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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Muerta por Afganistán

La soldado Idoia Rodríguez Buján se ha convertido, por desgracia, en la primera militar española que muere en una misión en el exterior, lo que da doble idea del cambio de las Fuerzas Armadas en los últimos lustros. Pero su muerte, como la de otros uniformados de la misión internacional, demuestra que esas tropas no están ahí en balde ni para compensar la salida de Irak. Lo que se juega en Afganistán es muy serio.

La zona vigilada por España en el oeste del país afgano, no especialmente poblada, ha ido ganando en conflictividad al convertirse en espacio de salida, descanso y reavituallamiento de los talibanes desde el sur. Y para los próximos meses se augura una primavera caliente, con un aumento de los enfrentamientos. Son meses decisivos, pues en menos de dos años se ha de consolidar una paz basada en la seguridad y el desarrollo -sin lo uno no es posible lo otro- y con una mayor asunción de responsabilidad por el Gobierno de Karzai, hasta ahora bastante inepto. La población afgana acabará por decantarse por quien más seguridad y mejores medios de vida aporte. Si los talibanes pagan la jornada de actividad a 250 dólares frente a los seis que gana un soldado afgano, y con el regreso del cultivo masivo de opio, difícil lo tendrá el Gobierno y la comunidad internacional para ganarse el país y para que las tropas extranjeras puedan marcharse.

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España ha perdido ya 82 vidas en esta guerra, incluidos los fallecidos en el accidente del Yak-42 en vuelo de regreso desde Turquía y en el accidente de un helicóptero; aunque sólo dos, incluyendo el de ayer, han sido en ataques armados. No es hora de pensar en retiradas, como pidieron ayer Izquierda Unida y el BNG, sino incluso en reforzar la presencia en lo que sea necesario. España, con un máximo de 690 efectivos en esta misión, ha pasado del quinto puesto en contribución militar al décimo, aunque se mantiene en un nivel alto en términos de ayuda al desarrollo. No estamos en un nivel de presencia desproporcionado como es el caso de Italia (1.800 unidades), algo de tanta trascendencia que fue ayer, junto al rechazo del Partido de Refundación Comunista y otros a la ampliación de las instalaciones americanas en la base de Vicenza, la causa de una grave derrota del Gobierno de centro-izquierda de Romano Prodi en el Senado hasta llevarle a presentar su dimisión.

En Afganistán no se trata de una mera operación de paz. España está metida en una guerra de la comunidad internacional, avalada por la ONU y ahora dirigida por la OTAN, y con la participación de 37 países, en la que está en juego un gozne de Asia Central, que no debe caer de nuevo en manos del mulá Omar -reaparecido en enero con un mensaje amenazante tras cinco años de silencio- y sus talibanes reorganizados. Los próximos meses pueden ser duros para esta misión, que el ministro de Defensa, José Antonio Alonso, ha calificado muy adecuadamente como de "noble y decente".

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