Los ecuatorianos respaldan la reforma constitucional para dar más poder a Correa
Los sondeos a pie de urna dan un 78% de votos a favor del proyecto del presidente
Nueve millones de ecuatorianos fueron llamados ayer a las urnas para decidir si debe o no convocarse una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Carta Magna. El presidente, Rafael Correa, cree que es el único camino para redefinir el actual concepto de Estado y acabar con 10 años de inestabilidad política. Sus detractores sostienen que es un medio para acaparar poder y alinear a Ecuador con el modelo de izquierda populista de Venezuela. Un sondeo a pie de urna dio anoche un 78,1% de votos a favor del cambio, frente a un 11,5% de noes.
Correa estaba anoche exultante. "Ha sido una victoria aplastante, y no de un Gobierno ni de un hombre, sino del pueblo. Ojalá que ahora todos los actores políticos y económicos de este país entiendan que los conflictos no se pueden resolver con trampa, sino con democracia. Hay que buscar los mejores hombres y mujeres para formar esa Asamblea que nos dará una nueva Constitución", declaró tras conocer el sondeo, efectuado a 40.000 votantes, según el cual los votos nulos fueron el 7,1% y los blancos el 3,3%.
El presidente se mostró muy satisfecho tras una campaña que fue ganando en agresividad a medida que se acercaba el día de la votación y su punto más álgido se produjo el sábado, cuando la oposición reveló que el padre de Correa había cumplido una condena de tres años en una prisión estadounidense por tráfico de drogas hace casi 40 años. El presidente lo reconoció: "No tengo nada que ocultar. Tuve una niñez muy dura. Cuando tenía cinco años, mi padre, un desempleado, llevó droga a Estados Unidos y cayó preso. Él fue víctima del sistema, no un delincuente, un desempleado que desesperadamente buscó alimentos".
Fuera de este varapalo para Correa, la campaña de la última semana la protagonizó el mandatario con sus reproches y críticas hacia una oposición que no tuvo gran repercusión. Los detractores del Gobierno llegaron muy debilitados y bastante divididos a la consulta después de que el pasado martes, el Congreso volviera a funcionar tras un mes de conflicto por la destitución de 57 diputados opuestos a la reforma constitucional. Esos parlamentarios fueron reemplazados por suplentes de sus mismos partidos, pero afines al proyecto de Correa y, aunque los destituidos intentaron impedir durante dos semanas que el Congreso empezara sus sesiones sin ellos, el Ejecutivo logró impedirlo echando mano de dudosas artes y aupado por un fuerte respaldo popular.
Correa tuvo entonces el camino libre para intensificar la campaña del sí y contrarrestar los argumentos de sus críticos, sobre todo el que asegura que la Constituyente nace con "poderes especiales" para darle a él poder absoluto. Correa, genio y figura de su propia campaña, aseguró que la Asamblea no tendrá poderes para "expropiar bienes ni vulnerar ningún derecho fundamental, como dicen algunas voces malintencionadas", aunque reconoció que podrá disolver el Congreso y los máximos organismos de control público y tribunales de justicia. Correa también quiere poderes para cambiar el sistema político, la "partidocracia" como la llama él, y el sistema económico "neoliberal", recuperando para el Estado los sectores estratégicos (petróleo, minería, electricidad y telecomunicaciones).
Estos "plenos poderes" han sido polémicos durante toda la campaña, porque mucha gente cree que pueden ser el punto de partida para que Correa emule el estilo de gobernar de su amigo, el presidente venezolano Hugo Chávez, visto mayoritariamente en Ecuador como un hombre de talante muy autoritario y poco receptivo a las críticas, y no sólo por la "oligarquía" contra la que despotrica Correa. Tantos insultos y reproches, de parte del Gobierno y de sus detractores, acabaron por sembrar la desinformación y el hastío entre los votantes, que mayoritariamente reconocieron en varias encuestas que no saben cuál será el "cambio" que traerá la Constituyente.
Correa sacó más provecho que sus rivales a cada micrófono que tuvo y jugó la misma carta que en la campaña de la segunda vuelta presidencial de noviembre pasado: moderó su discurso en el tramo final. Sus palabras ya no recordaban tanto al discurso chavista sino al del premio Nobel de Economía de 1998, el indio Amartya Sen, que sostiene que no importa de cuántos derechos se goce si una persona vive en la extrema pobreza y no es libre para vivir de forma que pueda sacar a relucir su autoestima. El abrazo de Correa a esta tesis le dio muchos puntos entre los votantes de las grandes urbes.
Al margen de la campaña, el enfrentamiento en la política ecuatoriana es tal, que más importante que la victoria del sí en la consulta es el porcentaje final de votos a favor o en contra de la nueva Carta Magna. Hugo Barber, director de la encuestadora Perfiles de Opinión, sostiene que en el recuento oficial -previsto para dentro de cinco días- el sí debería "superar el 70% de los votos para que Correa se sienta seguro", porque este dato influirá en la gente al "elegir dentro de cinco meses a los asambleístas para la Constituyente".
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