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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Informe económico útil

La presentación del primer Informe Económico del Presidente, con periodicidad anual, es, en principio, una buena idea. Sin menoscabar las instancias parlamentarias, es saludable que el máximo responsable del Gobierno comparezca ante los agentes económicos, no sólo para rendir cuentas de su gestión, sino para anticipar también su juicio sobre su visión y estrategia a largo plazo, aunque el momento elegido no carezca de tintes electorales. La otra condición que ha de cumplir una práctica tal es que se asiente en el rigor y huya de la complacencia y el autobombo. La traslación a nuestro sistema de esa práctica puede contribuir a vitalizar el debate y hacerlo más plural. Pero si se tratara de meras operaciones publicitarias, habríamos perdido el tiempo, el dinero de los contribuyentes y, lo que es peor, la confianza de los agentes económicos.

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El propio Zapatero reconoció esos riesgos de forma explícita en su intervención de ayer, como preludio a la enumeración de los logros de la economía española en los tres últimos años. Crecimiento económico, creación de empleo sin precedentes y saneamiento de las finanzas públicas constituyen los ámbitos donde el comportamiento de la economía española es, en términos absolutos y relativos, inequívocamente bueno. La bonanza de estos años viene ya de lejos, pero nada hay que garantice, sin embargo, su continuidad, ni una mejor distribución de estos buenos resultados entre todos los ciudadanos.

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Más relevante que el crecimiento del PIB es la renta por habitante, que define el bienestar de un país. A este respecto los avances son más lentos, entre otras cosas porque la productividad del trabajo española sigue siendo de las más bajas del mundo desarrollado, y porque la población ha aumentado de la mano de la inmigración. Además, las distintas modalidades de capital, tangible e intangible, siguen rezagadas frente a las economías más prósperas, y la productividad total de los factores no crece. Su reflejo en la competitividad internacional, el saldo de la balanza de pagos por cuenta corriente, es elocuente. Más allá del aumento de las importaciones energéticas o del importante aumento de la demanda interna, el récord alcanzado en este déficit sintetiza gran parte de las carencias y limitaciones de la economía española.

Que Zapatero reconozca la necesidad de mejorar estos últimos aspectos es tan importante como recordar los indicadores favorables. En realidad, las inversiones en I+D, en tecnologías de la información, o en educación están creciendo a un ritmo significativo, pero lo hacen incluso más en aquellos países que asumieron esa prioridad hace tiempo. La tradición que ahora se quiere instalar con este informe va a permitir conocer hasta qué punto es algo más que un ejercicio informativo sobre el pasado para resaltar los éxitos o, lo que es más necesario, una herramienta que propicie el debate sobre los desafíos del futuro, que son muchos.

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