Santísima trinidad
Así es como llama con humor de amigo el escritor y guionista cinematográfico Guillermo Arriaga a los tres triunfantes directores mexicanos, Guillermo del Toro, Alfonso Cuarón y González Iñárritu, que con sus recientes éxitos han levantado la alicaída moral cinematográfica de su país. Arriaga, como es sabido, estableció una polémica con Iñárritu sobre quién es el auténtico autor de una película, polémica hinchada por la prensa tras el éxito internacional que ambos han tenido con Babel. El enfadado escritor dice detestar la palabra guionista "porque significa hacer guías" y ha recordado que "Romeo y Julieta es de Shakespeare y no del director que la adapta al cine"; reivindicación en la que está de acuerdo el veterano Vicente Leñero, a quien el festival de cine de Guadalajara ha rendido justo homenaje por sus buenos guiones (Los albañiles, Cadena perpetua, El callejón de los milagros...).
El cine mexicano está al borde de levitar por exceso de optimismo, y los componentes de la santísima trinidad son motivo de culto en el país, especialmente Guillermo del Toro, cuya efigie incluso se quiere imprimir en los billetes de lotería, se le persigue por las calles, se le acosa, le vitorean... le consideran gloria nacional. Pero los tres famosos directores no se han quedado abobados con el aplauso, y aprovechan su estrellato para batallar públicamente por las reformas de la nueva ley del cine mexicano, sobre la que también se ha hablado en Guadalajara, especialmente sobre las nuevas exenciones fiscales, que a todos parecen gustar. "El dinero está en Europa y en Estados Unidos, pero el talento está aquí", se aseguraba.
Mucha alegría y fiesta, pues, en el cine mexicano. Antonio Banderas, que presentó en el festival El camino de los ingleses, y Viggo Mortensen y Díaz Yanes, que hicieron lo propio con Alatriste, elogiaron igualmente la vitalidad creativa de esta cinematografía hasta ahora marginada. Hasta Maribel Verdú, galardonada por El laberinto del fauno con un Ariel, el Goya mexicano, se deshizo en elogios al recoger el premio, y lloró de contento porque, dijo, era el primero que recibía en su vida.
Aunque el éxito personal de los tres tenores, como también se les llama, poco tiene que ver con el quehacer diario de los realizadores de base, incluidos consagrados como Ripstein, Cazals o Leduc, da gusto encontrarse con un país que celebra el triunfo de los suyos, y que se ponen de acuerdo en cuanto a los matices de una ley del cine, sabiendo cada cual que tiene que arrimar el hombro. Y ellos creen que España es un modelo...
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