El aumento de las desigualdades amenaza el modelo europeo
La creciente diferencia de ingresos de los ciudadanos desde el año 2000 ha agravado la crisis política de la UE
El modelo capitalista estadounidense, con un crecimiento de las desigualdades que está inquietando a sus propios gestores, está contagiando cada vez más a Europa. Desde finales de los noventa, siguiendo la senda de EE UU, los ricos son cada vez más ricos y los pobres, más pobres. No es retórica. La reducción de desigualdades en Europa se detuvo al filo del cambio de siglo. Desde 2000, y coincidiendo con la recuperación económica, las disparidades de renta entre ricos y pobres han vuelto a crecer. En 2005, la renta percibida por el 20% de los más ricos es casi cinco veces mayor que la obtenida por el 20% más pobre. En sólo cinco años, las diferencias económicas en Europa han aumentado hasta retroceder a los niveles de hace una década.
Otros indicadores de la desigualdad como el índice de Gini, o la caída del peso de los salarios en relación con los beneficios empresariales, que crecen exponencialmente, reflejan la misma tendencia. Las diferencias de renta han crecido en Polonia, Portugal, Italia y Alemania. En Portugal la desigualdad en la distribución de la renta entre los más ricos y los más pobres es prácticamente igual a la de EE UU, donde los ingresos de la quinta parte más rica de la población superan en más de ocho veces a los de la quinta parte más pobre. Los países nórdicos como Suecia, Dinamarca y Finlandia han logrado mantener su estructura social más igualitaria, junto a un alto nivel de riqueza.
El ex presidente de la Comisión Europea Jacques Delors destacaba a principios de este mes la "creciente preocupación de los Gobiernos por el aumento de la brecha de la riqueza". Delors se hacía eco del debate abierto a finales de febrero en el Eurogrupo -que volverán a reunirse hoy-, formado por los 13 países que tienen el euro como moneda, donde su presidente, Jean Claude Juncker, el comisario de Asuntos Económicos y Monetarios, Joaquín Almunia, y el ministro alemán de Finanzas, Peer Steinbrück, coincidieron en la necesidad de replantear "un reparto más justo de los frutos del crecimiento económico".
Steinbrück habló de "participación de los trabajadores en los beneficios" y "los riesgos de pérdida de legitimidad del mercado", mientras que Almunia calificó de "insostenible el injusto modelo actual de distribución de salarios y beneficios". Esta misma semana, el presidente del Banco Central Europeo, Jean Claude Trichet, criticaba los altos salarios de los ejecutivos, que "muchas veces no son comprendidos por la gente en nuestras democracias". Lo sorprendente es que el toque de alarma y el lenguaje empleado sobre deterioro del clima social lo están dando insignes representantes del establishment político y económico, que temen que el orden social se les vaya de las manos. La insensibilidad social fue, para muchos, la razón por la que los franceses dijeron no a la Constitución europea hace dos años, hecho detonante del actual parón institucional europeo.
La creación de ocho millones de empleos desde la entrada del euro ya no es suficiente. "La idea que se repite desde posiciones conservadoras de que la mejor política social es la creación de empleo resulta insuficiente", afirma Almunia. "El empleo es una condición necesaria para una política social eficiente, pero no es suficiente. (...) Europa no puede tener un discurso económico desprovisto de contenido social", añade.
Para el comisario, el éxito de los modelos sociales nórdicos, como el danés, ha sido "la implicación de unos sindicatos fuertes que han sido capaces de imponer las condiciones de este modelo social". Los países nórdicos tienen tasas de afiliación sindical superiores al 80%, mientras que en países como Francia los afiliados representan menos del 10% de los trabajadores. John Monks, líder de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), ha expresado su preocupación por el crecimiento de las desigualdades salariales. En 2005, los sueldos de los ejecutivos crecieron el 28% en el Reino Unido, la tasa más alta en 15 años. El CES ha solicitado que se tomen medidas para "evitar una aceleración de los despidos, la precarización y una ampliación de la fractura entre ricos y pobres".
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