_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cervantes y las mujeres

Don Miguel de Cervantes fue un hombre que se adelantó a su tiempo, y al que su pasión por la libertad llevó a configurar la mayoría de los personajes femeninos de Don Quijote según sus principios de independencia y libertad.

El escritor manchego estaba muy lejos de los modelos de mujeres que presentaban los autores de entonces. Su actitud ante la vida era avanzada. Sobre todo, si lo comparamos con Lope de Vega, Tirso de Molina, Quevedo... y no digamos con el posterior Calderón de la Barca, quienes proyectaban en sus obras una concepción de la mujer cavernícola.

Consecuencia de esta actitud avanzada es que la mayoría de los personajes femeninos de este libro de libros saben leer y escribir. Sólo son analfabetas Teresa Panza, Sanchica, Aldonza Lorenzo y Maritornes. Sin embargo, las damas de aquellos siglos, en un 90%, no estaban alfabetizadas.

Letradas o analfabetas, señoras o criadas, ricas o pobres, campesinas o aristócratas, las féminas de Don Quijote son sujetos de pensamientos y actitudes autónomas, viven dignamente en el nivel que les corresponde por su origen, y aunque éste se sitúe en el peldaño más bajo de la escala cultural y social, se muestran seguras de sí mismas y lo viven con gallardía y autoestima. Cervantes les da vida como sujetos y por tanto no están atadas a ningún convencionalismo social o cultural que se sitúe por debajo de su dignidad como personas. No era así para las mujeres de carne y hueso de aquellos siglos. Y es que con Cervantes la mujer cambia su papel de objeto pasivo a sujeto activo.

Entre estas damas cultivadas y seguras de sí mismas de Don Quijote, en donde se cumple de una forma más radical el pensamiento de un Cervantes anticipado a su tiempo, está el personaje de Marcela, que encabeza su manifiesto con el famoso grito: "Yo nací libre". La zagala reivindica el privilegio de vivir sin trabas, sea soltera, casada u holgando a su antojo de lo que llama su libre condición.

Este que sigue es un fragmento de su discurso a los amigos del fallecido Crisóstomo, que se suicidó porque ella no lo aceptaba como futuro marido: "El cielo aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino, y el pensar que tengo que amar por elección es excusado. (...) Yo como sabéis tengo riquezas propias y no codicio las ajenas; tengo libre condición, y no gusto de sujetarme (...) Y en diciendo esto, sin querer oír respuesta alguna, volvió las espaldas y se entró por lo más cerrado de un monte".

¿Dónde en un siglo de analfabetismo, existen unas mujeres, además de libres, con destrezas propias de letradas e instruidas, iguales que los personajes femeninos de Don Quijote? Pues las féminas de este tiempo, como manifiesta el padre de una dama casadera en la comedia de Calderón No haya burlas con el amor, debían prescindir del terreno intelectual, ya que les estaba prohibido por pertenecer al hombre. Lo suyo era la vida cotidiana ubicada en el espacio privado y atender a sus labores caseras. De esta forma tan sintetizada lo dice el citado padre acerca de su "querida" hija: "Bordar, labrar y coser/ sepa sólo: deje al hombre/ el estudio".

Hoy todavía quedan flecos en la idea de que la mujer es la apropiada para realizar trabajos caseros. Por ejemplo, hace poco se leía en la prensa que una compañía aérea ha rechazado contratar hombres como auxiliares de vuelo en sus aviones. Alegan que prefieren que sean mujeres las que atiendan a los pasajeros. Seguramente, piensan que se les da mejor que a los hombres servir las comidas, las bebidas, traer una mantita al viajero, una almohada, algún analgésico, en fin, servicios domésticos...

En resumen, si la libertad que otorga Cervantes a las damas en Don Quijote, que las hace salir a los caminos "solas y señeras", hubiera servido de ejemplo para muchos escritores de todos los tiempos e incluso para los medios de comunicación de nuestros días -que todavía hoy deslizan en sus páginas frases como "mujeres cuota", "ministras Vogue", etcétera- mejor nos hubiera ido. Seguramente, mucha de la violencia machista estaría extinguida, pues ésta se basa, sobre todo, en utilizar a la mujer como un objeto que pertenece al marido, algo así como el coche, el vídeo o el ordenador, y no como sujeto de acción y libre albedrío.

En la comedia El castigo sin venganza, de Lope de Vega, se aprecia esta actitud machista, que por desgracia, hoy, cuatro siglos después, sigue existiendo. Así se queja una fémina de los maridos: "En tomando posesión (de la esposa)/ quieren en casa tener/ como alhaja la mujer,/ para adorno, lustre y gala,/ silla o escritorio en sala.../ y es término que condeno...".

Para muchos no ha cambiado esta concepción de la mujer, y siguen sin admitir su libertad como sujetos. Hace poco leía en una entrevista que le hacían en Mujer Hoy a una psiquiatra, Marie-France Hirigoyen, experta mundial en maltrato y acoso, en la que decía: "Se supone que cuanto más libertad tengan ellas, menos violencia debería existir dentro de la pareja, pero esto no es así, porque los hombres se resisten a aceptar esta libertad de la mujer". ¿Hasta cuándo?

Juana Vázquez es catedrática de Lengua y Literatura y escritora.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_