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Columna
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El pacto del Capitolio

En vísperas de las elecciones los políticos se reúnen con empresarios para conocer qué necesita la empresa para competir eficazmente. Salen muchos temas: el Impiva, el Ivex (incluso con elogios a su antecesor Procova, nacido al calor de la Cámara de Comercio de Valencia en 1989), los planes de competitividad, el parón inmobiliario, la frivolidad cultural, la necesidad de incentivar las empresas de temática cultural, la sensibilidad para escuchar a todas las empresas, la política turística al margen de los grandes eventos o el papel de los ayuntamientos como motores de la economía de siempre, por encima de quien gobierne. Este es quizá el punto clave: las relaciones, por otra parte inevitables, entre empresarios y políticos.

Quizás para solucionar los problemas de las empresas valencianas bastaría con lanzar una mirada documentada y reflexiva sobre las épocas de auge en su actividad y en sus resultados. Partamos de una realidad: no queda más remedio que ser competitivo para funcionar en el mundo de los negocios. Para competir es preciso mejorar constantemente los índices de productividad y no perder de vista que en una época de internacionalización los mercados son globales y quienes compiten con nosotros se encuentran en todo el mundo. Habría que añadir algo acerca de nuestras fronteras y de nuestra naturaleza. Somos europeos y pertenecemos a un club que se llama Unión Europea.

Pertenecemos a una asociación internacional de 27 países, que nos favorece y nos obliga a cumplir sus reglas del juego. El sistema monetario europeo y el euro como moneda, nos afectan hasta el punto que la política económica nos viene marcada desde el Banco Central Europeo, es decir, desde Bruselas.

Esta afirmación de principios y convicciones tiene para algunos una significación definitoria. La economía autonómica valenciana ha perdido su vinculación a las raíces europeas que la ayudaron a crecer. Y por tanto, habrá de regresar a ellas. Volver a aproximarse al resto de Europa y comprometerse con la realidad geopolítica a la que pertenecemos. El camino más eficaz para que las empresas valencianas se internacionalicen pasa por los circuitos europeos donde, además, gozamos de condiciones preferentes. Es en este punto en el que las empresas necesitan la colaboración del sector público, sin caer en la eterna disputa de si las relaciones internacionales son competencia de la administración central o de la autonómica.

Es hora de ser sensatos y adultos. Cualquier ayuda es poca para la necesidad que se detecta y para la urgencia que nos acucia. Hay embajadas, oficinas comerciales, Icex, Ivex; Oficina de la Comunitat Valenciana en Bruselas (desde 1990) y otros muchos resortes con repercusión europea. La empresa valenciana ha de posicionarse en el mercado internacional a través de Europa.

Hace unos días se ha celebrado el cincuenta aniversario del Tratado de Roma, (25 de marzo de 1957) que se firmó en el Capitolio y más concretamente en el Palazzo Nuovo. Este acto histórico fue el inicio del proceso de unificación que hoy se llama Unión Europea y que se mueve entre las magnitudes de una política mundial y la crisis de identidad que supone un Tratado Constitucional rechazado, mediante referendo, por Francia y Holanda.

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El tratado de Roma no surgió por casualidad y tuvo varios antecedentes que lo hicieron posible. Los premonitorios discursos de Winston Churchill en la Universidad de Zurich el 9 de mayo de 1946 sobre los Estados Unidos de Europa y en el Royal Albert Hall de Londres el 14 de mayo de 1947 sobre una Europa unida, donde se refería a su concepción federal. La declaración de Robert Schuman en mayo de 1950, cuando era ministro francés de Asuntos Exteriores, en la que ya mencionaba la federación europea. En julio de 1952 se instauró la Comunidad Europea del Carbón y del Acero. En 1955 la Conferencia de Messina intentó reactivar el proceso europeo que desembocó en la creación de un comité preparatorio presidido por Paul Henry Spaak, ministro de Exteriores belga que en su reunión de Bruselas propuso dos proyectos que fueron plasmados en el tratado de Roma: la creación de un mercado común y la constitución de la comunidad de la energía atómica (Euratom).

Las empresas y los empresarios valencianos han de asumir una serie de hechos y compromisos que dieron lugar al tratado de Roma (1957) y a la integración de España en la Comunidad Europea en 1985. Estos dos acontecimientos han tenido como consecuencia un país más próspero y vinculado a su entorno próximo para que nunca vuelva a sentirse aislado política, territorial, comercial y económicamente. Nuestro futuro está ligado a Europa y a lo que representa Roma en la concepción del mundo occidental.

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