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Las encuestas revelan que sólo el 3% de los israelíes votaría a Olmert

El primer ministro admite que tenía planes para invadir Líbano cuatro meses antes de la guerra

Aún no hace un año que Ehud Olmert venció en las elecciones israelíes, y su partido, el Kadima, ya hace aguas con el primer ministro al borde del hundimiento. La corrupción rampante, los inminentes informes sobre la gestión de la guerra contra Hezbolá y el abandono que padeció el millón de civiles que vive cerca de la frontera con Líbano pasa factura. Las encuestas son demoledoras: sólo el 3% de los consultados le votaría hoy.

El primer ministro ha cambiado su aspecto físico -ya no se tapa la calva-, pero su imagen política ha caído hasta cotas desconocidas. Las investigaciones por corrupción que pesan sobre él y varios de sus ministros acrecientan día a día su descrédito. Sólo el 3% de los consultados en una encuesta publicada ayer le prefieren como jefe del Ejecutivo. Es una tendencia que viene de lejos. Tal vez por ello decidiera arriesgar el todo por el todo en su declaración, el 1 de febrero, ante la Comisión Winograd, que investiga el desempeño de las Fuerzas Armadas y de las instituciones durante la guerra contra Hezbolá el verano pasado.

Olmert rechazó ante la comisión presidida por el juez Eliyahu Winograd que su Gobierno se guiara por la improvisación. Aseguró que cuatro meses antes de la contienda decidió responder con una amplia operación militar a la captura de soldados israelíes, ya que en noviembre de 2005 la guerrilla chií había intentado secuestrar a uniformados hebreos. También afirmó que dio órdenes al Estado Mayor para que diseñara planes de represalia, y señaló que su predecesor, el carismático Ariel Sharon, habría procedido de igual manera. Convencido de que la comisión le liberará de culpas -y dimitido ya el jefe del Estado Mayor, Dan Halutz-, Olmert confía en que asumiendo la responsabilidad puede salvar el pellejo.

Kadima, partido fundado por Sharon en noviembre de 2005 tras abandonar el Likud, se tambalea al tiempo que la oposición ya ha afilado los cuchillos. El ex jefe de Gobierno Benjamín Netanyahu, líder ahora del derechista Likud, aseguró el miércoles que varios parlamentarios de Kadima están negociando para regresar a su antiguo hogar político. Y por primera vez ha comenzado a sugerir la opción de formar una nueva coalición de Gobierno. Sería la alternativa a unas elecciones anticipadas que tropiezan con escollos porque la mayoría de los diputados se resisten a abandonar sus escaños.

Ayer se supo que la ministra de Exteriores, Tzipi Livni, mantuvo un enconado cruce de palabras con su hermano, también miembro de Kadima, tras anunciar que se cambiaba de filas. "He perdido la confianza en el liderazgo de Olmert. Netanyahu, a pesar de las calumnias, está preparado para asumir la responsabilidad. Habla con los hechos. Espero que Tzipi vuelva también al Likud", dijo Eli Livni. No es la primera deserción. Un sobrino del propio Olmert también abandonó recientemente la nave. Es precisamente la titular de la diplomacia israelí la prueba de que el personalismo es la nota dominante del sistema político.

La derecha radical, a degüello

La derecha y la ultraderecha religiosa se lanzaron ayer a degüello contra el primer ministro por su declaración ante la comisión que investiga la actuación del Gobierno y las Fuerzas Armadas en la guerra contra Hezbolá, en la que insistió en que todo fue minuciosamente preparado con meses de antelación. "Si Olmert no está mintiendo, todavía es peor. Si aprobó un plan militar sin asegurarse que la población civil podría ser protegida, debería ser juzgado por negligencia criminal", clamó Ariel Eldad, diputado de la coalición radical Unión Nacional-Partido Nacional Religioso.

Y es que le quedan escasas escapatorias a un jefe del Ejecutivo que es presa de sus decisiones, y que padece un acoso sin piedad que promete acrecentarse. "Escuchamos antes de la guerra que no había amenazas potenciales para Israel y oímos como explicaba los recortes en el presupuesto de Defensa", añadió Efie Eitam, del mismo grupo en la Kneset, que daba a entender que esas medidas son difícilmente compatibles con los preparativos castrenses a gran escala que Olmert asegura haber ordenado. Gideon Saar, legislador del Likud, sugirió cuál es el propósito de su partido al sentenciar: "Cualquier intento destinado a eludir su responsabilidad está abocado al fracaso".

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