinco a seis" años en acabar la carrera, cuando casi todas las licenciaturas duran oficialmente un lustro.
Una de las universidades con fama de duras -y el anuario lo confirma aunque no la sitúe en el primer lugar- es la Politécnica de Valencia. Un centro asociado desde su fundación a una cierta ética del sacrificio. Si hay que buscar un ejemplo de la distancia entre lo deseable y lo real, la carrera es probablemente Arquitectura Técnica. Un título que debería cursarse en tres años y cuyo promedio, según reconoce su director, Rafael Capuz, "está por encima de seis años; la media está muy mal".
El problema de las carreras interminables se da especialmente en las relacionadas con la construcción, señalan fuentes de la Politécnica. Se apunta como causa, aunque a primera vista parezca contradictorio, a su alto nivel de empleabilidad. "Nosotros tenemos unos 3.000 alumnos, y cada año firmamos del orden de 1.200 prácticas con empresas", dice Capuz. La fiebre del ladrillo lleva a las constructoras a atar a los jóvenes antes de que hayan acabado la carrera. "Empiezan a ganar dinero, tienen expectativas de quedarse en las empresas y se lo toman con más lentitud".
Se señala una segunda explicación, que hay que tomar con cuidado y que atribuye parte del retraso global al hecho de que se pueda acceder a Arquitectura Técnica desde los ciclos superiores de Formación Profesional. Antes había un puñado. Hoy, son casi el 33% del alumnado total. Y "sufren más que los que vienen desde COU", dice Capuz en referencia al antiguo curso preuniversitario sustituido por segundo de Bachiller.
La media de la titulación está por encima de seis años. Y eso significa que el número de "casos escandalosos" de los que habla el director de la Escuela Técnica Superior de Gestión de la Edificación del campus de Vera -aquellos que tardan "nueve, diez años" o más en terminar- no debe ser despreciable.
Capuz, que puede presumir a cambio de que en torno al 75% de sus alumnos ya está trabajando cuando recogen el título -la presión es tan importante que algunas constructoras contratan a estudiantes de la Ingeniería Técnica de Obras Públicas ante la escasez de delineantes- da un último argumento en su descargo: para acabar Arquitectura Técnica hay que haber aprobado 250 créditos (lo que en tiempo vendrían a ser unos cuatro años y algo), mientras que muchas carreras de ciclo corto cuestan sólo 150 créditos.
El anuario del ministerio coloca en el último lugar entre las valencianas, tanto en ciclo corto como en largo, a la Jaume I. Y en el mejor puesto, sumando el volumen de estudiantes de ambos ciclos, a la Universitat de València.
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