Agua del grifo
Lo adelantó David Bowie, siempre ágil para captar el zeitgeist. En 2002, avisó a The New York Times de que "la música se va a convertir en algo parecido al agua o la electricidad". Es decir, mercancía prácticamente gratis, disponible con un gesto mínimo, como abrir el grifo.
Así ha sido. Los testarudos siguen con el equivalente del agua embotellada pero la mayoría prefiere el agua corriente. Con la particularidad de que estos consumidores alardean de su opción -"ya no tengo discos", he llegado a oír- ya que el iPod y equivalentes están en lo alto de la pirámide tecnológica: máquinas ergonómicas, con inmensa capacidad e ingeniosas prestaciones. ¡El iPod es sexy!
Interesante duda: ¿se paladea la música o se vive La Experiencia iPod?
Da lo mismo, inútil resistirse a una moda que nos hace obviar las carencias del MP3 y soportar el daño de esos auriculares diminutos. Cambiarlos por unos cascos cómodos no es una opción: queremos crearnos una burbuja sonora pero sin llamar la atención, no vayan a confundirnos con fanáticos apasionados.
Aún peor: esos reproductores aplanan cualquier percepción histórica de la música. Se pierde el concepto de obra: preferible almacenar equis temas de tal artista en vez de aspirar a una idea más o menos global de su creatividad. Las jerarquías se van al carajo: sumamos frikerios, chistes, curiosidades; lo sublime y lo absurdo naufragan en nuestro mar de gigas. Sin algo de esfuerzo mental, la escucha es tan trivial como la de un hilo musical.
No existe relación física con la música. No hay carpeta, librito, letras.
No necesitamos información para seleccionar lo que asaltará nuestros oídos; hay libros, revistas que nos sugieren qué temas añadir. Ciertamente, como el agua: un producto necesario, incluso deleitoso, pero sobre el que nadie reflexiona demasiado.
El siguiente golpe de Apple, una vez resuelto el contencioso con los Beatles, será vender iPod cargados. ¿Para qué molestarnos en alimentar nuestros juguetes? Steve Jobs nos evitará pensar y decidir: tendremos aparatos con Lo mejor de los 80, Grandes éxitos del Barroco o Música para hacer Pilates. A un paso de la Rekal Corporation, la empresa especializada en implantes de memorias que Philip K. Dick imaginó en Podemos recordarlo por usted al por mayor.
Lo inquietante de desconfiar del iPod es que uno termina sintiéndose Norma Desmond, la protagonista de El crepúsculo de los dioses, aquella cruel historia hollywoodiense de Billy Wilder. Cuando se topa con Joe, el guionista, éste la reconoce como una diva del cine mudo, "usted era grande".
Ella responde airada: "¡Soy grande! ¡Son las películas las que empequeñecieron!". Exacto: la música es grande pero encoge con sus nuevos soportes, se devalúa con los actuales hábitos de consumo.
Babelia
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