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La realidad reversible

La obra de Juan Muñoz vive en el límite de la realidad y las palabras. En sus trabajos no existe un sentido, sino un peculiar diálogo entre la afirmación y la negación. En el primer caso, el paciente espectador está condenado a un silencio que penetra y lastima. En el segundo, resuena la esterilidad de lo expresado. Sus instalaciones, habitadas por figuras antropomorfas, son en toda su materia dispersa, reversibles. Se proclaman dos veces, siempre a la vez. Double bind. Ni atadas ni desatadas. Faltan a su lugar, dice Lacan. Y del mismo modo, faltan a su propia identidad (Stuttering Piece, 1993), a su propia semejanza (Two Figures Looking Sideways, 1996), a su propia representación (Blotter Figure, 1999). Pero hablan. Hablan sin parar. ¿Y de qué se ríen? (Many Times, 2000). Es una posición esquizoide. El humor libera y el arte es ese desdoblamiento que también debe entenderse y estructurar el dominio de nuestra experiencia.

La puesta-en-abismo del dibujo y la escultura de Juan Muñoz está para siempre ligada a una mente que juega, que hace trampas o que nunca hace lo que se espera de él:la expresión del chico malo que prende fuego a su ciudad de cartón (The Burning of Madrid as Seen from The Terrace of My House, 1999). Con Juan Muñoz, el artista no es sólo el esquizoide o el psiquiatra de nuestra cultura. Es también su perverso.

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