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Serrat, Leiva, José Tomás y otras malas compañías eligen su canción favorita de Joaquín Sabina

En su adiós de los escenarios, nombres fundamentales de la literatura y la música popular española y latinoamericana, su mujer Jimena, una de sus hijas y un grupo de amigos eligen su pieza preferida del repertorio del cantante

Jordi Amat

El videoclip de la canción Un último vals, dirigido por Fernando León de Aranoa, abre los conciertos de la gira de despedida Hola y Adiós de Joaquín Sabina. Solo quedan dos en Bilbao y los seis últimos en Madrid. Este videoclip elegante es una celebración de la vida en un espacio icónico del imaginario del cantautor: el bar de noche para la última copa. Lo que vemos durante esos cuatro minutos y medio es una fiesta de rencuentro con amigos. A ese grupo lo hemos podido reunir casi al completo en Babelia gracias a la activa complicidad de algunos de ellos. Les hemos pedido que eligiesen y comentasen la pieza que más quieren del repertorio de Sabina. El disco más valorado es 19 días y 500 noches. Son 15 cómplices y 14 canciones. Aparecen por el orden de los créditos del videoclip. Y al final, como bola extra, incluimos la playlist.

Leiva: ‘Un último vals’

Un último vals (2024)
Pocas veces sobrevuela algo de solemnidad en una canción de Joaquín, pero para El vals quería chicha: “Es una canción de despedida, carajo”. Últimamente, suelo presentarme en su casa con canciones empezadas. Partir de un folio en blanco le aterra, así que conviene que el balón venga botando. La visita parece espontánea, pero Benja y yo pasamos semanas antes debatiendo a cara de perro cada verso. Escucha lo que traigo, toma notas, se baja las gafas y sugiere: “Prefiero ser cualquiera a ser yo mismo, prefiero ser don Nadie a ser don Juan”. Y nos mea en la cara sin miramientos. Escuche la canción >

Joan Manuel Serrat: ‘De purísima y oro’

19 días y 500 noches (1999)
Lo nuestro fue un flechazo, un amor a primera vista que prende de nuevo, cada vez que escucho este vals triste. Me arrastra hasta su trampa donde me entrego indefenso dejándome llevar por el abrazo inmisericorde que me propone y le permito que apriete mi garganta con un nudo que solo podrán deshacer las lágrimas. Relato en blanco y negro, encadenado de paisajes y personajes que discurren por la larga y dolorosa posguerra de vencedores y humillados en el Madrid de los cuarenta y tantos al que, si uno no se tiene la edad o la información suficiente, resulta difícil acceder sin notas al pie de página. Tal vez por eso, a pesar de ser probablemente la canción más bella de su repertorio, Sabina no la canta habitualmente. Lo entiendo. Como él mismo suele bromear: “Yo sé lo que le conviene a mi carrera”. El tempo de la canción, la elección de las imágenes y la forma de desarrollarlas son justas y conmovedoras. Es una exquisitez incluso la licencia que el autor se permite al travestir de purísima y oro a Manolete. Una bella historia que escucho con amor, con gratitud y un pelín de envidia.
Escuche la canción >

José Tomás: ‘Peor para el sol’

Física y Química (1992)
Siempre quise ser el barman que le sirve la cerveza bien fría a Joaquín en el ‘Templo del morbo’ de la canción. Una inspiración en tonalidad y cadencias sabineras, con su diálogo elegante, juguetón, directo, sutil, irónico, sensual. Y esa excitante manera de husmear por el laberinto de la infidelidad. Cómo Sabina utiliza el encuentro fortuito para plantear interrogantes sobre las relaciones amorosas. Me gusta su lado canalla para saltarse la raya continua de lo cotidiano. El acelerón del deseo para devorar al juramento. El tesoro del momento único. Me lo recetó un psicólogo sudamericano hace tiempo: “Escuchar a Joaquín Sabina será tu mejor medicina”. He seguido la medicación al pie de sus letras. Y me muero de ganas, querido, de desmonterarme otra vez. Escuche la canción >

Ariel Rot: ‘Princesa’

Juez y parte (1985)
Creo que algo mágico ocurrió el día que Los Rodríguez empezamos a tocar ‘Princesa’ en un viejo local de ensayo del barrio de Tetuán. Quizá Joaquín no sabía que existíamos… o tal vez sí, pero por algún motivo misterioso, en aquel arrebato de rock y poesía se creó un vínculo enorme con consecuencias inesperadas. No sé si fue ‘Princesa’ o el azar, pero de repente Joaquín apareció en nuestras vidas y fue generoso. Aparte de unos textos que quemaban en el bolsillo y se convertían en canciones sin necesidad de coger una guitarra, nos regaló una gira memorable y un año más de vida a Los Rodríguez cuando ya estábamos en estado crítico. Y por supuesto, noches de emoción, risas y amistad. ¿Quién no soñó con componer una canción como ‘Princesa’? Yo lo intenté mil veces. Incluso, alguna vez, envalentonado por una rima ingeniosa o un remate original, llegué a pensar que lo había logrado. Pero no, amigo, no te dejes engañar, escúchala bien y descubre dónde están las siete diferencias. Es la canción perfecta. La que todos quisimos dedicar a esa chica loca y salvaje, a esa mujer peligrosa que nos voló la cabeza y nos partió el corazón cuando no hubo más remedio que decir adiós. ‘Princesa’… qué ganas de haberla conocido y al mismo tiempo qué miedo ¿no? En realidad siento que la conozco, que la he tenido entre mis brazos y que también estuvo a punto de arrastrarme al vacío… pero joder, qué pena no haber podido componerle una canción tan hermosa. Escuche la canción >

Benjamín Prado: ‘Contigo’

Yo, mi, me, contigo (1996)
Dicen que todas las combinaciones posibles de notas ya se han hecho y no se puede componer música nunca oída. Con las letras no ocurre lo mismo, porque el lenguaje cambia e inventa palabras que nos sirven en bandeja rimas de nueva generación: en una de sus últimas canciones, ‘Sintiéndolo mucho’, Sabina empareja “Imserso” con “metaverso”; en la penúltima, por ahora, que escribimos juntos, ‘Contra todo pronóstico’, dice: “La vida me enseñó a jugar con fuego / y a decir Messi donde dije Diego”. Mi canción favorita entre todas las suyas es ‘Contigo’, que dice lo de siempre pero del revés, usa todos los tópicos del romanticismo para hacernos ver el amor con ojos de ave de paso y tiene un mensaje en la botella: si quieres que te quiera como nadie te ha querido, no pidas que te quiera como quiere todo el mundo. Luego no digas que no te avisé. Escuche la canción >

Luis García Montero: ‘Pongamos que hablo de Madrid’

Malas compañías (1980)
Los caminos se cruzan. Mi camino se cruzó con el de Joaquín en 1982, cuando yo empezaba a publicar y a darme a conocer como poeta, mientras que Joaquín había afirmado ya su éxito con la aparición de Malas compañías. Granada era un verdadero barrio de la alegría, una ciudad cultural, heredera del mundo universitario en el que se había formado Joaquín antes de tener que escaparse a Londres para huir de la policía franquista. Mis amigos mayores me presentaron a su antiguo compañero una noche en La Tertulia. Y la complicidad se hizo vida para siempre en cualquier parte del mundo. Pero ahora “pongamos que hablo de Madrid”. Escuche la canción >

Juan Gabriel Vásquez: ‘Tan joven y tan viejo’

Yo, mi, me, contigo (1996)
Esta maravilla tiene las emociones tan vivas, y sus imágenes son tan luminosas y es tan generosa su sabiduría, que es fácil pasar por alto la calidad de su artificio: su enorme inteligencia verbal, esos alejandrinos de acentos infalibles, esas rimas inevitables como la gravedad. Pero más allá de sus virtudes poéticas, la canción debería venir con una advertencia y un consejo. La advertencia es no escucharla en compañía de extraños, pues puede producir reacciones que sólo son decorosas en privado; el consejo es hacerla seguir de ‘Lágrimas de mármol’, una suerte de enmienda, realizada con los años y la experiencia, de esta bellísima confesión que nos habla de lo que somos todos. Escuche la canción >

Antonio García de Diego: ‘Peces de ciudad’

Dímelo en la calle (2002)
He tenido la gran suerte de trabajar casi cuarenta años junto a Joaquín, ya sea grabando, tocando o componiendo algunas canciones. El día que escuché por primera vez ‘Peces…’, sentí que había compuesto una de sus mejores canciones —si no la mejor—. Para mí es la simbiosis perfecta entre letra y música, y he de decir que reivindico a Joaquín como “compositor”, lleno de inspiración y sabiduría. Sobre el texto, me gusta cómo lo dice Joaquín: “No sabía muy bien lo que estaba contando, pero es lo que quería contar”. Algo tendrá esa canción que ya en el momento de grabarla Joaquín se quebró. Y no hay día que yo no lagrimee cuando la tocamos, sea donde sea. Es eso… Emoción… Escuche la canción >

Alejo Stivel: ‘Donde habita el olvido’

19 días y 500 noches (1999)
Es una canción donde Sabina lleva la expresión de la tristeza a su máxima potencia. La sensibilidad y las imágenes, tanto la música como la letra, están en una comunión perfecta. Si uno oyera la música solamente, se imaginaría esa letra. Y si uno leyese solo la letra, podría imaginar exactamente esa música. Fue un placer increíble y un honor poder producir esa canción y todo 19 días y 500 noches: estaré eternamente agradecido como oyente, por poder escuchar esa canción y las otras, y como profesional, por haberme invitado a participar a trabajar con ese material tan fabuloso. Escuche la canción >

Jorge Drexler: ‘19 días y 500 noches’

19 días y 500 noches (1999)
Me es muy difícil quedarme con una sola canción de un repertorio extensísimo como el de Joaquín. Me gusta especialmente ‘19 días y 500 noches‘. Tengo un recuerdo muy vívido de cuando me la mostró en su casa, solo con la guitarra, antes de grabarla. Siempre dije que Joaquín, además de gran escritor de letras, también es un gran escritor de la parte musical de las canciones. Y prefiero cuando él mismo escribe las letras y sus músicas, y todavía más si puedes conseguir que te las toque solo con la guitarra. En este caso hay algo excepcional en la música para esos versos, cuando canta “y regresé, a la maldición del cajón sin su ropa…”. Usa un elemento tan sencillo como los grados básicos de una canción y se queda enganchado a ese acorde de una forma hermosamente antinatural. Es la mejor utilización de un cuarto grado (La Mayor) que he visto en la canción popular. Es una genialidad. Escuche la canción >

Jimena Coronado: ‘Que se llama soledad’

Hotel, dulce hotel (1987)
Fue la primera canción que escuché de Joaquín. Me deslumbró y me atrapó de tal forma que me llevé su alma conmigo de vuelta a casa, incrustada en una casete. Era 1987. Yo cursaba el primer año de universidad en Madrid. Me recuerdo esa tarde en el piso de alguien, rodeada de gente y absorta en la música que salía de los altavoces. Era el último disco de un tal Sabina. De pronto ya no había nadie más en ese lugar, solo Joaquín y yo. Algunos años pasaron y el hechizo se repetiría; el día que lo conocí, en una habitación de hotel en Lima, Joaquín daba entrevistas de promoción. Al entrar para hacerle las fotos encargadas, a pesar del gentío que allí había, volvimos a quedarnos solos, como en un giro mágico del tiempo. Y hasta el sol de hoy. Quién me iba a decir a mí que, además de las conmovedoras palabras, las notas y los adjetivos, las metáforas inimitables, los versos y la música que convertí en mi bagaje emocional, me llevaría en el pack al tipo divertido, generoso, agudo, pero sobre todo bueno, en el buen sentido de la palabra, bueno. Esta despedida le ha permitido reencontrarse con sus canciones, como si de un descubrimiento se tratase, para paladearlas, para ofrecerlas a corazón abierto a quienes las han hecho suyas. Íntimamente deseo que este último vals no se acabe nunca y con él exorcicemos a la pálida dama. Escuche la canción >

Carmela Martínez Oliart: ‘A mis cuarenta y diez’

19 días y 500 noches (1999)
Las canciones de mi padre han sido mi educación sentimental. Elijo ‘A mis cuarenta y diez’ por lo mucho que me emociona de un tiempo a esta parte. La compuso antes del ictus, antes aún de mi "rojo escalofrío", y siento que habla de la despedida y de la muerte con la coquetería de quien intuye que le quedan lejos. Pero ahora adquiere un peso que me hace "un siete en el corazón". La letra tiene una buena dosis de humor negro, indispensable para poder soportar su "perdón por la tristeza". En la primera estrofa dice: "para que mis allegados, condenados a un ingrato futuro, no sufran lo que he sufrido, he decidido no dejarles ni un duro". A mí me gustaría hablar de "los derechos de amor" que sí nos deja, de la impagable herencia que le debo. Además de su entusiasmo, y un parecido físico que llega hasta los andares (me hacían llorar de pequeña llamándome Joaquinita), he heredado de él a Krahe, a José Alfredo, a Chavela, a Woody Allen, a Ángel González. Un regalo. También he heredado sin remedio "el mar de dudas". De lo que no tengo ninguna es de la inmensa suerte de seguir teniéndole conmigo, veinticinco años después de que empezara a despedirse. La suerte de tener como padre a un tipo tan decente, de una exquisita inteligencia y una generosidad disparatada, pero sobre todo, a un hombre bueno, siempre partidario de la felicidad. Y yo no podría estar más orgullosa viéndole despedirse de los escenarios, que le siguen tiñendo las canas. "Pero sin prisas". Escuche la canción >

Jesús Maraña: ‘Lágrimas de mármol’

Lo niego todo (2017)
No elijo estas ‘Lágrimas de mármol’ porque me parezca la mejor canción de Joaquín (tiene tantas…), sino porque sus versos contienen un pedazo de vida cercano a la muerte que nos unió un poco más. Él superó su marichalazo, y su caída del escenario del Wizink, entre otros coqueteos con la parca. Quienes más le queremos pasamos horas dramáticas en una habitación de la Ruber. A mí se me coló una infección bacteriana, me indujeron el coma y avisaron a la familia de que no había mucha solución. Joaquín andaba entonces girando con su Vinagre y rosas y Jimena y él llamaban a Geni y se preocupaban cada día por lo que él define como “familia elegida”. De modo que siempre que la escucho, y más aún cuando tiene la generosidad de dedicármela en algún concierto, vuelvo a emocionarme. “Supervivientes, sí, maldita sea. Nunca me cansaré de celebrarlo”. Pues eso. Escuche la canción >

Candela Tiffón: ‘Una canción para la Magdalena’

19 días y 500 noches (1999)
Las canciones de Joaquín, mi amigo, son retratos de emociones compartidas que se meten por todos los pliegues del alma. Joaquín es especialista en recorrer caminos oscuros para convertir pecados en luminosas virtudes y cogerte de la mano, como lo hace esta canción con la protagonista, para transitar desde los más remotos infiernos a los cielos más puros, y eso solo puede hacerlo quien conoce el camino. Como alguien dijo, “las emociones que no se comparten están vacías”. Escuche la canción >

Chus Visor: ‘Donde habita el olvido’

19 días y 500 noches (1999)
Creo que ‘Donde habita el olvido’ es una de las canciones más raras del repertorio de Joaquín, y siempre me ha llamado la atención porque en ella muestra sentimientos de perdedor disgustado y pesaroso en sus relaciones amorosas. Nos tenía acostumbrados a ver cómo esos conflictos los manejaba de manera burlona o festiva, con muchas dosis de humor y muchas más de cinismo, irónico casi siempre e ingenioso siempre. Aquí manifiesta las pesadumbres de un amante desafortunado, y derrotado, pero sin perder el encanto porque la vida sigue como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, y la amante termine "donde habita el olvido", aquel sitio al que se refiere G. A. Bécquer como lugar desolado y solitario, y donde Luis Cernuda quisiera escapar después de sus frustraciones con otro desengaño amoroso. Escuche la canción >

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Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.
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