_
_
_
_
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

De homologaciones

Hace poco, defendí mi tesis doctoral en la Universidad de Alcalá, sacando un sobresaliente cum laude, por lo que puedo ahora solicitar el título de doctor en Filología Hispánica. Irónicamente, éste será válido en todo el planeta salvo en el país de su expedición. El problema es que el Ministerio de Educación y Ciencia se niega una y otra vez a homologar mis estudios de licenciatura, cursados hace unos 20 años en la Universidad de Amsterdam, alegando "documentación incompleta". Inútil aducir que durante 15 años he enseñado literatura española en universidades y otros centros educativos neerlandeses, que he publicado varios libros de historia literaria, y que he traducido al holandés a autores como Calderón, Quevedo, Cervantes, Unamuno y Borges. Para el MEC, lo único que cuenta son documentos oficiales que atestigüen minuciosamente fechas de exámenes, cargas lectivas, notas, en fin, todos los pormenores de asignaturas cursadas hace dos décadas, de los que ni yo ni nadie se acuerda y que no constan en ningún sitio.

Para poder convalidar mi título, he contemplado la posibilidad de volver a cursar estudios de licenciatura, esta vez en España, pero el MEC me avisa de que para ello tendré que homologar primero mis estudios de instituto, realizados también en Holanda: imposible por las mismas razones. Al parecer, el único camino que me queda para obtener el derecho legal a retomar mi profesión pasa por empezar desde cero.

La culpa no es del Ministerio. Es de una legislación disparatada que condena al desempleo perpetuo a innumerables científicos y estudiosos en este país.- Erik Coenen. Madrid.

En julio de 2006 inicié los trámites para homologar mi título de licenciada en Matemáticas, obtenido en la Universidad Estatal de Minsk, capital de Bielorrusia. Hace unos pocos días se me comunicó que tal convalidación no era posible por diferir los programas oficiales de mi país y España. Se ponían como ejemplo asignaturas que sí figuran en mi currículo, lo que me hace concluir que en el departamento ministerial encargado de estas cuestiones se trabaja o sin respeto a la verdad o sin ser experto en la materia: entre la mendacidad y la chapucería.

Tamaño rigorismo evaluativo dice muy poco en favor de este país -al que estoy ligada por un vínculo matrimonial-, que parece encontrarse más seguro yugulando las expectativas de trabajo de extranjeros con un grado de cualificación sustancioso. La cerrazón oficial me condena a que se me asigne el ridículo rótulo de "estudios primarios incompletos", a mí, que además hablo seis idiomas y tengo la carrera de piano. El ombliguismo fatuo que evidencia esta oficina es una muestra de alicorta soberbia de campanario, rancia y casposa, impropia de un país moderno con una sociedad abierta.

El nivel educativo de España adolece de graves carencias y puede alcanzar, especialmente en sus tramos inferiores, insondables simas que deberían sonrojar a quienes gestionan la enseñanza. Compárese con el rendimiento escolar de un modesto pero digno país como Bielorrusia, u otros procedentes de la extinta URSS, como Rusia o Ucrania. Garantizo, para quien tenga el coraje intelectual de embarcarse en esa empresa, que se pueden obtener turbadores resultados para España, muy proclive a la endogamia corporativista, la arrogancia pueblerina y el ensimismamiento cultural.

Que nadie se ofenda. Amo a este país, pero sus prácticas consuetudinarias abundan en la impostura y la soberbia del ignorante. He dado clases en un colegio universitario de Minsk durante siete años y aquí ni siquiera me quieren homologar un título que, dicho sea de paso, es de factura superior al equivalente español.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_