El horror que persigue a Holanda
Los familiares de las víctimas de la matanza claman contra la absolución a Serbia por el Tribunal Internacional de Justicia de la ONU
"Había que ver a Mladic [el jefe militar serbobosnio]. Daba pan a los niños frente a la cámara, y luego se lo quitaba cuando dejaban de enfocarle". Así lo asegura Hans Thijsen, ex sargento mayor de los cascos azules en Srebrenica. Habla de lo que ocurría en julio de 1995 en ese enclave teóricamente protegido por la ONU poco antes de una las mayores matanzas en Europa desde la II Guerra Mundial: 8.000 varones musulmanes bosnios asesinados a sangre fría.
Doce años después, el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya dictamina, por si alguien abrigaba alguna duda, que fue un genocidio, pero absuelve a Serbia de responsabilidad directa en el mismo. Los familiares de las víctimas claman ante lo que consideran una "burla sangrante". Es lo que dice Fatija Suljic, de 60 años, que perdió a su marido y tres hijos. Mientras tanto, en Holanda se reabre la herida. No en vano eran holandeses los cascos azules que no hicieron nada para impedir el horror.
"Había que ver a Mladic. Daba pan a los niños ante la cámara y luego se lo quitaba"
La pérdida de la inocencia de la sociedad holandesa suele fecharse el 6 de mayo de 2002, día del asesinato del líder ultraderechista Pim Fortuyn a manos de un ecologista radical. Sin embargo, la auténtica sacudida de la conciencia nacional se produjo semanas antes. Fue el 10 de abril, de la mano del informe sobre la matanza de Srebrenica.
Sólo siete años después de los hechos pudo establecerse la responsabilidad de lo ocurrido. El Instituto holandés para la Documentación de la Guerra, encargado de las investigaciones, repartió críticas a tres bandas. Al Gobierno de centro izquierda por aceptar una "misión imposible de paz". A las Fuerzas Armadas, por su pasividad ante la separación de miles de hombres de sus familias, entregados al Ejército serbobosnio. A la ONU, por fin, por "encomendar la protección de civiles a unos soldados sin margen de maniobra".
Las muertes fueron declaradas como genocidio por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, instituido ya en 1993 para castigar todos los crímenes allí cometidos. Los principales causantes de la misma, el general serbobosnio Ratko Mladic y el líder político Radovan Karadzic, están huidos y las fosas comunes continúan apareciendo. Sin olvidar a mujeres como Hedija Krdzik, de 34 años, que perdió a su padre, esposo y hermano y que pedía esta semana ante las puertas del TIJ, con sede en La Haya, una condena de Serbia por genocidio. "De otro modo, la matanza se olvidará".
"Srebrenica fue un genocidio, pero Serbia estaba involucrada y ha podido detener a Mladic. Es una sentencia dictada a la luz de la política actual", señala con amargura Thijsen, de 43 años. Estuvo en Srebrenica del 5 de enero al 24 de julio de 1995. "Éramos una fuerza de paz sometida a una situación de guerra. Había mala comunicación con los mandos de la OTAN y con la ONU. Incluso las solicitudes de apoyo aéreo se perdían. Daba la sensación de que los de arriba tenían otros planes. Al final, éramos unos 60 hombres protegiendo a 35.000 civiles".
Él se ocupaba de tener a punto el armamento y servía de enlace con las tropas. En su relato admite que la impotencia de verse sujetos a la orden de disparar sólo en defensa propia fue decisiva. El cerco comenzó entre el 6 y el 8 de julio. "Los tres últimos meses nadie comió pan. El calor era tremendo. Los civiles se apiñaban sin agua ni medicinas". Cuando la artillería serbobosnia empezó a bombardear, los milicianos musulmanes bosnios reclamaron a los cascos azules el armamento que habían entregado. No lo recuperaron. El oficial de mando, el comandante Ton Karremans, pidió sin éxito al cuartel general de la ONU en Sarajevo apoyo aéreo. El investigador holandés Cees Wiebes apunta otra explicación. Según su libro Los servicios secretos y la guerra de Bosnia: 1990-1995, "la ONU y Holanda carecían de medios para obtener informes de espionaje sobre el despliegue de fuerzas. Ello ilustraría por qué se equivocaron y contribuyeron a la masacre".
El 9 de julio los bombardeos se agudizaron y los civiles huyeron. Una treintena de soldados holandeses fueron capturados y uno murió en un tiroteo. El 10 de julio, Karremans solicitó de nuevo apoyo aéreo y el general francés Bernard Janvier rechazó en principio la petición. Cuando iban a ser enviados los aviones, las tropas de Mladic detuvieron su ataque. El 11 de julio, una segunda llamada al ver que la invasión era inminente fue rechazada por un error burocrático. A las 14.30, dos F-16 holandeses lanzaron bombas contra los asaltantes, que amenazaron con matar a los 30 cascos azules prisioneros. A las 17.00, los serbobosnios entraron en Srebrenica. "Ahora parece que la separación de los hombres el 12 de julio era una sentencia clara de muerte. En ese momento no podíamos pensar que ocurriera algo así", apunta Hans Thijsen.
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