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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Prohibiciones

Ante los intentos, más o menos logrados, de la ministra Elena Salgado de prohibir o regular prácticas poco saludables de los ciudadanos, muchos han sido los críticos que han considerado estas iniciativas y medidas, abusivas, innecesarias o perjudiciales para algunos intereses particulares.

Ante estos hechos, es oportuno hacernos algunas preguntas. ¿Puede una sociedad organizarse y convivir sin normas y prohibiciones? ¿Somos todos suficientemente maduros y responsables para eliminar las prohibiciones y normas que rigen nuestras vidas? Es evidente que a todos nos gustaría vivir con plena libertad individual, pero la relación y la convivencia en sociedad implican renuncias personales en aras de una organización social enriquecedora, pacífica y civilizada.

Nuestras vidas son un cúmulo de prohibiciones que muchas veces nos molestan, pero que también nos protegen. Desde la más tierna infancia caen sobre nosotros todo tipo de prohibiciones, normas y aleccionamientos, con el fin de prepararnos para la vida personal y social. Y ello nos puede gustar más o menos, pero es lo mejor que hemos sabido hacer para sobrevivir y progresar en nuestro camino civilizador.

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Los tiempos actuales se caracterizan por un alto grado de permisividad y relajamiento en el cumplimiento de la norma, y somos más proclives a exigir derechos que a cumplir con nuestras obligaciones y deberes; pues no olvidemos que esos críticos con las medidas preventivas de la ministra Salgado, si un día enfermaran por no cuidar su salud de forma responsable, serán los primeros que exigirán su derecho a que el Estado les cure. Por tanto, parece lógico que el Estado tenga el derecho y la obligación de establecer prohibiciones y medidas en beneficio de la salud de las personas y del saneamiento económico del propio sistema. Es cierto que las prohibiciones y normas incomodan; pero, no debemos olvidar, que solamente nuestro grado de madurez y responsabilidad determinarán el número y la intensidad de las mismas.

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